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Crítica - Mi hijo

Poster

'Meticulosa y certera'

03/05/2007 - Por Korben Dallas

(4/5)

Mi hijo
Director: Martial Fougeron
Intérpretes: Victor Sévaux (Julien) / Nathalie Baye (La madre) / Olivier Gourmet (El padre) / Marie Kremer (Suzanne) / Michèle Moretti / Emmanuelle Riva (La abuela)
Duración: 90 minutos
Sinopsis: Julien es un chico adorable en plena adolescencia, pero también un prisionero del amor. Su madre, desatendida por un marido intelectual, lo quiere en exceso, controlando cada uno de sus movimientos, a menudo mediante un cruel abuso psicológico. Desesperado, Julien trata [...]
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Estreno en España: 4 de Mayo de 2007

CRITICA



Mi hijo llega a las carteleras esta semana amparada en la polémica de su cercana recolección de premios en el último festival de San Sebastián, donde recibió los correspondientes a mejor actriz y mejor película -éste último a título exaequo (junto a Niwe Mung)- entre los abucheos del público asistente a la ceremonia.

Mi Hijo cuenta los entresijos de la vida de Julien (Victor Sevaux), un niño que vive atormentado por la absorbente relación con su madre (Nathalie Baye), quien quiere controlar cada uno de los movimientos del escolar. El plantel familiar lo completan una hermana mayor que parte a la universidad, Suzanne (Marie Kremmer) y un padre apático recluido en el miedo a enfrentarse a su esposa (Olivier Gourmet).

Mi Hijo es un film duro, incisivo, y preciso como la hoja de un bisturí, un producto meditado y a su manera preciosista; íntimo y angustioso, sembradote interpretaciones de excepción tan valiosas como desasosegantes y cuya totalidad está teñida de un oscuro halo pesimista, sin que por ello resida en ella un espíritu reivindicativo ni panfletario, sino más bien una crónica cruda de una situación ficticia. Debut en el largometraje de Martial Fougeron, director y guionista del film que se estrena entrando por la puerta grande al llevarse el gato al agua en uno de los festivales internacionales más relevantes.



Con mayor o menor aceptación por la concurrencia, lo que nadie puede poner en tela de juicio es que el guión del film es un ejercicio de sobriedad narrativa y de brutalidad dramática. Elegantemente compuesto dentro de una tónica muy “francesa”, con un interés cotilla de indagar en las miserias que se ocultan tras las ventanas de una casa aparentemente tranquila, ya desde su inicio deja muy claro su estilo voyeurista, más que investigador. El arranque de la historia, un flash foward de su final, en el que asistimos, desde la acera de enfrente a la casa de los protagonistas, al momento en que alguien es trasladado en camilla a una ambulancia, cual vecino metijón, mientras la voz en off de la hermana nos narra sutilmente la situación insostenible que se vivía en la casa, nos lleva casi inmediatamente a recordar los toques intimistas y sórdidos de Chabrol, o la incisión peculiarmente fría de la violencia de Haneke; acuciando desde los primeros momentos del metraje que -a pesar de tratarse de una ópera prima- el director ya maneja con sabiduría y certeza no sólo las palabras, y las formas -el uso de una cuidada y elegante fotografía, una dirección artística fría y terriblemente plástica- sino los sinuosos y certeros planos que nos enfrentan a espectar las barbaridades acaecidas en la casa de Julien, así como las omisiones, usadas con magistral sutileza.

Pero quizá el verdadero acierto del film no radique tanto en su serena narración (que a muchos les parecerá soporífera, a pesar de contar en su duración con apenas hora y veinte de discurso, pero que por sus planos mantenidos y tonos terrosos sí puede convertirse en aliada de la siesta en la butaca) como en la construcción de unos personajes tan ambiguos y ricos que el espectador se convierte en un juez además de un merodeador en los asuntos de la familia que espía. Un clima logrado por los dos personajes que en apariencia no tienen mayor relevancia, pero que se convierten en los elementos fundamentales para sostener los acontecimientos, el del padre y el de la hermana, quienes con sus silencios y sus miedos no pueden evitar convertirse en permisores del maltrato y cuya omisión les convierte en verdugos mudos de la situación.
De este modo, los personajes protagonistas se encuentran enmarcados en un entorno de lujo, convirtiendo cada reunión familiar en un medio perfecto para que el espectador sepa que lo que va a pasar será desagradable y que nadie moverá un dedo por arreglarlo, canalizándose las situaciones en una tónica de oscurantismo y ténebre final, a medida que el film avanza.
Así, Julien ganará puntos con cada silencio mientras que su comportamiento se torna en cada vez más extraño; mientras que la madre se recrudece cada minuto y aumenta su crispación y violencia. Y si verdaderamente resulta encomiable el trabajo de todo el plantel actoral, habrán de recibir mención aparte los sempiternos protagonistas del filme, Nathalie Baye y el debutante Victor Sevaux que realizan una composiciones comedidas, serias y punzantes bajo el amparo de un director meticuloso y certero.

 

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5.85

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