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Especial Óscar 2015: Lo que el Óscar ignoró

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José Hernández, 22/02/2015


Las reglas de la Academia lo dicen muy claro: cada año solo puede haber entre cinco y diez nominadas a mejor película. En ningún caso pueden superar la decena, por mucho que se repartan los votos o muchas obras de calidad que se estrenen. Y se estrenan un montón. Aunque es casi imposible tener una cifra cerrada, en 2014 pasaron por los cines de Estados Unidos como mínimo 692 películas, casi dos al día. Las que compiten por el Óscar son bastantes menos, ya que tienen que cumplir unas reglas muy concretas de exhibición y tienen que ser presentadas a la Academia por sus productores, pero el número sigue siendo desorbitado: 323 películas en esta edición.
Hay mucha morralla en esa lista y fácilmente la podríamos dejar en la mitad sin hacer sacrificios, pero aun así: ¿cuántos de vosotros visteis más de 160 películas de estreno el año pasado? La media entre los cinéfilos es mucho menor, y entre los miembros de la Academia no es distinto, por mucho que ellos trabajen en esto. Porque, al fin y al cabo, trabajan. Y tienen familias. Y el tiempo para ir al cine o ver una película en casa en esas circunstancias es limitado.
Así que, entre que hay más films de los que pueden ver y que hay solo 10 puestos máximo que cubrir, muchas películas que merecerían ser consideradas para el Óscar se quedan en el camino. Ellas son las ignoradas, las cenicientas, las que se quedan en casa cuando sus hermanas mayores van al baile, aunque muchas veces no sean más guapas, más listas o más buenas que ellas. Si tienen suerte, el tiempo, la crítica y el público las pondrá en su lugar en la Historia, bien como película de culto, bien como esa obra maestra que inexplicablemente la Academia dejó pasar.
Eso, si realmente la Academia cometió un error. Porque algunas de las que aparecen en este artículo son todo lo contrario: las hermanas feas que iban emperifolladas al baile con una madrastra que actuaba de proxeneta, pero se quedaron compuestas y sin príncipe porque su fealdad y mala leche quedó patente en cuanto abrieron la boca, y más en comparación con las que finalmente eligió el tío Óscar para ponerles su zapato.

Para ser nominada al Óscar a Mejor Película no basta con ser buena, ni con ser muy buena, ni con ser una obra maestra. Tampoco es suficiente con tener un estudio, un productor o un distribuidor detrás que te apoye como candidato, procurando darte publicidad, situarte en boca de todos los medios, conseguir que el mayor número posible de académicos vea la película, hacerles ver que un voto por ti es un voto por un caballo ganador, manipular sus sentimientos para que crean que eres mejor o más importante de lo que eres y otras tretas para dirigir la atención hacia ti. El éxito de taquilla o la popularidad entre el público tampoco sirven de nada por sí solos. Igual que pasa con el apoyo de la crítica: por muy unánimes que sean a tu favor, por muchos elogios y artículos que dediquen a ensalzarte, por muchos premios que te den a final de año, por muchos top10 en los que salgas, siempre falta algo.
No, todos esos factores influyen, pero por sí solos no te llevan hasta el Óscar. Tiene que haber una combinación entre ellos para que puedas entrar entre los nominados. Millones de dólares se gastan todos los años en averiguar cuál es la fórmula exacta entre esos factores que te catapulte hasta la estatuilla, y el resultado es siempre el mismo: cada película necesita algo distinto para pasar esa barrera. Y el factor más determinante no es en realidad ninguno de esos, sino uno mucho más sencillo: ser la película favorita de alrededor de 350 académicos. Si llegas a esa cifra, estás nominada. Las que ocupan esta primera sección en teoría se quedaron cerca de ese mágico número. Pero claro, eso solo los saben a ciencia cierta los señores de PricewaterhouseCoopers.

FOXCATCHER
Los Óscar de este año han tenido dos expedientes X: las dos magras nominaciones de Selma y las 5 de Foxcatcher, incluidos dos actores, guion, director… pero no película. De alguna forma, cada gremio valoró mucho sus logros individuales, pero no tanto el resultado final. Es el decepcionante final de un film que ha tardado una eternidad en llegar a los cines y que fue visto durante mucho tiempo como un rival a batir.
Aunque comenzó a rodarse en octubre de 2012, el proyecto llevaba años dando vueltas por Hollywood (a Bennett Miller, que fue el último en llegar, le dio tiempo de rodar, montar y estrenar Moneyball. Rompiendo las reglas mientras esperaba que se concretase). Con la combinación del argumento, la transformación de Steve Carell y sobre todo el pedigrí de Miller (dos películas y ambas nominadas al Óscar), se esperaba que fuese una de las favoritas de la edición del año pasado. En septiembre de 2013 apareció su teaser y las expectativas se lanzaron por las nubes; pero solo 24 horas después, Sony anunció que retrasaba ¡un año entero! su estreno. Normalmente esto significa problemas, pero el estudio insistía en que era culpa del montaje.
Un año y medio después de finalizar el rodaje, y según Miller recién salida de la sala de edición (imaginad las horas que le echó), se estrenó en el Festival de Cannes, que ha demostrado una y otra vez ser una plataforma inclemente para el cine americano, salvo que vayas a arrasar en los Óscar. Los Coen triunfaron, Nebraska recibió indiferencia y Foxcatcher frialdad. Todo eso se convirtió en respeto y elogios a la hora de su estreno, como pasó con el film de Alexander Payne, pero su carácter áspero e incómodo distaba mucho de aquella cinta. Y claro, no se pudo reponer del golpe ni de dos años de expectativas infladas ni de unos académicos que prefieren historias más emocionales e inspiradoras.

