Si nos quejamos de lo mal que está el cine español - y lo mal que está España en general - es porque no nos comparamos bastante: el cine italiano está muchísimo peor - e Italia muchísimo peor que España, aunque aún nos supere en renta per cápita gracias a lo que gana la mafia. Así pues, ¿qué esperar de una coproducción italoespañola? Pues eso: un truño.
La película es un telefilme infumable. Con unas interpretaciones insulsas, un guión pobre y unos efectos especiales que hubiesen hecho sonrojar a Ed Wood, la película es como una peli italiana de las de Jaimito en los años setenta, pero aburrida y (casi) sin tetas.
Todos los intérpretes actúan como si padeciesen parálisis cerebral, hasta el punto que no ya las escenas se te hacen largas, sino simplemente las frases. La película se rodó en inglés, o en italiano, no sé, pero el caso es que el doblaje todavía empeora el resultado. Cada frase pronunciada tiene no menos de seis pausas. El efecto es si cabe todavía más patético teniendo en cuenta que el reparto no estaba formado precisamente por aficcionados - excepto quizá Blanca Jara.
La trama no da más que para cincuenta minutos de metraje, por lo que para llegar a las dos horas de película bien se habría podido apostar por profundizar más en los personajes. En lugar de eso el director prefiere colocar escenas superfluas: un primer plano de una mano, un travelling de un río, una escena de baile en la corte, las infantas jugando con un barquito en el estanque de palacio... y el tiempo es lo único que pasa en la película. Eso sí, a un ritmo intolerablemente lento.
Para rellenar aún más el metraje se mete con calzador una historia de amor entre una morisca (Blanca Jara) y un alguacil (Jürgen Prochnow, que debería pagarse la jubilación con mejores proyectos). Ayer no fui capaz de comprender qué demonios pintaba la mierda de la morisca en la película: hoy el google me ha revelado que es la hija del director.
La mejor escena de esta subtrama es la ejecución de la morisca (sí, es un spóiler, pero qué más da si esta película no la va a ver ni Dios), tanto porque es la actuación más decente de Blanca Jara como porque nos ahorramos el volver a verla en el resto de la peli. En cuanto a la trama principal, aunque los guionistas son españoles la interpretación histórica parece más bien extranjera. A Felipe II (Juanjo Puigcorbé) lo respetan un poco, pero el duque de Alba (Fabio Testi) no es más que un loco sediento de sangre, "el carnicero de Flandes" que bautizaron los holandeses. Una pura caricatura.
La palma se la llevan los efectos especiales, que lo único de especiales que tienen es estar especialmente mal hechos. A destacar la pelea final, donde podemos ver claramente cómo uno de los actores muerde la cápsula de tinta roja que lleva en la boca y escupe para que salga el hilillo de sangre y todavía más claramente el cañón que dispara plumas al aire
ANTES de que caiga el extra sobre el gallinero.
En resumen, lo más patético que haya visto en una pantalla desde hace tiempo - sí, suelo escoger bien qué voy a ver para evitarme bodrios como este, pero ya ves, alguno te comes.