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Especial King Kong - Diccionario de Monstruos, 3ª Parte
Damned Martian, 15/12/2005
Última entrega de nuestro Diccionario de Monstruos. Y para empezar, lo que todos estábais esperando: nuestro gorilón amigo y su familia. Empecemos pues:
PARIENTES DEL HOMO SAPIENS:
¿Miedo? ¿De qué? – Todo lo que concierne a los simios, chimpancés y demás nos toca de cerca. Desde que Darwin postuló la Teoría de la Evolución, hemos tenido tiempo de acostumbrarnos a la idea de que son nuestros primos evolutivos. Por eso, cuando se ven envueltos en un salto o una ruptura evolutiva, el ser humano tiembla. Si el salto implica que se hagan más inteligentes, vemos nuestra identidad comprometida. Nos percatamos de lo poco importante que ese concepto de “ser desarrollado” que tenemos en un pedestal para definirnos respecto a las demás especies, y además nos damos cuenta de cuán azarosa ha sido la razón por la que hemos salido “inteligentes”.
Si el salto implica convertirse en una nueva especie más grande o agresiva, o si rescata especies que creíamos extintas, podemos apreciar la fragilidad del statu-quo evolutivo, cómo unas condiciones específicas pueden generar adaptaciones que nos superen. Y al ser nuestros parientes evolutivos, todos estos cambios hacen que nos impliquemos más, como si también pudiese pasarnos a nosotros. Ergo, nuestra identidad como especie queda en entredicho tanto en el presente como en un futuro. Por no mencionar las características específicas que acarrea la inclusión de cada primo en alguna de las otras categorías.
Pero no es el único mono. Otro gorila gigante sería el de El Gran Gorila y su remake Mi Gran Amigo Joe. Y si hablamos de simios inteligentes, ahí está la famosa saga de El Planeta de los Simios (1968, 1970, 1971, 1972, 1973 y remake), auténtica obra maestra de la ciencia ficción (al menos la primera, porque como toda saga va decayendo). Y si hablamos de inteligencia, otro referente mucho más pobre es Congo y su simpática mona parlanchina. En Congo también aparece una raza de monos que ha evolucionado de forma distinta, algo similar a lo ocurrido en El Guerrero nº 13 (aunque en esta ocasión, más “humano”). Por último, aunque no es un simio sino un alien (un tío con traje de mono y un casco espacial), mencionar Robot Monster. Para echarse unas risas.
ROBOTS:
¿Miedo? ¿De qué? – Muy relacionados con las creaciones humanas, con todos lo que ello implica, los robots marcan una diferencia con ellas en dos aspectos. El primero y más básico es que están hechos de metal. Parece una tontería, pero la dureza del metal, la capacidad casi ilimitada de las articulaciones robóticas para ejercer presión, su resistencia a los impactos… Todos esos aspectos de las máquinas las hacen poseer un carácter mucho más amenazador y, sobre todo, más mortífero. ¿Cómo puede un ser tan blando como el hombre hacerle frente con sus propias manos a un androide con capacidad para romper todos sus huesos con sólo un gesto? Es más, en nuestra vida diaria estamos en contacto con numerosos tipos de máquinas, y son numerosos los accidentes en los que están involucradas. Por tanto, conocemos de sobra su efecto.
Un segundo factor es su inteligencia. Pese a ser una obra humana, su inteligencia efectiva es exponencialmente superior a la nuestra. Pueden pensar más rápido y más eficazmente. Pueden considerar montones de opciones más que nosotros. Pueden resolver en cuestión de minutos problemas que a nosotros nos llevarían siglos. Ante ellos, no somos más que una estúpida ardilla, un pobre bicho subdesarrollado. Son como nosotros, pero física y mentalmente hiperevolucionados. Nuestro único valor sobre ellos son nuestras emociones, y por mucho que queramos negarlo, están sobrevaloradas. Nuestras emociones nos hacen falibles, volubles y débiles. Es por ello que las emociones humanas no ganarán la batalla: nos la harán perder.
El primer androide de la historia fue sin duda el de la obra maestra del expresionismo Metrópolis. Desde entonces, el tema de la máquina humanoide ha dado mucho de sí. Ahí está por ejemplo el famoso Gort de Ultimatum a la Tierra. Otra películas interesantes sobre el tema son Almas de Metal, Asesinos Cibernéticos, Death Machine y The Stepford Wives (preferible la versión de los 70). Sin olvidarnos de los lechosos androides de Alien, del híbrido humano-robot de Robocop (y de su enemigo, el modelo ED-209), de los robots gigantes de Sky Captain (con innumerables precedentes en la ciencia ficción de los 50), o el robot más sofisticado de la historia: R.O.T.O.R.. Pero poniéndonos serios, la obra cumbre en cuestión de androides es Blade Runner. No hay mucho que se pueda añadir de esta obra maestra que no se haya dicho ya, más que se trata de la que retrata con mayor profundidad la dualidad entre el hombre y su creación.
