por Lea Ross » 18 Ene 2010 19:05
Después de más de una década de ausencia en las salas mayores, James Cameron vuelve al ataque en una nueva superproducción que se autoproclama como una huella que quedará marcada en la historia del cine. Avatar es un relato que saca todas las chispas posibles en cada píxel existente en los ordenadores de lo último en tecnología digital cinematográfica. Y es que el proyecto ha tenido muchas ansías en empezar ya que su propio creador ha visto con muy mal ojo las técnicas de la fantasía de la década de los ’90, aún sin haber llegado al fracaso en los efectos sensacionalistas en Titanic (1997). Con el auge del cine digital, más las proyecciones en salas especializadas de visión estereoscópicas 3-D, Avatar se presenta ante nosotros en un mundo mucho más diferente que cualquier otra película de años anteriores nos ha presentado.
Un mundo diferente, pero que inevitablemente nos traslada a la nuestra. La historia muestra un costado oscuro en cuanto a lo contextual, sin tener una definición clara hacia donde nos quiere llevar. O quizás no quiera llevarnos a nada. Sólo limitarnos a su mundo. Y es que James Cameron no es un destacado guionista, por más que sea el creador de un “I’ll be back” y “Hasta la vista, baby”. Puede poseer ideas tan originales, como en Terminator (1984) o inventar frases que sólo el actual gobernador de California podría pronunciar y hacerlas inmortales. Pero James siempre se limitará a un formato estereotipado, conservando los mismos tópicos que se pueden hallar en cualquier relato basado en el esquema aristotélico. Por ende, se puede tornar predecible y a veces de contenidos vacíos. Después de todo, la impresión radica en el propio impacto de sus imágenes que él mismo procrea, ya sea por los efectos especiales o explotando a personajes para una escena con lágrima fácil.
Después de éste enorme preámbulo, comencemos por mencionar de que se trata la historia. Todo transcurre en el futuro, en donde el planeta Tierra queda devastado por la completa explotación de todos los recursos naturales, producto de la actividad de sus seres más desarrollados que habitan en ella. Pero los humanos corren la ventaja de tener un enorme alcance en el desarrollo de la aeronáutica y la ingeniería aeroespacial, suficiente como para descubrir nuevos planetas para el hallazgo de nuevos recursos. Uno de esos mundos es Pandora, un cuerpo celeste cubierto de una enorme fauna semejante a la nuestra y habitada por criaturas de toda especie. Las más desarrollas son unos seres azulados de dos metros y medio llamados Na´vi.
Una organización comando ha sido enviado cerca del planeta con la intención de explotar un punto de su suelo para el hallazgo de unos minerales especiales que podrían actuar como una importante fuente energética para nuestro mundo. Para eso, contarán con la ayuda del ex-soldado lisiado Jake Sully (Sam Worthington) para participar del proyecto “Avatar”: consiste en manipular el cuerpo de un Na´vi clonado para luego infiltrarse en una tribu de los nativos y convencerlos de un traslado migratorio para obtener suelo despejado. Con ayuda de la Dr. Grace Augustine (Sigourney Weaver), Jake se mete en lo más profundo de la cultura de esos hombres azulados y permanecerá bajo un riguroso entrenamiento para su aceptación por parte del grupo bajo las órdenes de Neytiri (Zoe Saldana), su mentora y futura pareja.
He aquí una cierta complejidad para Jake. Dará a conocer un costado humano en los Na´vi mucho mayor que la que posee los propios humanos. De hecho, es su entorno social que lo ha estado murmurando sobre el comportamiento de estos extraterrestres que lo asemejan a los salvajes. El final denotará el costado más salvaje de los humanos.
Pandora es un enorme valle futurista, quizás así hubiese sido la Tierra sin la presencia de nuestra raza. El filme nos muestra hasta que punto puede llegar la naturaleza y cómo pueden los seres racionales lograr una simbiosis perfecta. Pandora es una tierra que no merece su desaparición, y menos aún si es manos de una civilización que cae en la barbarie como la nuestra. Aquí entra el sentido de los efectos especiales. Cameron ha jugado con la creación de un relieve en donde el verde siempre está presente, con la presencia de puntos sobreexpuestos, como si fuesen figuras que brillan en la oscuridad, la contextura de las plantas se hacen notar y, con la ayuda de los anteojitos 3-D, podemos entrar en ese espacio que no se encierra en el cuadro de la pantalla.
En lugar de hacer uso de la tecnología para impactarnos de luces y cosas que se mueven de un lado para el otro, como lo han hecho las sagas de Star Wars y El Señor de los Anillos, James Cameron ha preferido usar los FX como si fuesen un pincel, en donde va coloreando un cuadro cuya resultante es una imagen que trata de conllevar su estética, su vitalidad. No digo que no haya escenas de acción, porque sí las hay, pero en las salas de cine especializadas no lograr aumentar el impacto que pueden provocar en una sala tradicional.
Si en Titanic (1997), por más que sea pomposa, su fuerza radica a partir de que sus protagonistas alcanzan su punto cumbre y su caída hacia las aguas heladas, a la esperada de una ayuda, Avatar nos refuerza con algo tan apacible como el propio mundo de los Na´vi, en contraposición con el entorno robótico-computarizado de los humanos.
Cameron quiere que nos pongamos en contacto con su cuadro. ¿Bajo que propósito? ¿Para mostrar su alegoría ecologística? ¿Anti-bélica? ¿Anti-norteamericana? O simplemente burlarnos de nosotros mismos. Ya lo había hecho en la saga de Terminator. Pero en este caso lo hace mucho más serio.
Sin embargo, pierde sentido seguir buscando su mensaje. Cameron siempre se ha fascinado con historias hiperbólicas, pero siempre bajo la lupa de lo creíble. Ahí es donde entran en juego sus efectos especiales, que nunca están mal acompañadas. Obviamente están para el entretenimiento. Pero nunca menospreciando al público.
De todos modos, el guión tiene todo el derecho del mundo de ser criticado. Cameron no realiza buenos diálogos, a pesar que así lo crea y a veces lo hace de una manera muy soberbia. Las dos frases de Terminator han logrado entrar en el consciente colectivo porque Schwarzenegger había logrado una pronunciación que quedo en impregnada en la mente de los amantes del cine violento. En Avatar, las palabras son más bien escuetas. Eso si, el lenguaje de los nativos parece que lo han tomado como algo serio y se ha dado mucho interés durante la escritura del guión.
La idea original no es inspiradora porque se había inspirado en otros tantos más. Y es que irrefrenablemente se nos puede ocurrir cualquier otra película sobre el enfrentamiento entre los conquistadores contra los aborígenes, o cualquier película en donde el muchacho descubre un nuevo mundo, queda vislumbrado y decide cambiar de bando. Empero, y este es un enorme empero: ¿ha habido una película en donde los humanos dejamos de ser conquistados para luego ser invasores de aquellos que llamamos alienígenas? Por mi parte, no. Quizás lo haya, pero la última de Cameron seguro que es más profunda.
Entonces, ¿es una obra maestra del cine? Yo me inclinaría por el no. Pero es una buena película. De todos modos, no les aseguro que no vaya a haber detractores. La imaginación está servida en bandeja, y no precisamente en su relato. Porque James Cameron logra crear un nuevo mundo inclinándose en el Apocalipsis, pero que como siempre los únicos responsables somos nosotros. Pesimista sobre nuestra propia raza, como siempre, pero siempre manteniéndose en el lazo del entretenimiento. Una película con muchas luces y pocas ideas… pero con muchas luces.
Puntuación: 7,5