por Villano » 10 Oct 2008 10:04
Ya está claro para que quería Charlife Kauffman no depender de ningún director y poder gozar de libertad creativa: para dar rienda suelta al pesimismo más oscuro y melancólico. Su primera obra como autor absoluto es tan triste que dan ganas de partirle los dedos al del asiento de al lado y que para llegar hasta sus últimas consecuencias se deberían repartir pipas al término de la película para que la gente se reventara la tapa de los sesos ahí mismo.
Sus guiones suelen tener su lado pesimista, pero, no sé si por presiones exteriores, siempre conducen a un clímax emocional que, aunque no arregle las cosas, por lo menos el desenlace que te deja sensación de lleno. Ésta, no. Nada de eso. Una vez la acción se traslada a la enorme nave industrial dónde quiere representar su mastodóntica obra de teatro, la película se vuelve extraña, lenta, cada vez más desesperanzada y mustia y encima la trademark de Kauffman, la lucha entre realidad y ficción, no acaba de estallar y ofrecer grandes escenas que recordar. Todo su sello de autor está aquí, pero en pequeñas raciones. Si os pasa como a mí, al principio os parecerá estar viendo una película sensacional, porque empieza muy bien, fántasticamente bien, con la habitual habilidad de Kauffman para reflejar las relaciones íntimas, los conflictos sentimentales, sus ingeniosos chistes repletos de socarronería (por ejemplo, en pleno ataque Cadnen llama al médico para que la atienda y aquello es un descontrol o cuando ve en una revista ve que su hija de 11 años se ha tatuado casi todo el cuerpo), los elementos de ruptura con la realidad son descacharrantes y sus golpes surrealistas para confundirte a la vez que te divierte (otro ejemplo, uno de los personajes se compra una casa que siempre arde) en verdad parecen presagiar algo grande, no obstante, al avanzar la historia, en vez de edificar hasta desembocar en alguna gran escena, la inoperancia de Canden hace que las cosas vayan de mal en peor y encima se mezclan entre medio escenas a las que no consigo encontrarle demasiada explicación (si alguien me explica la historia de Ellen hasta me hará un favor), la película pierde fuelle, el desazón de Kauffman lo cubre todo, su pesimismo fabrica un último tramo de película algo pesado, cargado de metáforas incomprensibles y casi te borra las estupendas sensaciones del principio. Su mensaje parece ser que nada te puede ayudar a escapar del fracaso personal, ni siquiera la fantasía. Hay que tomar cartas en el asunto de manera directa y tenaz, nada se arreglará gracias a una afortunada casualidad. Viendo como está el patio, no me extrañaría nada leer en los próximos días una noticia que anuncie su suicidio después de haber asesinado a unos cuantos familiares, amigos, mascotas y vecinos.
A nivel técnico, Kauffman no es amante de grandes filigranas, es incluso tirando a convencional, pero eso se compensa con una magnífica dirección de actores, entre los que sobretodo brilla el de siempre, Phillip Seymour Hoffman, fabuloso como cada vez que aparece ante una cámara. Es el conductor perfecto para hacer creíble el desvarío general. El resto de actores, desde el primero hasta el último, también aportan su grano de arena y hacen encajar las piezas sin que nada chirrie. El problema es otro, ya lo he dicho, el guión.
Intentando de hacer un poco de balance, y para hacer honor a la justicia, diré que es buena película. Se sale de la convencionalidad del cine comercial, tiene un puñado de momentos francamente divertidos y es consecuente con lo que quiere expresar, no intenta venderte ninguna moto, pero que nadie vaya a verla con la intención de ver Olvidate de Mí o Cómo ser John Malkovich redux. Si hay que llevarse algo al cine, mejor que sea una fiambrera con una buena tortilla de prozac para levantar los ánimos y las ánimas.
Al acabar la película apenas hubieron unos pocos aplausos, lo que me hace pensar que aunque tenga muchos actores conocidos en el cartel, las distribuidoras, siguiendo su tónica habitual de arrojo y valentía, no se atreverán a estrenarla en nuestro país.