PERDIDA
Hubo un tiempo en el que la comunidad cinéfila al completo se quejaba de que la Academia pasase de David Fincher. Eran los días de Seven, El Club de la Lucha o Zodiac. Luego todo cambió gracias a Brad Pitt y El Curioso Caso de Benjamin Button, quizá la película menos fincheriana del director, que fue seguida de la aclamadísima La Red Social, alias “esa película que durante tres meses iba a ganar el Óscar hasta que llegó un rey tartamudo de estrangis y se lo quitó”. Desde entonces, Fincher ha vuelto a ser el que era, pero con más crueldad. Por tanto Los hombres que no amaban a las mujeres como Perdida fueron éxitos de taquilla, éxitos de crítica, éxitos de premios en la temporada (en especial entre los sindicatos, que miden la temperatura de un film dentro de la industria), pero a la hora de la verdad, la Academia los ignoró.
En el caso de este thriller muy pulp, muy satírico, muy oscuro, muy puñetero, adjetivos todos ellos que están en las antípodas de lo que adora la Academia, el desdén de los votantes ha llegado al punto de que solo Rosamund Pike se ha salvado. Ni siquiera la guionista Gillian Flynn, la presunta favorita en la categoría de guion adaptado, ha podido rascar bola. Puede que sea casualidad, puede que haya gustado pero no entusiasmado, que se haya quedado a las puertas de ser nominada en 7 categorías (posibilidades tenía en película, director, guion, montaje, banda sonora, fotografía y sonido), pero la impresión que da es la contraria.

NIGHTCRAWLER
Un caso similar al de Perdida, en todos los sentidos menos uno: al tratarse de una ópera prima, Dan Gilroy no contaba con la misma atención que David Fincher, así que tuvo que labrársela él solito. Lo de ser hermano de Tony Gilroy no te lleva a ninguna parte. De hecho, por su culpa todo el mundo esperaba que esta cinta fuese un thriller sólido pero al uso, muy lejos de la oscuridad y del comentario social que articulan su propuesta. Aunque, bien visto, eso le vino bien: cuando se proyectó en Toronto, la crítica la puso por las nubes y poco a poco fue despuntando en la temporada de premios, en especial la estremecedora actuación de Jake Gyllenhaal. Su carácter de cine de culto y las numerosas nominaciones recibidas en los lugares idóneos hicieron que la mitad de los expertos predijesen su presencia en los premios de la Academia. Pero a la hora de la verdad, Gilroy no es Fincher, y Fincher tampoco logró colarse.

INTERSTELLAR
Todos los años, millones de cinéfilos esperan en vano que Christopher Nolan y sus películas sean nominados al Óscar. Y es que la ausencia de El Caballero Oscuro (y de WALL·E: Batallón de Limpieza) en la terna de 2008, que incluía ‘clásicos’ como la denostada The Reader (El Lector), contribuyó significativamente a la decisión de ampliar el número de candidatas en la categoría reina. Después de eso, hubo unos años de espejismo en los que tanto Pixar como Nolan (por Origen) hallaron su hueco. Pero aunque la cosa no hubiese vuelto a la normalidad, es dudoso que este film hubiese tenido la fuerza necesaria para llegar a ser nominado. Se esperaba demasiado de él. Se habló demasiado bien de él antes siquiera de su estreno. Algunos lo calificaban como el favorito para ganar por los rumores que llegaban de los estudios. A la hora de la verdad, es la nolanícula que más división crea entre fans y haters. Unos admiran la ambición, se emocionan con el sentimiento, se asombran con la aventura, se enriquecen con la especulación. Otros ven un pollo sin cabeza de clímax excesivos, ciencia convertida en ñoñería, diálogos que recitan la trama y Matt Damon en plan Chucky. Ya sabemos de qué pie suele cojear la Academia.

MR. TURNER
Hace 18 años que Mike Leigh dirigió la única película que ha logrado colar entre las nominadas al gran premio, Secretos y Mentiras. Desde entonces, y en especial desde que El Secreto de Vera Drake se quedó cerca de repetir ese honor (con 10 candidatas seguramente habría entrado), cada nueva película suya se plantea como aspirante al Óscar, aunque no suele pasar de una nominación a mejor guion y alguna para sus actores. En el caso de Mr. Turner estaba más justificado: un biopic histórico de los que gustan tanto en la Academia, unas críticas en Cannes que la ponían como obra maestra y que fueron replicadas en Toronto, Telluride y posteriormente en su estreno a ambos lados del charco, una sensación de que ya iba siendo hora de que le reconociesen… A la hora de la verdad, sin embargo, el film fue ignorado hasta por la Academia británica. Otro expediente X a sumar a esta temporada tan repartida, disputada y llena de desafíos a la lógica.

EL AÑO MÁS VIOLENTO
La irrupción de J.C. Chandor en el panorama cinematográfico americano ha sido una de las sorpresas más agradables de los últimos años. Con solo tres films se ha consolidado como un narrador de la vieja escuela, mirando al lado humano de las tragedias sociales (Margin Call) y personales (Cuando todo está perdido). Con su tercera película, un thriller setentero que analiza la sociedad americana desde el prisma de la violencia y la ambición amoral, se esperaba que al fin diese el siguiente salto en su carrera y optase al Óscar. Su victoria en el National Board of Review, tras recibir críticas fabulosas en el AFI Fest, hacía prever que así sería. En los últimos 25 años, solo dos películas habían ganado y no habían logrado la nominación: Quills y Dioses y Monstruos. Tenía que haber una tercera tarde o temprano, y la total e inexplicable ausencia del film durante el resto de la temporada de premios dejaba claro que iba a ser esta. Chandor tendrá que esperar a la cuarta, a ver si un estudio con más ojo que el indie A24 se hace cargo de él. Mientras tanto, esta película tiene madera de cine de culto.

