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Mis 10 mejores películas de 2025
Álvaro de Paz, 28/12/2025
10- EDDINGTON
Ari Aster ya es, sin discusión, un maestro. En Eddington juega con el absurdo para retratar de forma muy lúcida la América actual: una sociedad completamente polarizada, fragmentada y al borde del colapso emocional. Con un reparto estupendo y una trama deliberadamente desquiciada, la película funciona como una sátira feroz y contemporánea. Es incómoda, provocadora y muy consciente del tiempo que vivimos. Aster demuestra que sabe reírse del caos sin dejar de señalarlo.
9- Father, Mother, Sister, Brother
Jim Jarmusch gana por fin el León de Oro en Venecia con una película profundamente ligada a la realidad emocional y familiar de nuestro tiempo. Es una radiografía directa de las relaciones entre padres, hijos, hermanas y hermanos, marcada por silencios, distancias y heridas no resueltas. Jarmusch vuelve a su cine más esencial, observacional y humano, construyendo situaciones más que anécdotas. Es una película que pide ser vista en cine, que crece con el tiempo y que confirma, una vez más, su mirada única sobre lo cotidiano y lo íntimo.
8- F1
Estamos ante una película 100% palomitera. Un cine de gran espectáculo donde Brad Pitt, una vez más, se adueña absolutamente de la pantalla. Es una historia clásica, ya contada, pero eficaz, que funciona precisamente por su energía y su sentido del entretenimiento. Se comenta que podría haber una segunda parte e incluso que podría llegar a conectarse con el universo de Días de trueno y el personaje de Cole Trickle de Tom Cruise en la NASCAR. Sería algo así como juntar a Lestat y Louis de Entrevista con el vampiro en pleno siglo XXI. Para los que crecimos y seguimos disfrutando del cine de estas dos estrellas, sería un cruce absolutamente increíble.
7- ROMERIA
Romería es una película que no se me ha ido de la cabeza. Sigue ahí, resonando. Tiene algo magnético. Para mí, es la película más redonda y completa de Carla Simón. Esa lírica, esa forma tan delicada y honesta de contar, que remite por momentos a Lazzaro felice, confirma que estamos ante una directora ya plenamente consagrada. Con esta obra cierra su trilogía personal sobre la relación con sus padres, la droga, la muerte y la orfandad que ha marcado su vida desde niña. Es cine íntimo, pero con una fuerza universal.
6- LOS DOMINGOS
Los domingos es, para mí, la mejor película del año en España. Una obra que ya se sitúa en una especie de pódium histórico junto a títulos de grandes autores como Saura o Buñuel. Es una película que, con el paso del tiempo, quedará incrustada en el lugar que merece dentro de nuestra cinematografía. Su directora, Alauda Ruiz de Azúa, se consolida aquí como una voz absolutamente fundamental del cine español contemporáneo.
Anatomía de un instante es una serie extraordinaria. Aborda un tema dificilísimo con una solvencia admirable. Tiene un gran director y un reparto excepcional. Parece sencillo decirlo así, pero precisamente no lo es. El equilibrio entre complejidad histórica, tensión dramática y claridad narrativa es lo que le da un valor enorme y la sitúa muy por encima de la media.
Sinners es una película poderosa, incómoda y muy física. Una obra que no busca agradar, sino sacudir. Tiene algo de cine primitivo, de pulsión moral y violencia soterrada, que conecta con un cine más radical y menos complaciente. Es una película que sorprende, arriesga y gana, y precisamente por eso se queda. No es una obra para todos, pero sí una película necesaria.
Aquí estamos ante cine clásico elevado a gran espectáculo adulto. Una película que entiende el conflicto no solo como enfrentamiento físico, sino como choque de ideas, de posiciones vitales. Tiene una narrativa sólida, un pulso constante y una ambición clara por contar algo más grande que sus propios personajes. Es una de esas obras que demuestran que todavía se puede hacer gran cine moderno que se reinvente bebiendo del clásico y de homenajes recientes pero con estilo y sin aburrir.
Una película profundamente humana. Emociona sin manipular y conmueve sin subrayar. Su grandeza está en la mirada: en cómo observa a sus personajes, en cómo les da espacio, dignidad y tiempo. Es una película que habla de la redención, de la posibilidad de cambio, de la belleza que puede surgir incluso en los lugares más inesperados. De esas películas que te reconcilian con el cine como experiencia moral y emocional, una obra que respeta las vidas de las personas de las que habla.
Trier bebe de Bergman no por imitación, sino por instinto: en esa capacidad de mirar a sus personajes desde dentro, de convertir pequeñas fisuras humanas en terremotos interiores, de generar silencio donde otros gritarían. Bergman, en cuyos filmes los actores parecían sombras y las sombras parecían actores, marcó una estela plateada que aquí resurge en clave moderna, colorista, actual, pero igualmente profunda.
La historia está construida con una precisión extraordinaria. Stellan Skarsgård, majestuoso, entrega la que probablemente sea la interpretación de su vida. Aquí, por fin, va a ganar este año el Oscar a Mejor Actor Secundario: su trabajo tiene esa mezcla de fragilidad y autoridad que solo aparece una vez cada década.
Junto a él, su actriz protagonista Renate Reinsve, la cual está una vez más maravillosa; merece una nominación al Oscar. Su interpretación recuerda a esas uniones míticas entre director y actriz que definieron etapas:
– Liv Ullmann con Bergman,
– Carmen Maura con el primer Almodóvar,
– Penélope Cruz con el segundo Almodóvar.
Esa simbiosis artística donde la actriz entiende tan profundamente la mirada del director que termina encarnando su visión. Esa idea que mencionaba Campanella: Ricardo Darín es el personaje que yo querría ser en la vida real. Aquí ocurre lo mismo.
Ella es el personaje. Lo contiene todo.
La película plantea una situación compleja, incluso arriesgada, y el espectador se pregunta de manera inevitable si será capaz de encontrar una salida emocionalmente satisfactoria. No solo lo logra: trasciende. Construye un final ascendente, luminoso, profundamente humano. Un final que se agarra al corazón.
Porque Valor Sentimental habla, en el fondo, de algo universal: los padres que, entregados a su vocación —en este caso, el cine—, olvidan que las películas no son la realidad. Y son sus hijas quienes se lo recuerdan.
Es un canto al amor, al oficio, a la responsabilidad y a la memoria afectiva.
En definitiva:
una obra maestra contemporánea.
Una película imprescindible.