Michael Moore ha vuelto a destapar la caja de los truenos para despertar con su estruendo a la adormecida, autocoplaciente y bienpensante sociedad occidental en general y a la sociedad estadouinidense en particular. Ahora que en mi memoria sigue fresca "Farenheit 9/11", me gustaría hacer, no una crítica en profundidad, pero sí compartir con ustedes algunas de las impresiones personales que ha dejado en mí este genial documental, antes de que el tiempo y alguna que otra sobredosis de videojuegos las difuminen.
Lo que cuenta el señor Moore es de cómo George Bush viajó de la feca a la Meca y vuelta a la feca a raíz de una masacre, la del 11 de Septiembre de 2001, que sirvió de excusa para que él perpetrara otras aún mayores en su propio beneficio. El realizador nos acerca a la figura de "su" presidente partiendo de las irregularidades en el recuento de los votos en Florida, pasando por su accidentado ascenso a la Casa Blanca, su condición de "parido muerto" de la política estadounidense, sus reacciones ante el 11-S, el ascenso de su popularidad tras los atentados... y termina con el Bush ahora desgastado, una vez más, por la costosa (en vidas y en dólares) invasión de Iraq.
Pero quizá lo más impactante de "Farenheit 9/11" no sea lo que cuenta, que era algo que casi toda persona medianamente lúcida sospechaba (que la guerra de Iraq era por el petróleo, que el 11-S fue aprovechado como justificación moral para cometer atropellos en política internacional sólo para que una élite mantuviese el status... ), sino cómo lo cuenta. Michael Moore nos regala a los espectadores documentos gráficos que valen su peso en oro. El director tiene muy clara su intención con esta cinta: sabe perfectamente lo que quiere que sepamos, lo que quiere que pensemos, y sabe muy bien con qué medios cumplir sus objetivos. Así, tenemos que por primera vez vemos a George W. Bush hablando ante las cámaras más de un minuto del tirón, lo cual es algo inédito en medios de comunicación de medio mundo, especialmente de EE.UU. (y teniendo en cuenta que en esas declaraciones suelta perlas de la talla de "reconozco que imponer una ley antiterrorista en una dictadura sería mucho más fácil", no es de extrañar), a George Bush senior y George Bush junior dándose la mano con una sonrisa de oreja a oreja con jeques árabes directamente relacionado con el clan Ben Laden (con los que llevaban décadas compartiendo mesa y dividendos en consejos de administración de empresas petroleras), durísimas imágenes de la guerra de Iraq (filmadas por cámaras freelancers a sueldo del propio Moore) con niños muertos o agonizando en camastros de hospitales de campaña y féretros con soldados muertos siendo repatriados (algo que ningún estadounidense había visto, a buen seguro, hasta ese momento), testimonios de congresistas, analistas políticos, periodistas e incluso de ciudadanos de a pie con sus hijos destinados en Iraq, una cuidad selección de las mejores noticias o supuestas noticias que formaron parte de la intoxicación informativa acerca de la amenaza terrorista posterior al 11-S... Y por otro lado, además, descacharrantes actos reivindicativos protagonizados por el propio Moor, al que puede verse repartiendo panfletos del ejército (junto con un veterano Marine al que entrevista más tarde) entre congresistas para tratar de convencerles de que ellos también contribuyan a la seguridad mundial duradera esa mandando a sus hijos a que los maten por petroleo en Iraq, o leyéndoles a esos mismos congresistas punto por punto la nueva ley antiterrorista por megafonía... Todo ello no como un batiburrilo de escenas inconexas, sino todo perfectamente estructurado, al servicio de un documental sobre historia y sobre política que, por extraño que parezca, resulta apasionante, a ratos divertido, a ratos conmovedor, a ratos indignante.
Mención especial merecería el uso de la música. "Farenheit 9/11" tiene una banda sonora memorable, siempre al servicio de la historia; no como un mero acompañamiento acústico de lo que ocurre en la pantalla, para llenar silencios, sino como una parte articulada de la narración, con vida propia y con su propio texto, fácilmente intepretable. Mi momento favorito es aquel en el que suena "Believe it or not", la entrañable canción que servía de cabecera a la teleserie de los 80 "The great American hero", acompañando al discurso que dio Bush a bordo de aquel portaaviones anunciando, iluso, el fin de la guerra en Iraq.
Y es que es mediante una visión de conjunto de todos estos elementos es cuando se ve que "Farenheit 9/11" es, más que una película simplemente ácida, una película amarga, que a menudo te desgarra por dentro y te sume en la trsiteza, pero que no está exenta de un delicioso y cáustico cinismo en forma de comicidad despiadada, de sátira genial, sesuda y sin pelos en la lengua. Un Michael Moore en plena forma que a ratos te hace reflexionar e incluso llorar, pero que también sabe hacer reír, riéndose de todo lo que es considerado sagrado en su país. Eso es lo que hace grande este documental.
Como único punto negativo, los subtítulos, que al haberse sobreimpresionado en blanco, a menudo se ven fatal, sobretodo en determinados momentos. Tirón de orejas para la distribuidora.
Por lo demás, y como diría con razón una buena amiga mía, si quieren invertir 5,50€ de la forma más sabia, vayan a ver "Farenheit 9/11". No lo lamentarán.
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EDITO: Publicado también en Tannhauser Gate:
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