INTO THE WOODS
Un musical de Broadway con 30 años de antigüedad, una enorme popularidad entre el público objetivo y varios premios Tony. Un director experto en teatro y musicales que ya llevó a uno de ellos a lo más alto de los premios de la Academia. Un reparto espectacular, incluyendo la actriz más nominada de la historia. Una historia que le da la vuelta a los cuentos de hadas tradicionales para convertirlos en un comentario sobre la sociedad patriarcal y la cultura del narcisismo y el hedonismo. Y, por supuesto, el apoyo incondicional del estudio. ¿Qué podía fallar? La taquilla desde luego no. Las críticas fueron lo suficientemente buenas como para optar al Óscar. Los Globos de Oro y otros galardones se tragaron el anzuelo. Sin embargo, ni la industria ni la Academia le prestaron atención. Seguramente creyeron que era otra película estilo Maléfica y no pensaron siquiera en ella.

ALMA SALVAJE
El año pasado, Dallas Buyers Club era vista como un potencial vehículo actoral para Matthew McConaughey y Jared Leto, pero nada más. Sin embargo, la película de Jean-Marc Vallée no solo ganó esos dos premios, sino que también estuvo presente en la categoría reina. Y con autoridad. Un año después, el nuevo proyecto del canadiense tenía la misma pinta: un film de superación personal y expiación para darle a Reese Witherspoon otro asalto al Óscar, basado en un libro de los que salen en el show de Oprah Winfrey. Sin embargo, las críticas entusiastas desbordaron su interpretación y también se extendieron hacia la película, su guion, la labor de Vallée y Laura Dern. Solo lo competitivo de la carrera de este año, con demasiadas películas optando por pocos puestos, le ha impedido repetir la hazaña.

Durante el primer trimestre del año, unos en cuanto suenan las campanadas y otros en cuanto finaliza la entrega de premios, los expertos en el arte de la oscarología y otros periodistas especializados echan un ojo a las películas que pueden estar en la carrera de premios de ese año y empiezan a adjudicarles etiquetas. Hay determinados filmes que, por su argumento, temática o fuente en la que se inspiran, parecen destinados a pasearse por el Dolby Theatre. Otros son destacados por las personas que están detrás de ellos, sean directores, actores, guionistas o productores, que dotan de un pedigrí al proyecto que las sitúa en el radar de galardones. Otras cintas tienen el apoyo de estudios potentes en estos temas, que a buen seguro las pondrán en el mapa de la Academia a poco que salgan como ellos quieren.
Pero está claro que no todas las películas cumplen con las expectativas. Pueden tener la historia más académica, el género más oscarizable, el director más reconocido, el actor más de moda, el guionista más celebrado, el estudio más poderoso o el productor más artero, pero si son una mierda, no hay nada que hacer por ellas. Si la crítica y el público les da la espalda o se convierten en el hazmerreír de los círculos cinéfilos, ni siquiera un biopic histórico de un superviviente del Holocausto interpretado por un actor al que le deben el Óscar, escrito por un premio Pulitzer y dirigido por un peso pesado del cine de guante blanco puede competir en estos premios. Como les pasó a estas películas.

INVENCIBLE (UNBROKEN)
Rebobinemos a cualquier mes de 2014 entre enero y octubre. Busquemos cualquier artículo sobre los Óscar de este año. Si esta película no era mencionada como una de las favoritas del año, cuando no directamente como el film que se iba a hinchar a premios dejando a los demás en la estacada, solo podían pasar dos cosas: o el que lo escribía tenía cierta agudeza para analizar sus posibilidades reales, más allá de que cumpliese todos y cada uno de los tópicos de las películas ‘de Óscar’ de los últimos 50 años; o que no tuviese ni puta idea de lo que estaba hablando (en cuyo caso seguramente sería una entrada en un blog de una fan de Crepúsculo que afirmaba que este sería el año de Los Juegos del Hambre: Sinsajo. Parte 1).
La impresión que daba era un biopic de guerra sobre un atleta olímpico que había vivido una experiencia cercana a la Odisea de Ulises, combatiendo japoneses y sobreviviendo a dos meses perdido en medio del mar y a dos años en un campo de prisioneros donde fue torturado lo indecible. Un guion de los hermanos Coen, Angelina Jolie como directora, un estudio con mucha hambre de Óscar… ¿Cómo podía fallar? Pues primero, porque la directora era Angelina, que con su primera película no había demostrado mucho tacto ni virtuosismo tras la cámara. Segundo, porque la cantidad de episodios a contar era tan grande que ninguno de ellos iba a estar presentado con gran profundidad. Y tercero, porque este tipo de películas tan obvias necesitan de un tipo apasionado que les dé vida detrás, léase Harvey Weinstein.
Dicho y hecho, cuando finalmente se mostró a público y crítica se comprobó que las peores predicciones eran ciertas, y que teníamos entre manos a otro Nine, Amelia, El Fantasma de la Ópera, Memorias de una Geisha, J. Edgar, etc.

JERSEY BOYS
Hacía ya tiempo que Clint Eastwood no dirigía una buena película, así que era cuestión de tiempo que encontrase de nuevo el proyecto con el que la Academia se lanzase a darle besicos en el cuello. Resulta que este era el año, pero esta no era la película. Algo difícil de prever hace unos meses por dos motivos: que todavía cuesta asumir que Clint puede rodar y montar un film como El Francotirador en apenas 6 meses; y que Jersey Boys era una adaptación de un musical de Broadway ganador de varios premios Tony, que contaba una historia de salto a la fama, traición entre amigos, lazos con la mafia, libertad creativa y aprender a afrontar la pérdida. Cierto es que Clint nunca había hecho musicales y que el tema mafia era más de Scorsese, pero tenía material para trabajar.
Pero está visto que las cosas de pistoleros, guerras y héroes americanos con testosterona pero corazoncito, en las que puede mostrar sus colores abiertamente sin la contención que ha mostrado en otras cintas con contenido ideológico, ahí es donde se siente más cómodo hoy en día. Con 84 años, los gorgoritos le producen un desinterés tan palpable que la película que entregó a punto está de dormirse ella misma. Debacle absoluta.

