por El Pinguino » 24 Oct 2009 13:11
Los primeros 40 minutos son tremendos, hermosísimos y subyugantes. Albert Serra ha mejorado su manejo de la cámara desde Honor de Cavalleria, que parecía rodada por cuatro amigos durante un fin de semana en el campo, y aquí ofrece una estética realmente trabajada, que creo que exige ser vista en una pantalla de cine para apreciarla en su totalidad. Igual que en la chifladura del Quijote, aquí no hay hilo narrativo, ni descripción psicológica de los personajes ni nada parecido, sólo recreación en unos desérticos paisajes fotografiados con inmejorable blanco y negro, pero, a diferencia de su ópera prima, aquí el catalán ofrece una mirada personal a ese paisaje, una mirada poética especial: al igual que en Gerry, no hay que esperar una trama, simplemente dejarse llevar por sus imagenes, como si fueran cuadros en movimiento. Personalmente me quedo con ese plano sostenido de los tres reyes, como manchitas apenas visibles, perdiéndose en el horizonte lentamente para después volver a surgir, mientras las nubes pasan por el cielo y la luz cambia, hasta que llega un momento en que cielo y tierra se confunden en una misma a los ojos del espectador. Impresionante.
Lamentablemente parece que las ideas visuales se le acaban a Serra cuando se centra en unos apáticos María y José, momento en que mi interés comenzó a decaer para no volver a recuperarlo más. El catalán intenta adoptar un estilo bressoniano en esta parte, únicamente logrando, a mi juicio, demostrar su incapacidad para levantar un discurso interesante o mostrar alguna buena idea. Planos eternos sobre los dos actores que únicamente parecen servir al propósito de alargar el metraje para llegar a los 90 minutos. Y ya el colmo es ese plano completamente a oscuras, en el que no se ve nada de lo que ocurre en escena. Si su objetivo es lograr un naturalismo total (es de noche, los personajes están a oscuras, pues que el espectador tampoco vea nada) me parece una soberana chorrada. Para cuando llega el momento clave del filme (la Adoración) ya me había quedado patente la voluntad de estirar más allá de lo razonable una anécdota: una anécdota importantísima de nuestra cultura, seamos católicos o no, pero no por ello menos anécdota.
En fin, como realizador al margen del cine convencional creo que este hombre tiene madera y en el futuro puede llegar a hacer algo grande, pero le queda bastante camino por recorrer: quizás viendo el cine de Tarr o Angelopoulos pueda aprender algo. Eso sí, como personaje es un auténtico soplo de aire fresco en el rancio panorama nacional, alguien sin pelos en la lengua ni ninguna diplomacia, lo cual, aun pudiendo ser pura fachada provocadora, se agradece en un mundo infestado de corrección política.
Última edición por
El Pinguino el 27 Oct 2009 10:01, editado 1 vez en total