---- Capa 1 ----
Al igual que ya hiciera Émile Zola en 'Naná', Buñuel nos narra el desmorone de una sociedad a través del encaprichamiento de un burgués por una chica de origen humilde mucho más joven que él. Aprovechando que el veterano galán solo sabe ganarse a la gente con sus riquezas, ella le saca todo lo posible, lo exprime a su capricho y se aprovecha con descaro de que a pesar de que ya no respeta tanto los valores con los que ha sido educado, tampoco es capaz de zafarse de ellos y de que no puede hacerse imponer ante ella, que es todo malicia. Presenciamos en las idas y venidas de esta historia, contada sin ningún tipo de floritura dramática o algun embellecimiento para crear más efecto, de la caída ante la perversión del sexo y la manipulabilidad de ciertos hombres que en otra época podían obtener el respeto y la obediencia por el mero hecho de ser quienes eran en una sociedad que ya no respeta ni teme tal cosa.
---- Capa 2 ----
Y como en cualquier film de Buñuel, la aparente historia no es si no otra excusa para por debajo ofrecer sus ideas sobre el mundo que le rodea. Basta con profundizar un poco en la película para ver que en su testamente fílmico, el maestro aragonés vuelve a mostrar la caída de los valores de la burguesía, ahora más que nunca, con una ironía mucho más cáustica y despiadada. De nada ya sirve su dinero y su poder, ya están demasiado corrompidos para que eso sea un consuelo en sí mismo.
---- Capa 3 ----
Además, más globalmente, también es la crónica de la caída del mundo occidental. Grupos de extrema derecha y extrema izquierda realizan atentados continuamente en todas partes, se mata porque sí, se escampan virus mortales para exterminar ciudades... y los personajes ni se inmutan ante tan atroces hechos, no hay pavor, no hay reacción. Incluso en la parte final del film, en esas galerías parisinas suena por megafonía el anuncio de la hecatombe y la gente sigue curioseando como si nada y la radio cambia la música "para cambiar de humor". La última imagen de Luis Buñuel es humo y fuego anteponiéndose al cielo, el testamento de Buñuel es por lo tanto pesimista, pero lúcido y mordaz.
A pesar de la pérdida de oído y vista, el maestro no perdió nada de su lúcidez y su genio y por ello su ultima obra, lejos de ser un adiós nostálgico es casi una señal de aviso. Todas las constantes buñuelianas están representadas aquí en menor o mayor medida: simbolismo, surrealismo, la perversión del sexo, la crítica a la clase acomodada, religión... regalando otra obra sólida y compacta y de cáracter singular que hacían de su cine un cine único y extraordinario. Te podrá gustar más o menos, pero su cine es un mundo aparte y perfectamente reconocible, el sello de un auténtico autor.
Y sobretodo, con una técnica impresionante, que Buñuel no es un chapuzas como Pasolini. Los brillantes movimientos de cámara, los sensacionales encuadres, el cuidado del aspecto visual de cada plano, su particular ritmo narrativo, esa atmósfera tan particular que te hace reconocer sus películas al instante, la confección de sus personajes... aparte de contar con un fondo personalísimo e interesante, también se le podría admirar por su forma.
Y en cuantos a los actores, Fernando Rey está espléndido, claro que también es verdad que está representando por enésima vez el papel arquetípico que hace siempre para Buñuel, siendo éste uan especie de extensión del Don Lope de Tristiana o del Jaime de Viridiana, su pose señorial y su aire otoñal le van como anillo al dedo para hacer el papel con una solvencia sin igual. Dudo que este mismo papel pudiera ser representado de mejor manera en otras manos. Ángela Molina me ha sorprendido por como consigue reflejar la cándidez y la perversidad con idéntica convicción y encanto y también por lo güenorra que estaba antes
. A Carole Bouquet en cambio se la ve demasiado fría, no encandila ni tampoco consigue reflejar toda la dualidad. Buñuel dice que la idea original fue reemplazar a Maria Schneider por dos actrices, pero la sensación que da es que originalmente se contrataría a Bouquet para hacer de Conchita y que volvió a rodar las escenas que menos le gustaron con otra actriz, dándole de paso así a la película un toque 100% surrealista.
Quizá sea que a pesar de su acierto y su corrección, la obra quizá no tiene la misma efervesencia o encanto que El Ángel Exterminador o Belle de Jour, aún y así es una buena película, que merece la pena ser vista aunque sólo sea por ver un cine que vive al margen de los convencionalismos. Y ni que decir tiene que es una imprescindible para todo interesado en el maestro de Calanda.