EXODUS: DIOSES Y REYES
Ha habido varios momentos en la carrera de Ridley Scott en los que ha estado a punto de convertirse en un director de figura histórica, generador de clásicos instantáneos y realizador que sienta cátedra. Pero luego sigue dirigiendo y nos damos cuenta de que no, de que en realidad sigue siendo un magnífico realizador de películas malas. Cada uno de sus estrenos es seguido por la frase “es una mierda, pero Ridley le da un empaque de gran director que la diferencia de las demás”. Iría siendo hora de actualizar nuestra opinión sobre el inglés. Prueba de cargo: Exodus, esa que pretendía emular a Los Diez Mandamientos, esa que nos quería recordar sus días de Gladiator. Qué triste. Cientos de millones de dólares gastados en un guion sobreescrito y parcheado que fracasa en eventos, diálogos y personajes. Actores despistados. Escenas climáticas que no dicen nada. Pasajes ridículos. Hasta como espectáculo queda en evidencia ante el film de Cecil B. DeMille. ¿Y respecto a Gladiator? Pues como Prometheus respecto a Alien. El Octavo Pasajero. Lección: nunca confiar en que Ridley va a hacer una película de Óscar, sea cual sea su siguiente proyecto.

SERENA
Después de ganar un Óscar por En un Mundo Mejor, la carrera de la danesa Susanne Bier parece que había llegado a su punto álgido. Hasta ese momento ya tenía una carrera muy respetable en su país que le había dado numerosos premios, pero le faltaba dar el salto a Hollywood con garantías, tras el relativo fracaso de Cosas que Perdimos en el Fuego. Sobre el papel, Serena tenía todo lo necesario para ser esa película: una historia novelesca situada en la Gran Depresión, una pareja protagonista cuyas dos últimas colaboraciones habían acabado como grandes favoritas al premio, un toque clásico para atrapar al votante academicista… El problema es que se rodó en la primavera de 2012, y hasta el verano de 2014 nada supimos de ella. Síntoma de problemas, como apuntaban los rumores que hablaban de montaje problemático y estudios que se negaban a pagar por distribuirla. Así las cosas, su estreno mundial fue en una atalaya sin importancia, el Festival de Londres, donde fue masacrada y ridiculizada. Lo sorprendente es que, pese a ello, hubiese alguien interesado en estrenarla comercialmente, en lugar de dejar que se pudriese en el olvido. Strike 2, Susanne.

MONUMENTS MEN
Todos queremos a George Clooney. Incluso los que dicen que les cae mal. Se hacen los duros porque cuesta admitir que es un tío que lo tiene todo y tú no. Pero ni todo el amor que se pueda profesar por George es suficiente para disculparle cualquier cosa. A decir verdad, al menos fue honesto con esta película: inicialmente se pensaba que iba a ser la favorita para la anterior edición de los Óscar, pero cuando vio que el resultado dejaba mucho que desear, le dijo al estudio que abandonase la idea de estrenarla en temporada de premios y le diese adecuada sepultura en febrero. Gracias a ese movimiento, muchos pudieron disculpar la superficialidad de la cinta, que no acababa de tratar de nada en concreto ni tenía garra alguna. En tiempo de Óscar y postulada como gran favorita, la habrían dejado a la altura del betún. Pero claro, durante el primer trimestre del año se estrena tanta basura que algo mínimamente decente se disculpa. Y porque es George. Pero haznos otra Buenas Noches, y Buena Suerte, que ya toca.

HOMBRES, MUJERES Y NIÑOS
¿Recordáis esos días gloriosos en los que parecía que Jason Reitman se iba a comer el mundo? ¿Cuándo se postulaba como una nueva voz americana de autor que seguía los pasos de Alexander Payne y otros realizadores que conjugan la observación social con el interés por la humanidad subyacente? Ese Jason murió con Young Adult. Quizá por el cinismo que mostraba en ese film, o porque el público le dio la espalda, o porque la crítica no le recibió con tanto entusiasmo, o porque la Academia le ignoró, o porque coincidió que se divorció ese año, desde entonces solo hace cine blando, sin mordiente, sin estilo, cine viejuno. Una Vida en Tres Días era un folletín de Corín Tellado que jugaba la baza de Cuenta Conmigo con torpeza, y su siguiente film solo ha confirmado su caída. Lo que podría haber sido un American Beauty de la generación del WhatsApp parece la película obvia y de trazo grueso que haría un director de 70 años sobre una tecnología que no ha tocado en su vida. Pasará mucho hasta que podamos tomar en serio de nuevo a Jason.
Otros filmes denostados que tenían potencial: Magia a la luz de la luna, El Juez, Cake, Noé, Grace de Mónaco, Annie, Cuento de Invierno, Ojalá estuviera aquí, y porque Trash. Ladrones de esperanza no se ha llegado a estrenar en Estados Unidos, que si no...

El sistema de voto de los Óscar premia ante todo una cosa: la pasión. Las cintas que tienen más posibilidades de ser nominadas son aquellas capaces de reclutar a defensores fervientes que las coloquen en lo más alto de sus listas de lo mejor de año. En este sentido, es mucho mejor dividir opiniones entre amor y odio absoluto, que despertar la aprobación moderada o indiferente de todo el mundo. Si el piropo más extendido es el de “está bien”, es muy poco probable que la película entre en la terna. De hecho, es muy poco probable que obtenga siquiera algún voto.
Tened en cuenta que los académicos votan haciendo una lista de sus cintas favoritas del año por orden, pero a la hora de la verdad, sus votos solo cuentan para una película. Los films que no hayan logrado ningún número 1 en estas listas son eliminados automáticamente; los que se lleven menos del 1% de los votos también, solo que esas papeletas entonces se contabilizan para la película que ocupe la siguiente posición (y que no esté aún eliminada). Así que la pasión es imprescindible.
Por supuesto, todos los años hay muchas más cintas de encogimiento de hombros que de aplauso y alabanza. Hay que tener mucho talento para hacer una obra maestra y hay que ser muy inepto para tener todas las facilidades del mundo y entregar un mojón, así que el término medio es lo habitual. Incluso cuando uno tiene unas aspiraciones artísticas elevadas, el resultado puede quedarse lejos de alcanzar esas metas, pero eso no quiere decir que se hunda uno en el barro. Tampoco que alguien vaya a votarle para el Óscar solo por intentarlo, como les ha pasado a los integrantes de esta sección.

