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Zinemaldia 2019 (VI). Juventud, divino tesoro

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Una vez se acerca el final del Zinemaldia empiezan a aparecer sentimientos encontrados; por un lado el cuerpo pide descanso para recuperar fuerzas y por otro las ganas de seguir disfrutando de las películas y de las charlas con conocidos (ya amigos) en las colas mientras esperamos a entrar a otra sesión nos hacen desear que el festival dure una semana más. Y eso a pesar que este año la Sección Oficial no está dejando películas brillantes (quizás la única es La trinchera infinita) aunque si que hay títulos interesantes en su planteamiento o en ciertos aspectos de su desarrollo pero que no terminan de conseguir cuajar en su resultado final, lo que provoca una sensación general de desánimo ante lo que queda por ver en la competición oficial.

Dentro de ese grupo de películas, que no terminan de convertirse en notables, nos encontramos dos títulos vistos en estos últimos días de competición y que comparten varios elementos en común: son películas dirigidas por mujeres y nos presentan a jóvenes protagonistas femeninas que deberán luchas por encontrar su camino y futuro en la vida ante situaciones adversas.

Con LA HIJA DE UN LADRÓN , Belén Funes presenta su primera incursión en el largometraje a competición por la Concha de Oro. En ella nos encontramos la historia de Sara, una joven de 22 años, con un bebé y un deseo de formar una familia normal junto a su hermano pequeño y el padre de su hijo. Pero sus planes sufrirán un revés cuando su padre, tras años de ausencia y al salir de la cárcel, decide reaparecer en sus vidas.

Como decíamos en otros artículos, referentes a la sección de New Directors, nos encontramos nuevamente un trabajo con buenas ideas, aciertos en su concepción con un tono casi documental y que basa gran parte de su potencial en jugar la carta en un excelente e impactante final pero que no demuestra un estilo propio, estética y argumentalmente es un film que bebe directamente de los hermanos Dardenne pero en vez de potenciar las acciones que ayuden a evolucionar (o no) al personaje acaba reincidiendo en lo cotidiano haciendo que, por momentos, la situación en la que se encuentra la protagonista (y que es el motor de esta historia) quede diluida.

Si por algo hay que destacar la película, además de por esos momentos de brillantez y el final, es por el trabajo actoral de Greta Fernández y Eduard Fernández (padre e hija dentro y fuera de la pantalla.
Greta se carga todo el peso de la película a sus espaldas de una manera brillante y si bien durante todo el metraje se hecha en falta una escena que haga que termine de explotar su talento con la llegada de la escena final se justifican todos y cada uno de los elogios y premios que, desde ya, va a empezar a recibir.

Después de lo desubicado, sobreactuado y poco creíble que había visto a Eduard Fernández en Mientras dure la Guerra me daba un poco de miedo descubrir con qué me iba a encontrar y el resultado ha sido el papel más contenido, emocionante y diría que generoso, por como cede en las escenas conjuntas protagonismo a su hija que es la que tiene que cargar con el peso de la película, y demostrando que solo con su presencia y su mirada podemos sentir el miedo de Sara ante la posibilidad de que su vida vuelva a desmoronarse.

Si con The other lamb hablaba que me quedaría solo defendiéndola en este caso me encuentro en el barco de los que no han se han entusiasmado con la película. Un barco que, todo hay que decirlo, va bastante vacío pues la recepción general entre crítica y público es bastante favorable.

Desde Barcelona viajamos a Inglaterra para conocer la historia de ROCKS , una adolescente, que ve como su vida da un vuelco el día que su madre le abandona, junto a su hermano pequeño, dejándole una simple nota con un “lo siento” y algo de dinero. Desde ese momento Rocks intentará por todos los medios quedarse con su hermano y evitar que los servicios sociales los separen, apoyándose en sus amigas.

