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Seminciando 2010: Una sorpresa murciana

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3 Comentarios

Mientras escribo esto, el palmarés se ha dado a conocer hace 8 horas y queda poco para la gala de clausura del festival, que tendrá lugar, como siempre, en el Teatro Calderón. A mediodía me despedí de una lluviosa Valladolid y cogí un avión para llegar a… ¿la lluviosa Murcia? ¿Qué ha pasado en mi ausencia? Sea lo que sea, una cosa me ha impactado al llegar, una comparación odiosa: en mi calle hay por lo general dos o tres vagabundos pidiendo limosna, mientras que en todo Valladolid sólo me he cruzado con uno, el simpático barbudo de la puerta del Día, que en cuanto tiene suficientes monedas entra al supermercado a agenciarse un cartón de vino. Cuanto menos, curioso.


La última jornada de la Seminci se presentaba tranquila: las grandes películas ya se habían presentado, y lo que quedaba era relleno para dar carpetazo al certamen cuando toda la prensa y el público comienza ya a estar exhausto. Y sin embargo, aun así se ha visto buen cine. Ahora bien, la película escogida para cerrar el festival no ha sido precisamente lo más destacado. Resulta bastante triste que, mientras Black Swan se está convirtiendo en una sensación entre los festivales europeos, la Seminci haya decidido cerrar con una película de danza bastante más discreta: El Último Bailarín de Mao. No es que haya visto la cinta de Aronofsky, pero estoy seguro de que aprovecha mejor la capacidad expresiva del ballet que Bruce Beresford, que se limita a colocar la cámara en posición de retransmisión televisiva y a alternar entre planos largos y medios, con alguna cámara lenta como único recurso distintivo. Es un parco currículum para un filme en el que la fuerza del baile debería actuar como motor de la historia, así que el resultado es apagado y telefilmero.

No quiere decir eso que sea mala cinta. Sin salirse de lo rutinario y previsible en el biopic del show business, la película entretiene y consigue emocionar en algunos momentos. Sobre todo su primera mitad está narrada con pulso y se sigue sin pestañeos, como una muestra de buen cine comercial que, sin ser memorable, sí que consigue dejar satisfecho al público mayoritario. La cosa se tuerce un poco a partir de la escena del consulado chino, en donde la historia sufre un parón que rompe el ritmo por completo, tras lo cual nunca termina de volver a arrancar con la firmeza de su anterior tramo. Sin embargo el resultado es de fácil visionado, y como acudía fuera de competición, tampoco molesta demasiado su elección.


Siguiendo con la Sección Oficial, bastante mejor es la taiwanesa The Fourth Portrait, que casi no llega a tiempo por culpa de la huelga de controladores franceses. Se trata de un agradable drama con gotas de humor sobre un niño que, tras perder a su padre, busca su lugar en el mundo a través de diversos ‘maestro’, cada cual menos indicado para educarle. Pese a que por momentos es muy divertida, el tono general es más bien amargo, triste, con un regusto a sueños rotos por un pasado que actúa como losa, bien sea por culpa de una pérdida o por haber hecho algo que permanece en la memoria como un fantasma, un remordimiento. Además, a diferencia de buena parte del cine oriental, no está narrada como si el director esperase a que las flores creciesen para decir ‘corten’. El ritmo es pausado, pero no estático, y el foco está en la trama y los personajes, no en la belleza del paisaje. No es una cinta perfecta, porque también padece cierta inconsistencia narrativa: al ir pasando de un cicerone a otro, el filme va cambiando continuamente de tono, género y argumento, como si cada media hora comenzase la historia desde cero, lo que entorpece la construcción de un mensaje que englobe el conjunto. Pese a ello, una cinta notable.


Menos destacable es la española Vidas Pequeñas, una dramedia que, como su nombre indica, pertenece al subgénero de las historias cruzadas. Como tal, es una película irregular porque unos personajes y unas tramas son más interesantes que otras, o tienen más peso, o se desarrollan a ritmos distintos. Además, en ocasiones Enrique Gabriel fuerza demasiado la metáfora o la frase profunda para dejar claro lo que el espectador debe extraer de su obra, es decir, que la vida es frágil y que el único sentido que tiene se encuentra en las cosas pequeñas de todos los días y en las personas que tenemos cerca, no en la posición social. También hay que decir que en algunas escenas, Gabriel dirige con una mano llena de sensibilidad que hace más cercanos a los personajes y llega a emocionar, por lo que el conjunto se ve con interés. Lo que pasa es que el resultado no está a la altura de lo que podría haber sido con un guión más compacto. Respecto al reparto, tan importante en estas películas, están todos correctos, destacando a Alicia Borrachero sobre los demás.