PURO VICIO
Paul Thomas Anderson comenzó su carrera queriendo parecerse a Martin Scorsese, siguió con las miras puestas en Robert Altman, pasó a incorporar parte del lenguaje de Stanley Kubrick a su cine y finalmente ha desarrollado un estilo propio totalmente personal y distinto del de sus maestros. Como corresponde a un buen alumno. De hecho, cada vez se va radicalizando más en su sello autoral. Si con Pozos de Ambición llegó a un equilibrio idóneo para apelar a la Academia, con The Master en cambio se le fue la mano (siempre valorándola en términos de Óscar, no cinematográficos). Y ahora, con Puro Vicio, no ha habido vuelta atrás. Más bien al contrario: cuando lo sencillo era hacer un Chinatown con la novela de Thomas Pynchon, Anderson ha preferido hacer un El Gran Lebowski. Y sus influencias para esta ocasión, según sus propias palabras, están en el cine de los ZAZ.
Obviamente, todo esto no lo sabíamos en enero. La mezcla Anderson + Pynchon era prometedora y la película (con un reparto espectacular y situada en los años 70) pintaba bien para volver a llevar al realizador al Dolby Theatre. Conforme avanzaba el año y se iba sabiendo más de ella, más quedaba claro que iba a ser un tipo de cine que no iba a apelar a la sensibilidad de los votantes. Y cuando se estrenó en el Festival de Nueva York quedó clara otra cosa: iba a ser difícil venderla a cualquiera, incluso a los propios fans de Anderson. A su paso por las salas, ha dejado una estela de división de opiniones mayor incluso que la de Interstellar. Para algunos es la cinta americana más importante de la década. Otros piensan que es la peor película del año. Entre medias, todas y cada una de las opiniones posibles están representadas. Su humor desquiciado y asonante, su trama llena de recovecos sin explicación, sus actores desmelenados, o hacen click o espantan. Demasiada indefinición para aspirar al Óscar.

BIG EYES
Ninguna película de Tim Burton ha sido nunca nominada al Óscar principal. Vale, Burton sí que ha sido candidato porque Frankenweenie y La Novia Cadáver fueron nominadas en la categoría de mejor película animada. Pero es lo máximo que ha logrado. Ni Ed Wood ni Big Fish, sus dos films con más potencial para conquistar a la Academia, reunieron los suficientes votos para ser candidatos serios. Con Big Eyes se le planteaba otra oportunidad de asaltar la Academia: biopic histórico sobre una pintora, sobre timadores, sobre el debate entre arte e industria, era el material idóneo para fusionar sus inquietudes temáticas con las de la Academia. Tener a dos favoritos de los votantes como Amy Adams y Christoph Waltz era otra garantía. A la hora de la verdad, queda claro que el Tim de ahora no es el Tim de los 90. Lo máximo que una persona puede decir sobre la película es que es correcta. Uno sale de verla igual que ha entrado, con un encogimiento de hombros y pasando a otra cosa, porque no tiene incisión ni emoción suficiente como para decir nada memorable. Otra oportunidad perdida.

CORAZONES DE ACERO
Lo más cerca que ha estado David Ayer de un Óscar fue cuando Denzel Washington le dejó oler el que había ganado por Training Day: Día de Entrenamiento. Desde que empezó a combinar sus labores de guionista con las de director, Ayer se ha dedicado en cuerpo y alma a un género del que la Academia prácticamente reniega: el policíaco noir contemporáneo, con dosis de acción. Su primera incursión en un género distinto era esta cinta bélica sobre amistad masculina, tanques, nazis y las putadas de la guerra. Sobre el papel, contar con Brad Pitt y tener un tema tan jugoso le hacía parecer algo más que una película de acción. Al menos, lo suficiente para que la Academia, ahora sí, prestase atención. El resultado no llegó a ser todo lo que su potencial indicaba, quedándose en un terreno más comercial que artístico. Las críticas fueron buenas, el público la aprobó, pero nadie se entusiasmó tanto con ella como para defenderla de cara a los premios.

THE HOMESMAN
Tommy Lee Jones ha comenzado demasiado tarde a intentar ser como su amigo Clint Eastwood. Dos telefilms y una película antes de abordar esta cinta son un bagaje que en muchas ocasiones es insuficiente para alcanzar la grandeza. La mayoría de las veces se llega a ser un gran director con trabajo, constancia y práctica. The Homesman parecía sobre el papel un western con visos de grandeza, de profundidad psicológica y aura crepuscular, un gran vehículo para sus actores y una prueba para que Jones demostrase su solidez tras la cámara. Y logró ser todo eso… en parte. Porque fue bien recibida, pero no con el entusiasmo necesario para sobrevivir a una temporada de premios larga y llena de competidoras. Con lo bien que pintaba su tráiler, uno no puede menos que pensar que si Tommy llevase 20 años dirigiendo, el resultado habría alcanzado esas expectativas.

