No puedo afirmar con rotundidad que adoro el subgénero superheroico; muchas de sus propuestas me parecen insufribles petardazos (Jumper, El increíble Hulk, Elektra, El motorista fantasma, Daredevil...). Tampoco soy lo que se dice un loco de los cómics. Yo diría que se trata, más bien, de una falta de opciones, que mi relación de amor-odio se debe a la reunión de dos géneros muy queridos por mí y marginados sistemáticamente por Hollywood: el cine de acción y la ciencia-ficción. Creo que por ahí van los tiros de mis filias a determinados filmes (Batman Returns, Spiderman 2, Superman 2, EDITADO: Watchmen...
) y mis fobias a cierto enfoque propuesto/impuesto por algunos directores.
Tomemos el caso de Bryan Singer y sus X-Men. La primera entrega manifiesta un innegable esfuerzo por imprimir mayor realismo en el entorno y un nuevo enfoque, más dramático, en la descripción de personajes. Por desgracia, ninguna de estas cualidades casa bien con el disparatado argumento. Los protagonistas allí desarrollados carecían de interés; las relaciones entre ellos, en el mejor de los casos, no pasaban de pueriles. X-Men resultó, para bien o para mal, un auténtico pastiche, una mezcolanza imperfecta de fantasía sumergida en falsa realidad. Un tebeo en el peor sentido del término.
Luego llegamos a la presente X2, en la que Singer abrazó definitivamente la ciencia-ficción, sin medias tintas ni reparos de ninguna clase. Se podría decir que acertó de lleno, o casi, porque también heredó los mismos insulsos personajes ya presentados en su predecesora. Es la mar de curiosa la fascinación que ejerce sobre mí esta película, como si me viera obligado a verla cada X tiempo. A pesar de sus errores: algunos caracteres (Mística, Cíclope, Pícara, Pyros), diálogos (las 1.001 gilipolleces que suelta Iceman son de órdago) y situaciones (todas protagonizadas por Mística) siguen resultándome carroña pura, el camino más fácil para llegar del punto A al punto B. Sin embargo, pese, o quizás debido, a la ingente acumulación de sucesos, me pierdo en un fascinante mar de detalles. Realmente asombra como Singer ata cabos uno tras otro, con una minuciosidad de orfebrería desconocida en el género. Antes, solía quejarme del montaje porque cortaba las secuencias más movidas con demasiada rapidez. Hoy creo que es de los más perfectos que he visto nunca, sin opción alguna al aburrimiento. Lo mismo que la música. Larga vida a John Ottman.
En fin, lo que intento decir es muy sencillo. Me gusta X-Men, pero no
los X-Men. Lo considero cine digno de elogio... hasta que los personajes empiezan a hablar. En definitiva, una Saga tan mal escrita como bien dirigida.