La ví el otro día por vez primera y debo decir que me ha fascinado como todo lo que hace Guillermo del Toro.
Comienza como una gran historia de vampiros típica de EEUU para meterte después en una historia pequeña, un cuento de horror lleno de tristeza y simbolismos. Federico Luppi borda su papel, como siempre, ofreciendo escenas realmente desgarradoras. Ron Perlman hace lo propio, como siempre, y la verdadera heroína es esa niña pequeña que mira todo con ojos puros (e inmortales, pues todavía no es consciente de la muerte). Como dice el propio del Toro la pureza de los niños no es inocencia. Son puros porque todavía no han sido filtrados por la moral, pero no son inocentes, son perversos (y eso no quiere decir que sean malos) y eso lo muestra
cuando la niña contempla impávida como su abuelo bebe la sangre del hombre que ella misma acaba de matar (para evitar que matara a su abuelo)
En definitiva, un cuento inteligente y sugerente, potente visualmente y con un ritmo envidiable que engancha, conmovedor y triste (una suerte de versión vampírica de Jesús, no en vano el protagonista se llama Jesús Gris y Ron Perlman es su Angel de la Guardia).
Comparte mucho con el cine de Cronenberg, siendo este una influencia reconocida para del Toro (de hecho, tuvo que suprimir una escena que se le había ocurrido de manera independiente porque posteriormente la vio en La mosca) y de manera accidental con Clive Barker y Hellraiser.
Mención especial se merece la estupenda fotografía del habitual Guillermo Navarro, con mucho contraste y claro-oscuros.