Creo que este es uno de esos casos rarísimos que solamente ocurren muy de vez en cuando: y es que esta película ¡no tiene ni un sólo voto en Filmaffinity! Así es, señores y caballeros, he encontrado una película que, aparentemente, nadie ha visto. Y es tan chocante porque hay películas filipinas compuestas por cuatro planos secuencia que tienen un buen puñado de votos, mientras que este thriller francés del año 2003 (es decir, que ya ha habido tiempo de que alguien la vea) ha sido totalmente ignorado. ¿Cómo es posible? Obviamente algo tan extraño llamó mi atención, y decidí echarle un vistazo a la película de marras por ver qué se ocultaba detrás de su intrigante carátula.
Y lo que me he encontrado ha sido, sencillamente, una película estupenda, un thriller que supera el género en que se enmarca para convertirse en una pieza estética de gran valor. No entiendo como este Gilles Bourdos puede ser tan desconocido (al menos en España), porque es un director cojonudo, alguien que armoniza puesta en escena y planificación de manera tan original como vistosa, pero sin llegar a recargar el conjunto ni a hundir el fondo en la forma. Inquiétudes está rodada de tal manera que se la diferencia al instante del resto de películas, pues prácticamente en todos los planos hay un ligero movimiento de la cámara hacia izquierda o derecha, un movimiento suave y fluido que nos translada de manera casi imperceptible por el escenario; sin embargo esta marca de estilo no es simplemente una chulería, pues está directamente relacionado con uno de los temas que la película trata (la perfección de los espacios geométricos), y además sirve para transmitir nueva información sobre la situación mostrada. Precisamente a esta función responde uno de los momentos más impresionantes de la media hora inicial: aquél en el que, después de que
el protagonista haya asesinado a su tío
la cámara se desplaza por el pasillo y viaja en el tiempo para mostrar, en el mismo escenario, una escena perteneciente a la horrible infancia de este. Sencillamente magistral. A continuación la narración toma otro rumbo y durante un rato puede descolocar al espectador, pero una vez todas las cartas están sobre la mesa lo que queda es un thriller con psicópata posesivo y chica que no sabe dónde se mete, historia mil veces vista pero que aquí toma una nueva dimensión debido a su tratamiento.
Y lo más curioso es eso: el argumento no puede ser más sencillo y conocido, incluso tópico. Lo que marca la diferencia es la manera en que Bourdos lo pone en escena, componiendo los carácteres de los personajes con unas pocas pero intensas pinceladas, y creando una acertada ambigüedad moral en torno a sus comportamientos que lo alejan de las americanadas con planteamientos similares: ¿es el chico un asesino sin escrúpulos, o más bien una víctima de sus circunstancias?, ¿realmente es ella tan inocente como parece?, ¿y su madrastra, teniendo tantos rasgos negativos, no es en el fondo más honesta y mejor persona que ella? Las fronteras entre buenos y malos, víctimas y verdugos, aunque al comienzo parecen claras, acaban diluyéndose conforme pasan los minutos, y esos incómodos cambios de percepción nunca dejan de estar enmarcados dentro del tema principal del filme, al que no hay que dejar de prestar atención: el de la perfección total de la geometría en contraposición a la imperfección y mediocridad de las relaciones humanas, simbolizado en el moderno edificio de color blanco impoluto en el que el protagonista quiere meter a su amada, y que queda resumido en ese bellísimo plano final. Un tema que (igual me columpio un poco al afirmar esto) remite directamente a Antonioni, pero al que Bourdos no supedita el resto de la película, pues en ningún momento esta deja de ser un thriller psicológico de desarrollo argumental convencional.
Sin embargo, y a pesar de sus numerosísimas virtudes, si no le he dado el sobresaliente es porque no acaba de resultar tan perfecta como las construcciones que muestra, y es que por momentos (y a pesar de que antes he afirmado lo contrario) el esteticismo del director le puede, volviéndose un pelín excesivo para lo que se pretende contar: me estoy refiriendo al uso de la banda sonora, que en algunas escenas carga las imágenes, como queriendo imponerse a ellas, y al recurso de la voz en off, utilizada en un par de momentos y que perfectamente podría haberse eliminado, pues no ofrece nada que no digan las imágenes. Es quizás en esos compases cuando parece que el realizador se proponga utilizar todos los recursos cinematográficos a su alcance, sean estos necesarios o no. De todas maneras estos son fallos menores que saco porque me estoy poniendo quisquilloso, pero que no empañan el resultado final.
Definitivamente, a veces pasan cosas raras, y una de ellas es que esta película y este director sean totalmente desconocidos, porque no lo merecen, y porque además no se trata de un cine complicadísimo reservado para unos pocos intelectuales, sino que puede ser perfectamente disfrutada por cualquiera, ya que ofrece de todo: quién busque suspense se encontrará con un brillante filme de género, y quién quiera algo más tiene profundidad de sobra para escarbar. Palabra del Pingüino.