Para películas españolas potentes hay que irse a la sección Tiempo de Historia, donde ayer se pudo ver Nagore, un documental que aborda con tacto y firmeza el caso de Nagore Laffage, asesinada brutalmente en Pamplona en 2008. Combinando la parte personal, con testimonios de los familiares de la fallecida, con la explicación detallada de la investigación y el juicio posterior, el filme consigue transmitir el drama que supone perder a un ser querido. Y lo hace con un poder emocional desprovisto de sensacionalismos, caminando grácilmente esa fina línea que separa la información de la explotación. Además, mediante la utilización de los vídeos del propio juicio y la intervención de todas las partes personadas en la causa, se pone voz a todos los matices legales del caso, y se reflexiona sobre la adecuación y efectividad del sistema judicial. En resumen, un trabajo equilibrado de gran impacto emocional.

Como nota curiosa, mientras la veía no podía dejar de fijarme en que los de la fila de delante estaban llorando desde el minuto 5, y yo pensaba, “vaya, sí que está afectando a la gente, qué blandos que son”. Cuál sería mi cara de sorpresa y sonrojo cuando se encienden las luces y compruebo que es la familia de Nagore al completo…


Y para el final dejo la película que da título a esta última crónica, esta vez en la sección Punto de Encuentro: The Unmaking of (O Cómo no se Hizo), del murciano Chumilla Carbajosa. Y es que, ante la uniformidad y falta de riesgo formal imperante en la muestra (aunque dentro de un gran nivel de calidad, eso sí), es refrescante ver una cinta tan experimental y metalingüística como esta, y además poder afirmar que la puede ver todo el mundo y se lo van a pasar bien. Ahora podréis decir que sólo la alabo porque el director y los actores son de mi tierra, y la película me ha provocado morriña porque está rodada aquí. Craso error. Si acaso, le tenía desconfianza al proyecto. ¿Podía estar un murciano a la altura de tan complicado y ambicioso objetivo como es hacer un falso documental mezclando personajes reales e imaginarios, sucesos reales e imaginarios, sobre una película fallida de hace 18 años?

La respuesta es un rotundo sí. Chumilla está a la altura tanto en lo tocante a lo visual (donde demuestra un gran dominio de la cámara en los múltiples lenguajes que emplea, desde el plano secuencia estilizado hasta el estilo documental) como en lo narrativo (titánica labor de montaje la que ha llevado a cabo para conseguir un producto tan compacto y con tantos niveles de historia a partir de materiales rodados a lo largo de dos décadas). Pero es que además, el juego que propone al espectador es muy estimulante. Por un lado, se trata de un análisis del cine como mecanismo expresivo, como fuente de emociones y como receptor/transformador de la memoria. Por otro, es una visión de una región en la que el tiempo parece haberse detenido o como mucho haberse deteriorado, una comarca que ha quedado anclada en el momento en el que un visionario director pisó su tierra. Además, también es una caja china donde realidad y ficción se confunden, se entrelazan, se separan y se influyen mutuamente hasta el punto de que nuestras expectativas se difuminan y se construye una especie de ‘metapelícula’. Con elementos tan complejos uno pensaría que está ante una cinta densa y complicada, pero no. Una de sus grandes virtudes es que se trata de una cinta muy entretenida y que se sigue con avidez, que engancha desde el principio, y que hará las delicias de cualquier amante del Séptimo Arte.

Y eso es todo por esta edición. En unos minutos tendréis disponible el polémico palmarés, con su ración de cotilleo, y mañana habrá un resumen de lo mejor y lo peor del festival en mi opinión junto a una pequeña crónica de esas otras grandes obras: los cortometrajes.

 

Fuente: CINeol | Visitada: 1653 veces


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Comentarios (3)

16:28 - 02/11/2010

Tentaculo Morado

Debe ser un palo revivir la tragedia de una hija una y otra vez, y aún así necesario para que se haga justicia. Pobres.

Y macho, lo de tu colega murciano y expresando mi opinión totalmente ajena al de un cinéfilo respetable ha sonado a coñazo de impresión... :P

19:42 - 02/11/2010

Damned Martian

Tentaculo Morado escribió:Y macho, lo de tu colega murciano y expresando mi opinión totalmente ajena al de un cinéfilo respetable ha sonado a coñazo de impresión... :P

[burn]

Entonces es que lo que he escrito no le hace justicia, porque la peli es muy entretenida y nada difícil ni árida de visionar. Es un poco como ese falso documental que hizo Peter Jackson, que aquí se llamó La verdadera historia del cine.

15:36 - 03/11/2010

Tentaculo Morado

Igual no tenías que haber mencionado que era compadre, aunque me sigue sonando a escuela de arte para personas que ven flores geniales en dos trazos y medio :P


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