Si bien la película abre de manera prometedora presentando a un grupo de jóvenes carismáticas y divertidas en su día a día del nuevo inicio de curso escolar cuando se produce el hecho que llevará a la protagonista a tener que adquirir una responsabilidad que no le correspondería a su edad la cinta empieza a perder interés y llega a caer incluso en la reiteración.

Sarah Gavron dirige una cinta que recuerda en el tono y la forma al cine de Ken Loach, cuando este no estaba ahogado por el discurso machacón y de brocha gorda que tienen sus últimas películas escritas por Paul Laverty, y peca, al igual que en La hija de un ladrón, de moverse por territorios ya conocidos sin aportar ninguna visión fresca o diferente a historias mil veces contadas. Aunque si en la propuesta española su potente final le hace sumar puntos en la valoración final de la película aquí nos encontramos con una resolución que busca lanzar un rayo de esperanza al futuro de la joven pero que no termina de funcionar con todo el discurso anterior del film, más centrado en las dificultades encontradas por la protagonista al ser abandonada por su madre y como el querer proteger a su hermano acaba afectando al único pilar de apoyo que le queda, sus amigas del colegio.

Bukky Bakray, como Rocks, brilla con luz propia con una naturalidad que traspasa la pantalla consigue que el hecho de cargarse todo el peso de la película sobre ella parezca fácil.

Rocks es la clara muestra de lo que ha sido la sección oficial de este año, una propuesta interesante que en gran parte de los casos no llega a explotar o acaba derivando en terrenos ya conocidos que le restan riesgo e interés al resultado final. Por suerte, en determinadas ocasiones, la sección New Directors consigue salvar el día, de películas que nos provocan indiferencia, con alguna sorpresa agradable. Una de ellas fue La Inocencia.

El año pasado tuvimos en Viaje al cuarto de una madre el debut más aplaudido del año y parece, viendo la recepción en este Zinemaldia, que este año Lucía Alemany recogerá el testigo y es curioso que en ambos casos la relación materno filial forma parte de la espina dorsal de sus historias aunque varíen los puntos de vista.

En LA INOCENCIA , Lis, una adolescente que sueña con convertirse en artista de circo y salir de su pueblo, disfruta del verano en un pequeño pueblo de Castellón, se pasa el día jugando con sus amigas y tonteando con su novio, unos años mayor que ella. La falta de intimidad y los continuos chismorreos del pueblo le obligan a llevar su relación en secreto para que sus padres no se enteren. Hasta que un embarazo no deseado hará que todo su mundo de un vuelco.

Lucía Alemany, como bien explicó en el coloquio posterior a la proyección, basa su película en dos pilares muy importantes; el contar una historia cercana en un ambiente que conoce bien (ella es del pueblo donde sucede la película) y hacerlo desde la naturalidad y frescura que da basar su rodaje en la improvisación actoral (marcando unas situaciones pero dejando que la escena fluya por la relación de los propios actores y actrices). Este último punto es el que da a la película más autenticidad a lo que suma puntos que se haya contado con vecinos y vecinas del pueblo para pequeños papeles acompañando a interpretes consagradísimos como Laia Marull o Sergi López. Aunque la gran revelación de la película es el debut de Carmen Arrufat, quien atrapa con su desparpajo y naturalidad y es clara candidata al Goya a actriz revelación de este año.

La película esquiva, inteligentemente, los elementos más dramáticos de la historia para centrarse en situaciones que juegan con el costumbrismo del pueblo para generar momentos cómicos muy auténticos y espontáneos que provocaron las risas durante gran parte de la proyección incluyendo aplausos en una determinada escena. Los mismos aplausos que aparecieron con los primeros títulos de crédito y hasta el final de los mismos.

La Inocencia es, para el que esto escribe, la mejor película de las vistas en New Directors y espero que la buena acogida en el Zinemaldia se repita en su paso por salas este mismo otoño.

Twitter Carlos Fernández

 

Fuente: CINeol | Visitada: 903 veces