SERES DEFORMES:
¿Miedo? ¿De qué? – Sea de nacimiento, por accidente o por automutilación, la deformidad nos asusta. En una primera capa, la propia repulsión causada por los rasgos, mientras al mismo tiempo somos conscientes de que lo que vemos es a alguien humano, nos causa pavor. Pavor por la propia imagen, pero también por darnos cuenta de lo poco que nos separa de esa condición. De que nuestra apariencia es un estado frágil sometido a variables que la pueden destruir. E imaginarnos en el puesto de ese ser, habiendo perdido nuestra hermosa apariencia, es lo más cercano a un infierno en vida que podemos pensar. Es gracias a esto como nos damos cuenta de lo mucho que anclamos nuestra identidad personal y social en nuestro aspecto físico, más que en nuestro ser psicológico.
En este aspecto, hay matices dependiendo de si estos seres son amables o malvados. Cuando un ser deforme es malévolo, la deformidad se utiliza como una variable paralela de su podredumbre interna, como un reflejo de sus anómalos procesos mentales o de su conducta perversa. Lo que vemos es un espejo físico de nuestros propios defectos. En cambio, cuando el ser es bondadoso, lo que nos permite es percatarnos de la importancia radical que le damos a nuestro exterior frente a nuestra verdadera identidad interior. Realizamos juicios rápidos sobre las personas, las rechazamos o abrazamos según lo que vemos, y muchas veces eso conlleva ignorar o maltratar a personas que realmente son maravillosas, mientras amamos a seres cuya apariencia sólo encubre el vacío o la maldad. Somos vulnerables ante el envoltorio. Y eso nos hace presas fáciles, pero también dice muy poco en nuestro favor como seres desarrollados.
Otras películas han utilizado la deformidad como un añadido para causar más miedo en lugar de para hablar sobre el ser humano. Ahí están Basket Case, Viernes 13 o La Matanza de Texas (y su posterior saga y remake). También tenemos al único superhéroe deforme de la historia, Darkman. Pero si nos salimos de los clásicos y queremos buscar contenido debemos irnos a Cabeza Borradora, donde su bebé deforme simboliza el miedo a la paternidad y a ese nuevo ser aún sin formar que es el recién nacido.
SERES LOVECRAFTIANOS:
¿Miedo? ¿De qué? – Si hay un escritor de terror del siglo XX que pasará a la historia, ese es H.P. Lovecraft. El escritor de Providence (junto con su círculo de colegas) creó una mitología propia, los Mitos de Cthulhu, llena de criaturas y dioses ominosos que nada tiene que envidiar en cuanto a complejidad a la de Tolkien. Estos monstruos eran viscosos, reminiscentes de animales marinos. Eran pesadillas híbridas imposibles, asimétricas, llenas de tentáculos, fauces y garras. Provenían de una dimensión paralela infernal a donde fueron expulsados por otros dioses bondadosos (los Dioses Arquetípicos). Sin embargo, su mayor deseo es volver a este universo para dominarlo. Así, Lovecraft fue el primero en formular abiertamente el infierno como dimensión paralela, y el apocalipsis como invasión cuasi-alienígena.
Las formas demenciales que toman estos primigenios y sus otras criaturas es la base del miedo que provocan (al igual que ya lo fueron en otras mitologías), pero no es menos importante el concepto de luchas entre dioses ultrapoderosos con el hombre como mero peón, espectador o víctima, y en ningún caso el héroe. El hombre está indefenso ante ellos, son algo demasiado basto (material e inmaterialmente) para ser abarcado por su mente o su fuerza. Y su malignidad no tiene parangón. Algunos de estos dioses son Cthulhu (con cabeza de pulpo y cuerpo de dragón), Nyarlathotep (una masa informe con un gran tentáculo rojo), Yog-Shothot (un conjunto de esferas deformes), Hastur (de forma vagamente similar a un pulpo) o Ithaqua (un gigante de ojos rojos y pies inmateriales). Otras criaturas famosas son los Shoggoth (masas protoplásmicas que eran esclavos de los dioses), los Perros de Tíndalos (criaturas pandimensionales tan mortíferas que nadie ha sobrevivido para describirlas), los Dholes (pseudogusanos gigantes) o los Hongos de Yuggoth (mezcla de crustáceo y hongo del tamaño de un hombre y con una cabeza llena de cilios). Como se puede ver, entre su forma (o no-forma) y su evocación de un mundo ajeno a las leyes naturales, es suficiente para no dejarnos dormir.
