Si Michael Haneke explotara un poco más la vena de humor negro de su cine le saldría algo parecido a esta película, pues Canino (o Kynodontas) tiene muchas de sus características, tanto formales como temáticas: de lo primero toma la construcción del filme en planos fijos que cortan los cuerpos de los actores, la práctica ausencia de música no diegética, los diálogos escuetos y la falta de motivación para los actos de los personajes, que acercan al filme a una visión conductista de la realidad y la alejan de lo que en Estados Unidos hubieran rodado con un guión así. De lo segundo el realizador griego adopta la despiadada critica a la sociedad burguesa típica del austríaco, así como una violencia seca y dolorosa que, sin embargo, está más cercana a la que podemos vivir en nuestra vida diaria que a la que se ve en tantas películas tremedundas, americanas o no.
Lanthimos parte de un argumento del que se podía haber sacado un thriller de terror y, en cambio, explora su vena más antropológica, experimentando con las posibles reacciones de los hijos cautivos en esa casa de diseño en la que sus padres (¿malvados?, ¿sobreprotectores? Nunca llega a quedar claro) les mantienen encerrados. Es en este aspecto dónde aparece un humor seco y desconcertante, pues la relación de las chicas y el chico ante elementos que nosotros consideramos, o al menos creemos considerar, perfectamento definidos y compartimentados (desde el sexo y las relaciones con los demás hasta la propia individualidad) no se basa en ningún principio establecido, y, por ejemplo, el sexo no es placentero (sólo es un medio para conseguir otras cosas), los animales más inofensivos son bestias peligrosas y tener un nombre es sinonimo de poder y valor. El director juega con estos elementos para crear una extrañísima comedia negra, pero en ningún momento se olvida del que parece su principal propósito, que es, mediante la exageración, criticar a las clases altas europeas, en las cuales los padres mantienen a sus vástagos en una burbuja de irrealidad, moldeando su percepción según unas ideas falsas y no dejando que se enfrenten al mundo real, creando con ello algo muy peligroso: una generación de personas aisladas de los que les rodea, vícitmas del síndrome de inmadurez, que, sin embargo, son las que van a hacerse con las riendas de la sociedad en los proximos años. Desde luego esta es una visión muy parcial del significado de la película, y hay un montón de elementos que también se podrían analizar, como la concepción del sexo como algo que sólo merece el hombre, la obsesión con el coche o el papel del perro de caza (esto no acabé de entenderlo bien) pero, ya se sabe, la mente humana saca intepretaciones generales de cualquier obra artística, y cuanto más crípticas es más tiende a hacerlo
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Resumiendo, se trata de una película muy interesante como investigación antropológica que, sin embargo, cojea un poco a la hora de presentar un desarrollo argumental. Durante la primera media hora temí que el filme no pasará de presentar la vida cotidiana de los cautivos: afortundamente estaba equivocado, y poco a poco, y de manera muy sutil, sí que se produce un cambio en uno de ellos, el cual culmina con la que es, sino la más dura, si la más impactante escena de la película. Y es que todavía me duelen los dientes al recordarla...