I FEEL GOOD
¿Por qué una película como Ray es nominada el Óscar cuando solo hay 5 puestos y una sobre James Brown es ignorada cuando hay 10? ¿Por qué Joaquin Phoenix es nominado al Óscar por hacer de Johnny Cash pero Chadwick Boseman se queda compuesto y sin ir al Dolby Theatre? ¿Por qué películas como Criadas y señoras o El Mayordomo revientan la taquilla, pero esta se estrella dirigiéndose al mismo sector de población y utilizando la misma fecha de estreno? Son incógnitas de difícil solución. I Feel Good no es ni mejor ni peor que los muchos biopics musicales que hemos visto en los últimos 15 años. Ninguno ha sido excelente, pero este sin duda está en el grupo de cabeza. Y sin embargo, no ha conseguido ni despertar el interés del público ni generar las críticas necesarias para sobrevivir hasta final de año. Expedientes X otra vez…

LA BUENA MENTIRA
De buenas intenciones están los Óscar llenos. En serio. Muchas veces con el buen rollo y el espíritu de We Are the World se consiguen nominaciones impensables. Pensad en Chocolat/peli]. O en [peli=25212]Tan fuerte, tan cerca. O en Despertares. Así que en teoría, la historia de una mujer que acoge a varios refugiados sudaneses y entabla una gran amistad con ellos es material de Óscar. Dirigida por Philippe Falardeau, siempre cabía la posibilidad de que se le fuese la mano con el azúcar. Pero la crítica le dio el aprobado, el público la trató bien, en taquilla tuvo un éxito modesto y Reese Witherspoon estaba de moda este año. Y sin embargo, en un mes había desaparecido de la conciencia colectiva. Hoy en día seguro que muchos ni se acordaban de su existencia. Como con Chocolat.
Otras películas que no consiguieron ser memorables: El Hombre más buscado, Rosewater, Matar al mensajero, La Entrega (The Drop), St. Vincent, El Jugador, Un Viaje de diez metros, Siempre Alice, Begin Again, Bajo la misma Estrella, Un Largo Viaje, Las Dos Caras de Enero.

A diferencia de lo que pueda parecer, lo imprescindible para ser nominado (no solo en los Óscar, sino en cualquier galardón, incluidos los Premios CINeol) no es hacer una buena película, sino conseguir que la gente vea tu película. Si ruedas una obra maestra capaz de cambiar el mundo del cine, pero solo la ven 40 personas, ¿quién te va a votar? Desde luego, menos personas que si rodases un filme correcto, pero que logra llevar a las salas a 40 millones de personas. Por eso todos los estudios se gastan millonadas en campañas de promoción de cara a los Óscar y en facilitar screeners y proyecciones especiales a los miembros de la Academia: para mantener sus películas en el candelero y conseguir que las vean el mayor número de votantes. El tema de la calidad percibida es mucho más debatible e inestable.
El problema de las películas indies, aparte de que en muchos casos abordan sus temas con un riesgo formal y una aspereza argumental mucho más difíciles de asumir por paladares acostumbrados a la vainilla, es que no disponen de medios para competir en este aspecto. Puede que alguna logre reunir las condiciones para dar el salto (un distribuidor como Harvey Weinstein, una cantidad de premios abrumadora que incita al productor a realizar una inversión que hasta ese momento era vista como un riesgo económico excesivo, un éxito sorpresa en taquilla…), pero en el camino se quedan muchas obras realizadas con tanto cariño como escasez de recursos. Pocas pueden permitirse gastar más dinero para que unas miles de personas las vean, sin garantizar que se obtenga nada a cambio.

EL AMOR ES EXTRAÑO
Del pasado Festival de Sundance (bueno, del de 2014) salieron como películas fuertes para competir por los premios del año Boyhood (Momentos de una vida), Whiplash y esta. Y si lo miramos bien sobre el papel, en realidad de las tres es la que más se ajusta a lo que suele gustar a la Academia. Frente a una crónica de tortura musical con toques militares y a un experimento naturalista sobre la infancia, esta es una historia de amor adulto entre dos personas que se ven separadas por las circunstancias y tienen que conseguir que su amor sobreviva, echando de menos la cercanía con el otro cuando se ven envueltos de forma demasiado íntima en las vidas de sus amigos. Además, cuenta con un director (Ira Sachs) cuyos créditos indies ya son más que estimables como para que la Academia le dé su sello de aprobación en forma de nominaciones.
Corolario: se trata de un amor entre dos homosexuales mayores de 50 años. Ahí está el problema, que ni el público iba a abrazar abiertamente una película así, ni la Academia está preparada para el cine romántico gay. Sus mariquitas preferidos tienen que morir al final de sus epopeyas para demostrar que el mundo está lleno de prejuicios malos (pero aun así están muertos, y a perro muerto se le acabó la rabia). Esta dicotomía un tanto hipócrita no casaba bien con la honestidad y naturalidad del film. Y aunque los premios indies del año intentaron rescatar las actuaciones de John Lithgow y Alfred Molina, el resto de la crítica estaba más pendiente de otras películas y Sony Pictures Classics centraba sus esfuerzos en Whiplash, Foxcatcher y en menor medida Mr. Turner.

UNDER THE SKIN
Venga, seamos sinceros: en la puta vida iba a ser nominada al Óscar una película como esta. Da igual lo que uno opine de ella, lo importante es que la Academia es incapaz de ver en ella lo que sus más fervientes admiradores sí que ven. Por muchos premios de la temporada a los que estuviese nominada (los más alternativos) o por muchos festivales en los que saliese reforzada por críticas que la tachaban de obra maestra, es un tipo de cine minoritario que no suele encontrar eco entre los votantes del Óscar, a no ser que tu nombre sea Terrence Malick. Pero por lo general, el cine de sensaciones, de trama abstracta, de silencios y planos sostenidos, de experimentar con la imagen y el sonido para apelar a lo instintivo tanto como a lo intelectual, todo eso está muy por encima de las posibilidades cinéfilas de un señor de 70 años al que le gustan las de John Wayne y las comedias de Julia Roberts. Como ocurre con Paul Thomas Anderson, Jonathan Glazer ha radicalizado su estilo y ha conquistado a los sectores sesudos. Y eso no se lleva en la Academia.

