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Zinemaldia 2022 (VI). Vuelo rasante en Sección Oficial

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Cuando se anunciaron los títulos españoles en la Sección Oficial de esta 70 edición del Festival Internacional de Cine de San Sebastián dos de los nombres más celebrados (además del ya comentado Jaime Rosales) fueron el de Pilar Palomero y Fernando Franco que competían en Donosti con su segunda y tercera película respectivamente. Había muchas expectativas que lamentablemente, o al menos para el que escribe, no se han cumplido.


LA CONSAGRACIÓN DE LA PRIMAVERAa () es el regreso a la dirección de Fernando Franco, tras cinco años de parón, en ella cuenta la historia de Laura quien a sus 18 años acaba de llegar a Madrid para estudiar en la Universidad. Una noche, por casualidad, conoce a David, un chico con parálisis cerebral. La relación con él y con su madre proporcionará a Laura el impulso necesario para superar complejos e inseguridades y encarar con confianza una nueva etapa.

Con un tono sobrio y bastante quirúrgico, Franco, pone sobre la mesa el tan polémico tema de las asistentes sexuales para personas con limitaciones físicas. Y lo hace alejándose de la comedia, como hacía la bastante recomendable Las Sesiones, adquiriendo un tono frío y distante, exponiendo la situación sin entrar a juzgar a sus personajes ni sus acciones y además, en los que es un acierto, aprovecha lo turbio y polémico de la situación para dotar a la protagonista de una profundidad y complejidad moral que en otras manos no se daría. Una decisión que nos hará replantearnos el hecho de haber estado apoyando a Laura durante toda la película.

Si en las dos películas anteriores del director no había ni un rendija por la que se colase la luz, y el drama se extendía en la pantalla hasta ahogar al espectador provocando un agotamiento parecido al de sus protagonistas, en esta ocasión nos encontramos ante su trabajo más accesible, amable y luminoso, a pesar de los rincones oscuros que esconde la historia, y esto se debe en parte a la relación que se construye entre Laura y David, y la buena química que desprenden en sus escenas juntos Valeria Sorolla y Telmo Irureta, aunque también es con ellos en pantalla cuando se producen algunos momentos en los que el guión quiere ocupar más de lo necesario provocando situaciones demasiado forzadas e impostadas. Momentos que chocan con el tono más realista y sútil que tiene la cinta en su mayor parte y que acaban provocando un resultado final irregular.


Algo parecido le sucede a Pilar Palomero en su segunda película, LA MATERNAL (), donde Carla, una joven de 14 años desafiante y rebelde que vive en un viejo restaurante de carretera en las afueras de un pueblo con su joven madre soltera, con la que mantiene una complicada y explosiva relación, mientras falta a clase y pasa las horas con su amigo Efraín. Cuando la asistenta social se da cuenta de que está embarazada de cinco meses, Carla ingresa en 'La Maternal', un centro para madres menores de edad donde comparte su día a día con otras jóvenes como ella.

Palomero opta por mantener un tono realista, cercano al documental, de su primera película, Las Niñas, pero con una estructura más convencional en su desarrollo. La película se mueve entre las aguas turbulentas del carácter de Carla, las peleas con su madre y sus ataques de egoísmo juvenil y las aguas tranquilas del día a día de las chicas en el centro donde la película se permite parar a escuchar sus historias, unas vivencias lo suficientemente duras como para necesitar más drama por lo que la joven directora simplemente deja la cámara en el centro del grupo haciendo que el espectador se sienta como uno más. En esos diálogos entre las madres se apunta el dilema del aborto, al que ellas no han podido acceder por haberse enterado que están embarazadas demasiado tarde, una conversación con posiciones encontradas y que podría haber dado para profundizar más pero la película está más interesada en centrarse en el desarrollo del viaje vital de la protagonista. Interpretada por Carla Quílez es la combinación perfecta de talento y excelente manejo de las nuevas directoras para sacarle el máximo partido a sus jóvenes protagonistas y que se suman a la ya mencionada Las Niñas, Libertad o Verano 1993. Un torbellino emocional que consigue que un personaje por momentos antipático, debido a su egoísmo, problemático, gritón y explosivo acabe siendo simpático y por momentos adorables gracias a esas secuencias en las que vemos su fragilidad, donde volvemos a caer que a pesar de lo duro de su vida, ella sigue siendo solo una niña.

El festival va llegando a su fin y el cansancio empieza a ganar la partida, por lo que cada vez se hace más complicado el mantener los ojos abiertos durante las proyecciones. Si encima de todo eso se proyecta una película oscurísima, desagradable y tediosa la batalla parece perdida.


GREAT YARMOUTH. PROVISIONAL FIGURES () nos sitúa en Octubre de 2019, tres meses antes de la entrada en vigor del Brexit, en Great Yarmouth, Norfolk (Reino Unido), donde cientos de trabajadores migrantes llegan desde Portugal en busca de un empleo en las fábricas locales de procesado de carne pavo. La encargada de ayudarles es una inmigrante portuguesa que actualmente está casada con un hotelero inglés. En esa inmigración alegal, con condiciones laborales miserables, el equiparar a los trabajadores con los pavos del matadero es la metáfora menos sutil que se ha visto en años, y un turbio ambiente que la fotografía del film se encarga de potenciar con un tono muy oscuro, con mucho grano digital que le da un acabado visual muy feo. Y es que no contento con que la historia ya de por sí sea desagradable Marco Martins apuesta todo a la oscuridad, tanto en la imagen como los personajes, haciendo que todos sean antipáticos, egoístas y despreciables. En esa espiral de descenso a los infiernos en la que la protagonista se ve metida, por culpa de sus propias mentiras y sus prácticas ilegales, el director portugués opta siempre por la máxima de “más es más” aumentando, a medida que pasan sus los tediosos minutos, la decadencia moral y el estado de putrefacción del relato consiguiendo que ante tanto exceso se produzcan momentos de vergüenza ajena que hacen tambalear la propia credibilidad del relato.

Una vez vista sé que le hubiese sacado más partido si hubiese optado por dormirme en vez de luchar conmigo mismo para mantenerme despierto porque ni el buen hacer actoral de Beatriz Batarda consiguen hacer relucir una película tan anclada en las sombras que lo único que consigue es acabar con las ganas de vivir de los espectadores, aunque, pensándolo bien, a lo mejor ese era su objetivo único.

En el próximo artículo repasaremos los últimos títulos en competición y haremos un listado de las películas que nos gustaría que apareciesen en el palmarés de esta 70 edición. Hasta entonces nos vemos en los cines.

Este año también comentaré más películas en el Podcast de Cinema Manifesto y como todos los años podéis leerme en la cuenta de twitter Charlyr2d2.

 

Fuente: CINeol | Visitada: 437 veces