Sin embargo, han sido muchas más las que han tomado elementos de Lovecraft para construir sus films. La más destacada es sin duda En la Boca del Miedo, auténtica obra cumbre de John Carpenter. Pero también tenemos cintas tan dispares como Hellboy (cuyo argumento es una mezcla del universo lovecraftiano con el del superhéroe de cómic), Howard, un Nuevo Héroe (ídem, aunque parezca mentira), Hellraiser (que toma la idea de dioses de un mundo paralelo de H.P.), El Señor de las Ilusiones (ídem), Deep Rising (cuyo monstruo recuerda a estos horrores viscosos), Wendigo (cuyo monstruo proveniente de una leyenda popular fue incorporado a los Mitos) o La Cosa (reminiscente de En las Montañas de la Locura). También el italiano Lucio Fulci se hizo eco de estas obras para al menos dos de sus films: El Más Allá y Miedo en la Ciudad de los Muertos Vivientes. La más reciente aportación al subgénero es la película de serie Z The Halfway House. Pero vamos, que el cine aún le tiene que hacer justicia.
SERES MITOLÓGICOS CLÁSICOS:
¿Miedo? ¿De qué? – La necesidad del hombre de exponer sus miedos para combatirlos viene de lejos. Desde las culturas más antiguas, los hombres han fabricado dioses y criaturas míticas que permitiesen poner un rostro, por horrible que fuese, a sus principales aprensiones. En las culturas más complejas esto derivó en un intrincado sistema religioso de dioses, subdioses, héroes semidivinos y demás que confluían en multitud de historias repletas de aventuras, muerte, amoríos y demás. Era un surtido de historias a medio camino entre lo literario y lo místico, que reflejaban diversos aspectos humanos mediante procedimientos alegóricos.
Se puede decir que cada criatura, cada historia de estas culturas (principalmente la grecorromana y la egipcia, las más desarrolladas) remite a un arquetipo jungiano o a un constructo social que atañe al ser humano. Así, tenemos a Medusa, símbolo machista por excelencia que expresa todos los miedos del hombre hacia la mujer; a la Esfinge, símbolo de la capacidad de la ciencia para destruir o salvar al ser humano; al Minotauro, símbolo de nuestros instintos animales agazapados en el fondo de nuestra mente-laberinto; o a la Hidra, monstruo de 7 cabezas que podría fácilmente compararse con el mecanismo social que gobierna las sectas y grupos guerrilleros. Cada criatura, cada historia, nos cuenta algo de nosotros a poco que escarbemos en los detalles de su historia.
En el mundo moderno las mitologías han perdido sus connotaciones religiosas, al menos en cuanto a sistema de creencias, dejando el mensaje místico como una interpretación literaria más (algunas veces muy obvia). Las nuevas mitologías beben directamente de los monstruos creados por las antiguas, perfilándolos dentro de otro medio o modificándolos a su antojo para crear nuevas formas que apelen a los mismos instintos arquetípicos mientras conservan la originalidad. Además pierden su carácter de metáfora episódica para centrarse en intentar comunicar el mensaje jungiano a un nivel global. Son distintas maneras de abordar un sistema mitológico, pero igualmente efectivas a nivel humano.
Sospechosos Habituales – Durante los 50-70 hubo un aluvión de películas de temática mitológica, desde las casposas películas de Steve Reeves sobre Hércules y Maciste hasta films de terror como La Medusa, pasando por los diversos films sobre las aventuras de Sinbad, con monstruos míticos creados por la mano de Ray Harryhausen. Fue gracias a él como pudimos ver dos de las mejores películas del tema: Furia de Titanes y Jason y los Argonautas, con escenas tan memorables como la lucha contra Medusa en la primera, y la batalla ante el ejército de esqueletos en la segunda (que años después sería la inspiración de El Ejército de las Tinieblas).