EL SUEÑO DE ELLIS
Harvey Weinstein puede ser tu salvador o tu condena. Todo depende solo de una cosa: las posibilidades que tengas de llevarte un Óscar. Esa es la vara de medir para todo del bueno de Harvey. Si cree que tu película puede ganar, va a tirar la casa por la ventana para convencer a los académicos de que te voten. Si tiene dudas, tú ya no pintas nada. Cuando adquirió la última película de James Gray, tenía claro que era un autor que estaba a punto de eclosionar, y él quería estar ahí para verlo. Pero cuando el film fue proyectado en el Festival de Cannes y recibido con frialdad (que, como hemos visto antes, es lo habitual incluso cuando la película es magnífica), Harvey tiró la toalla. Fue culpa suya que se retrasase un año el estreno, que se hiciese casi de tapadillo, que no se gastase un duro en promoción, que llegada la temporada de premios nadie oyese hablar de ella y que nadie en la Academia recibiese un triste disco con la película. La enterró en el fondo de su catálogo. Tenía otros caballos que atender y no tenía tiempo que perder en un film que muy posiblemente sea reivindicado en el futuro, junto al resto del cine de James Gray.

CALVARY
A partir de aquí, todo van a ser hijas de Sundance, películas que en el festival de Park City lograron críticas excelentes y que, con una buena campaña de promoción, podrían haber rascado algún premio. Como esta comedia negra de John Michael McDonagh, con Brendan Gleeson metido a cura amenazado de muerte, que podría haber supuesto tanto una nominación para el actor irlandés como una para el guion de hermano de Martin McDonagh. Pero por lo que sea, parece que Martin es el hermano preferido por la Academia, con su Óscar por el corto Six Shooter y su nominación por Escondidos en Brujas. Cierto es que el estudio que la adquirió, Fox Searchlight, estaba demasiado pendiente de Birdman (o la inesperada virtud de la ignorancia) y El Gran Hotel Budapest (y, en menor medida, Alma salvaje) para preocuparse por una mísera nominación que nunca iba a ganar. Pero si más películas como esta recibiesen una promoción más amplia, si la Academia llegase a verlas, a lo mejor se educaba un poco su gusto y no veíamos el año que viene a otra La Teoría del Todo nominada.

DEAR WHITE PEOPLE
¿Qué es lo que más le gusta a la Academia? ¿Una película sobre conflictos raciales desde un punto de vista militante y ridiculizador de los blancos? ¿O una comedia social cargada de sarcasmo e ironía? Respuesta: siempre y cuando no ridiculice a los blancos ni tenga sarcasmo, ironía o esos tipos de humor tan desagradables, puede estar nominada. Coño, este año están Selma y El Gran Hotel Budapest. No pueden ser tan malos. Pero claro, una película como esta, por muy celebrada que haya sido y mucha atención que haya recibido en los círculos indies, por mucho que la crítica la haya elogiado y haya funcionado bien entre su público, difícilmente puede salir del gueto. Quizá si fuese más amable. O si la Academia no estuviese compuesta por una mayoría de señores blancos mayores de 70 años.

THE SKELETON TWINS
El otro género indie por excelencia, el de las familias desestructuradas, es mucho más habitual en los premios de la Academia, aunque normalmente no a través de cintas independientes sino de la traslación de ese espíritu al cine de estudio. O al revés, la comercialización de ese espíritu para conformar un producto más asequible para el público. Pequeña Miss Sunshine, vamos. En el caso de esta dramedia sobre dos mellizos que intentan recuperar su relación, Roadside Attractions lo tenía relativamente fácil para promocionar a Bill Hader o Kristen Wiig en las categorías actorales (lo de Hader era más complicado por mejor actor este año fue una masacre), pero viendo su trayectoria en el juego de los Óscar, que cuando han conseguido algo ha sido casi a pesar de ellos, está claro que no eran los mejores para llevar a este film a la altura de las películas Sundance que triunfan en la Academia.
Más cine indie demasiado modesto para el señor Óscar: Pride, Locke, Frank, The Rover, La Desaparición de Eleanor Rigby, Beyond the Lights, Belle, Frío en Julio, El Viaje de tu vida, Obvious Child, Joe, Coherence, Enemy, Blue Ruin, Listen Up Philip, Top Five, todas las películas extranjeras.

El caso opuesto al anterior también se aplica. El cine independiente tiene al menos un aura de prestigio, aunque su calidad a veces se quede lejos de esa fama, pero al cine comercial nadie se lo toma en serio. En los días del Hollywood clásico esto no era así, porque casi todos los films se dirigían al público adulto, fuesen dramas, comedias, cine épico o películas del oeste. Los revientataquillas eran historias de novela y teatro, historias de la Historia (valga la redundancia), historias sobre gente hecha y derecha que sufría mucho o hacía payasadas o se enamoraba. Eso cambió en los 70 con el concepto de blockbuster, más orientado al público juvenil. Con el avance de la técnica, este tipo de cine ha ido dejando de lado la historia y centrándose en el aspecto visual, bajando con ello la edad objetiva de su público y echando a los adultos de las salas.
La cuestión es que la mayor parte de la Academia es adulta, así que el cine comercial que antes copaba las nominaciones ha ido quedando cada vez más relegado. El cine serio, importante y trascendente que le gusta a los votantes recauda sumas modestas acorde con su presupuesto, pero no suele estar entre lo más visto de año. Y entre las películas que sí alcanzan millonadas, solo llegan a ser nominados aquellos eventos culturales tan significativos que cualquier otra consideración queda de lado (como Avatar o algunas películas de Pixar). Lo mismo le ocurre al cine de géneros que son vistos como ‘poco premiables’, independientemente de su calidad objetiva: ciencia ficción, terror, acción, intriga…
Así que lo normal es que los académicos miren hacia otro lado cuando se trata de cine eminentemente comercial o de géneros pulp, sin importarles las críticas y la recepción del público, que muchas veces supera a las películas ‘de Óscar’ por las que ellos se pirran. Y eso deja en el camino muchas joyas que merecerían mejor suerte.

