Como la vida misma (2007)
Director: Peter Hedges
Intérpretes: Steve Carell (Dan Burns) / Juliette Binoche (Marie) / Dane Cook (Mitch Burns) / Norbert Leo Butz (Clay Burns) / John Mahoney (Poppy Burns) / Dianne Wiest (Nana) / Alison Pill (Jane Burns) / Emily Blunt (Ruthie Draper) / Jessica Hecht (Amy) / Britt Robertson (Cara Burns) / Marlene Lawston (Lilly Burns) / Frank Wood (Howard)
Duración: 98 minutos
Sinopsis: Dan, un periodista viudo y padre de tres hijas, descubre durante una gran reunión familiar que la primera mujer por la que ha vuelto a sentirse atraido y que acaba de conocer, es la nueva y encantadora novia de su hermano. [...]
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Estreno en España: 19 de Marzo de 2008
Nota I.M.D.B.: 7,2/10 (9754 votos)
CRÍTICA
Como la vida misma es una divertida comedia. No es nada del otro mundo, pero hace reír, y en algunas secuencias arranca carcajadas al público. Por supuesto, entra dentro del humor familiar que se espera de estas comedias románticas cargadas de buenas intenciones, pero vale la pena perdonarle sus momentos de dulzura empalagosa y sus mensajes algo blandos: no son tantos, al fin y al cabo, y todo el conjunto le da a la película una coherencia que, en estos tiempos de comedias fáciles y alborotadas, yo ya echaba de menos.
La película nos conduce de la mano de Dan, interpretado por Steve Carell, a través de una de esas extrañas familias que tanto abundan en las comedias románticas. Ésta en particular está compuesta por los padres de Dan, sus hermanos y su hermana, y las esposas, esposos e hijos de todos ellos. Una unidad familiar de unos quince o veinte miembros que abarca tres o cuatro generaciones. Un experimento curioso, en realidad, que propone una imagen tierna y hasta verosímil de lo que puede ser una familia.
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Por su lado, Carell demuestra ser lo suficientemente versátil para sostener sobre sus hombros todo el peso de una película de aspecto serio como ésta (con la colaboración de Juliette Binoche, por supuesto), consiguiendo que su personaje nos resulte suficientemente simpático como para que nos interesemos por él a pesar de sus obvios defectos, entre los que destaca una tozudez que entre él y el guión reflejan de una manera que es a la vez sutil y evidente. De hecho, el guión, considerablemente sólido, es una de las bazas de la película, y tiene un par de pinceladas de brillantez, como la de atreverse a ser cruel cuando se permite el momento de ejercer un juicio moral, o la de no dudar en recurrir a la autoparodia para referirse a la cursilería en que tarde o temprano cae cualquier comedia romántica.
Al final, se trata de una comedia romántica como cualquier otra, y entre exaltación y exaltación del amor,
Como la vida misma puede hacernos sentir bastante felices, sin que para ello hayamos de creer que nos han estafado o que nos han tratado como a niños (como su final, edulcorado pero sin repetirse en su sensiblería). Por el camino habremos soltado carcajadas y, los que sean muy propensos a ellas, también algunas lágrimas. El noventa y nueve por ciento de los espectadores olvidarán la película a la mañana siguiente de haberla visto, pero, eh!, el camino habrá estado bien, y habrá merecido la pena.
Si no os gusta este tipo de pelis,
Como la vida misma puede suponer la ocasión perfecta para acompañar al cine a vuestra “romanticona” pareja, o a vuestra madre o padre sensibles, sin que el sacrificio de saldar esa cuenta pendiente os deje demasiado maltrechos. Si os gusta este tipo de pelis (si vosotros mismos sois los “romanticones” y sensibles), entonces no lo dudéis. Es el filme perfecto para ejercer vuestra afición sin arriesgaros a que el director de cine de turno os trate como a tontos.
Películas como
Como la vida misma no deberían infravalorarse.