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Crítica - El Silencio de un Hombre

Poster

'Joya del cine negro'

09/05/2007 - Por Corleone12

(5/5)

"-¿Por qué? -Porque me han pagado"



Esta película está sorprendentemente poco reconocida y olvidada, cosa extraña ya que es cuanto menos atractivo ver sus ingredientes, una verdadera rareza: noir puro radiografiado por un director europeo que cambia la típica ciudad norteamericana por los suburbios parisinos y que le añade profundidad, sentido trágico, inteligencia abrumadora y elegancia. No es de extrañar que entre otros Paul Schrader o Michael Mann la tengan como una obra de cabecera, ya que el trabajo de ambos denota cierto estilo Melville e incluso uno entiende un poco más a Vincent Hannah o a Travis Blicke después de ver este Samurai.

El Silencio de un Hombre se abre con una cita del Bushido, el libro de los samuráis, comparando la soledad de éstos con la del tigre en la selva. A continuación nueve minutos sin diálogo, una lección de cine en estado puro o cómo se puede manejar el poder de sugestión y de las imágenes con tal maestría que sin palabras se plasme la meticulosidad y precisión de un asesinato perfecto. Y es que el silencio va a ser una constante en la película, la confección de los planos y la sutilidad de los detalles son tan sumamente magistrales que no hay necesidad de diálogo, ejemplo de ello secuencias tan impresionantes como la del primer asesinato, el susodicho comienzo, la escena de las escuchas, en fin, un portento de inteligencia y sugerencia, no obstante los diálogos, escuetos, desprenden una amargura casi cortante, plagado de frases míticas para el recuerdo.

Melville no solo reinterpreta el cine negro de manera muy personal sino que, además, le da una profundidad casi alegórica a la trama. Algunas veces en una película encontramos una imagen tan poderosa que condensa el espíritu de la película, en esta, es un pájaro enjaulado que actúa como una metáfora del propio protagonista, un pobre individuo consumido por su propio aislamiento y la malsana soledad que lo embarga: pocas veces se he visto un personaje tan fascinante como Jeff Costello, interpretado con absoluta maestría por Alain Dellon; el hermético, solitario, frío, hierático y complejo hombre que se presta a cuasi infinitas interpretaciones. Pero Melville no solo se preocupó del fondo si no también de la forma. Su dirección entre el minimalismo y la sofisticación se ajusta como un guante a la narración, que es fluida, vibrante, ágil y concisa como pocas. Todo queda remachado con un final crepuscular, triste, casi hermoso.

No se me ocurre nada más que decir sobre esta joya que ningún aficionado al cine negro se debería perder.

 

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