¡Qué ropa, qué ropa, qué ropa, qué ropa!
Acabo de terminar de ver esta intersante película de Sally Potter basada en la obra de
Virginia Woolf.
Orlando nos cuenta una vida que se desarrolla durante 400 años y que es protagonizada por un Lord que un día se levanta Lady. Una fascinante idea de partida para un film en el que siempre se tiene la sensación de que pasa algo muy importante que realmente no nos cuentan. No he leído la obra original (aunque está en mi lista de pendientes y recién adquiridas) pero no puedo evitar pensar que esta película trata de abarcar tanto que se queda en poco y que no explota todo lo que en ella hay de explotable.
Eso sí, si algo destaca aquí son dos cosas: la primera
Tilda Swinton, enorme tanto de hombre como de mujer. Uno de los rostros más maravillosos del cine y sin duda una actriz a reivindicar. Qué presencia, qué mirada, qué gesto. Junto a ella unos cuantos secundarios solventes (a excepción de Billy Zane, que parece una
nenaza. ¿Y la segunda? Pues es el magnífico diseño de vestuario de
Sandy Powell, que recrea de forma impecable cuatro siglos (desde el XVII hasta el XX) a través de algunas de las prendas más hermosas que he podido ver en mi vida. De quitarse el sombrero (y lo que haga falta).