En cuanto a dragones, aparte de ser utilizados en algunas de las películas anteriores, los hemos podido ver protagonizando películas de tan diversa calidad como El Imperio del Fuego, El Dragón del Lago de Fuego, Dragonheart y Dragones y Mazmorras (aunque esta última sería aconsejable evitarla por si los derrames cerebrales). Esos han sido dragones germánicos, pero si atendemos a la mitología oriental, entonces deberíamos consultar films como El Viaje de Chihiro (lleno de otros seres míticos más allá del dragón). Y si queremos ver un muestrario de seres mitológicos desde un punto de vista oriental, nada mejor que otra de las joyas del Studio Ghibli: La Princesa Mononoke.
VAMPIROS:
¿Miedo? ¿De qué? – Los vampiros son una especie de resumen de todo lo que nos asusta. Nos da miedo la oscuridad por la incapacidad de usar nuestra vista, el sentido del que más dependemos – y los vampiros se mueven en ella. Nos da miedo la muerte por cuanto supone, pero más aún el hecho de no llegar a descansar en paz cuando muramos – y los vampiros son un ejemplo de estos no-muertos más eficaz aún que los fantasmas y los muertos vivientes, ya que conservan todas las características humanas de un ser vivo (conciencia, movilidad, inteligencia, sentimientos) mientras vagan prisioneros de la noche como ellos. Nos da miedo también el hecho de ser esclavizados por una maldición – y se puede decir que su adicción a la sangre y su intolerancia a la luz solar, el ajo y las cruces son las cadenas de un vampiro.
Pero lo que hace ante todo especiales a los vampiros es su necesidad de sangre. Prueba de su relevancia es que este factor se ha mantenido invariable en todas las (numerosas) reinterpretaciones del mito vampírico. La sangre es un símbolo de la vida, el más básico que existe. Utilizamos el color rojo como señal de peligro porque al sufrir un daño sangramos. La sangre no está hecha para ser expuesta o para fluir fuera de nuestro cuerpo, sino para circular por nuestras venas. Perderla es perder vida. Y eso es lo que hacen los vampiros: extraer nuestra vida gota a gota para prolongar la suya un poco más. No se trata de la violación de nuestro cuerpo de un zombie caníbal, que es algo automático y animal, sino de la violación de nuestra propia alma. Y esta profanación la realizan de un modo consciente, inmoral, incluso sádico.
Sospechosos Habituales – Hablar de vampiros es hablar del Conde Drácula. El famoso vampiro transilvano ha visto numerosísimas adaptaciones, pero se pueden destacar cuatro. El primero fue el Nosferatu de F.W. Murnau, encarnado por Max Schreck, que incluso conoció un remake de manos de Werner Herzog (y una curiosa revisión, La Sombra del Vampiro). De apariencia demoníaca y decorados expresionistas, su nombre tuvo que cambiarse por “Orlok” por no disponer de los derechos de la obra de Bram Stoker. Después vino el Drácula de Bela Lugosi, elegante a la par que inquietante, que marcó la imagen mítica de este personaje con su larga saga del films (tanto que Lugosi haría películas de vampiros ad infinitum, como La Marca del Vampiro). Más adelante la Hammer cogió el testigo de la Universal y Christopher Lee el de Bela, creando un Dracula más animal y sanguinario para otra saga. Por último, Coppola nos trajo la versión al mismo tiempo más romántica y más explícita, y fue el versátil Gary Oldman el encargado de darle “vida”. Ha habido muchos más, pero ni la mitad de convincentes y completos que estos.
Sin embargo, son tres las películas que han destacado en los últimos años por su modo original de acercarse al mito vampírico. En primer lugar está la mejicana Cronos, donde se utilizaba el vampirismo (tratado con extremo goticismo) para hablar de la vejez y de la obsesión humana por la inmortalidad. Después tenemos La Sabiduría de los Cocodrilos, metáfora de la deshumanización de la sociedad moderna y de la necesidad de las emociones para seguir viviendo, donde encontramos a un vampiro tan desprovisto de artificios que es indistinto de un humano. Pero la mayor joya de los últimos años en el tema es Dracula: Pages from a Virgin's Diary, obra maestra donde el inclasificable Guy Maddin utiliza la obra de Stoker para trazar un romántico y ácido retrato de la maldad, ambición y crueldad humanas, a ritmo de ballet y usando la misma técnica que el cine mudo de principios de siglo. Un film a reivindicar.
Y eso es todo en cuanto a este especial. Esperamos que os haya gustado y que hayáis aprendido con él cómo enfrentaros a vuestras pesadillas. O, por lo menos, haberos dado alguna idea sobre películas interesantes.
¡Hasta el próximo especial de CINeol!