GUARDIANES DE LA GALAXIA
Las películas de Marvel han dominado el mundo cinematográfico en los últimos años. Hasta aquí, indiscutible. Pero con todo, ni el más optimista confiaba en que esta cinta llegase a ser la más taquillera durante el año 2014. Unos personajes de tercera fila, un reparto de desconocidos, un director de serie B, una historia delirante, un mapache parlanchín… Había tantas formas de que saliese mal… Y aunque saliese bien, aunque fuese una película excelente, ¿hasta qué punto era una premisa vendible al gran público? Según la teoría de los estudios, si no es una franquicia conocida, lo más probable es estrellarse. De John Carters está Hollywood lleno. Pues bien, no solo la película recibió las que quizás sean las mejores críticas en toda la carrera de Marvel, sino que recaudó más que cualquier propiedad del estudio que no tenga a Robert Downey Jr..
Lo lógico cuando hay un fenómeno de masas con sello de calidad sería que la Academia prestase atención. Al fin y al cabo, parte de razonamiento para ampliar la categoría de mejor película era poder incluir tanto a cine indie que se quedaba fuera como a cine comercial de pata negra que era ninguneado. ¿Por qué no darles una oportunidad a los herederos de La Guerra de las Galaxias y En Busca del Arca Perdida? Si esas cintas de aventuras pudieron optar al Óscar, StarLord y compañía también deberían haber estado al menos en la conversación. Sin embargo, nada. Zilch. Cero. Nominaciones técnicas aquí y allí, una sorpresa en el WGA que no tuvo seguimiento, y a casa satisfecho. Está claro que Disney no tiene mano con la Academia.

LA LEGO PELÍCULA
¡Hablando de películas ignoradas por la Academia! No hace falta recochinear mucho aquí, solo hace falta decir que, por no estar nominada, no lo está ni en donde iba a ganar. Lejos quedan ya los años en los que películas de animación podían optar al Óscar a mejor película, el grande, el importante. Oh, un momento, no quedan tan lejos. La última vez fue en 2011, con Toy Story 3. Antes de eso fue Up, en 2010. Y ya está, no penséis que fueron más de dos ocasiones (tres si contamos La Bella y la Bestia en 1992). Fueron los años en los que la Academia tenía instaurados los 10 nominados. En 2012 fue cuando se cambió al nuevo sistema de votación y al número variable de entre 5 y 10 films, que ha dado como resultado tres años con 9 nominadas y uno con 8.
Admitamos que, durante estos años, el nivel del cine animado no ha llegado a las cotas de calidad de las dos películas de Pixar mencionadas. Pero aun así, ni siquiera ha vuelto a plantearse otra película animada como potencial nominada. La que nos ocupa habría sido una buena candidata, con su original planteamiento, su humor absurdo, su acción frenética y su creatividad sin bordes. En los XII Premios CINeol la nominamos. Está claro que en la Academia pensaron de forma muy pero que muy distinta.

SNOWPIERCER (ROMPENIEVES)
De nuevo, Harvey Weinstein contra el mundo. ¿Por qué el orondo magnate compró los derechos de este thriller distópico surcoreano dirigido por Joon-ho Bong si pretendía maltratarlo de mil formas distintas? El film fue una de las películas más taquilleras de 2013 en Corea del Sur (si sumamos el dinero recaudado allí por Gravity y El Hombre de Acero, todavía nos quedamos cortos). La crítica la tenía rendida a sus pies. El público la estaba convirtiendo ya en una pieza de culto. Y llega Harvey, la compra para estrenarla en Estados Unidos, y decide que para ello tiene que recortarle 20 minutos de metraje. Los que él diga, claro. Con la oposición del director Tras saltar a los medios la noticia y montarse gran revuelo, Harvey tuvo que recular. Pero se cobró su venganza: abandonó sus planes de estrenarla por todo lo alto y la enterró en unas pocas salas. Sin el apoyo de un estudio, el film languideció y la Academia ni se planteó darle una oportunidad. De haberlo hecho, como mostraron los premios de la crítica, quizás hubiese optado a más de un galardón. Y no solo técnicos.

BABADOOK
El cine de terror y la Academia, esa eterna lucha. Las únicas películas del género que han sido nominadas en la categoría principal han sido El Exorcista, El Sexto Sentido (que algunos dicen que no es de terror, pero yo personalmente no entiendo sus motivos y creo que están locos) y El Silencio de los Corderos (que es más un thriller policíaco que de terror). Si aceptamos esta última, sería la única del género que ha ganado. Ni La Semilla del Diablo, ni La Profecía, ni nada. Está claro que una pequeña cinta australiana con ecos de Lynch y Polanski en su tratamiento psicológico del terror iba a afrontar una batalla perdida de antemano. Pero no debería ser así. Y menos cuando la profundidad temática y la complejidad de personajes de esta película superan con creces a la mitad de los actuales nominados. Señores de la Academia, saquen su cabeza de sus traseros y abran los ojos al cine de género de calidad. Algunas asociaciones de críticos ya lo han hecho. Jessica Chastain también. Muevan ficha.

EL AMANECER DEL PLANETA DE LOS SIMIOS
Segundas partes nunca fueron buenas. Seguro que por eso la Academia no se paró a considerar si debía votar por la continuación de las aventuras de Caesar. O quizás no, porque a la primera parte también la ignoraron. O seguro que no, porque esta entrega tuvo más taquilla, mejores críticas, más valoración por parte del público y es por sí sola una película emocionante e inteligente. Disecciona el origen de los conflictos bélicos, muestra el efecto de los prejuicios y choques culturales sobre el desarrollo y el progreso, plasma las consecuencias psicológicas de la tortura, construye una fábula política de luchas de poder y revoluciones y es una metáfora de la vida de Jesucristo, todo en uno. Tiene más capas temáticas que dos tercios de las nominadas de los últimos cinco años. Pero claro, simios hablando. Eso no hay quién se lo tome en serio. No vamos a hacer de los académicos unos cinéfilos con criterio en la vida…
Más cine comercial de calidad que ha sido ninguneado: Redada Asesina 2, Cómo Entrenar a tu Dragón 2, Al Filo del Mañana, Capitán América. El Soldado de Invierno, X-Men: Días del Futuro Pasado, Big Hero 6, Infiltrados en la Universidad.