Muchas veces se ha dicho que la realidad supera a la ficción y quizás el día en que más se repitió esa frase fue el 11 de septiembre de 2001. Nadie creía lo que veía en las pantallas de su televisión, el mundo se detuvo para ver el ataque a los Estados Unidos.

Antes de empezar tengo que avisaros que la películas no es fácil ni agradable de ver para las personas o aficionados que se involucran mucho en la historia, psicológicamente es muy dura, y después de verla uno se plantea seriamente si ha pasado el tiempo suficiente, para poder enfrentarse a ello.

El film de Greengrass como en ocasiones anteriores es más bien un documental, donde muchas de las situaciones son tal y como sucedieron, llegando al punto de mantener los diálogos y conversaciones extraídos de las conversaciones telefónicas de las victimas con sus familiares y de cintas de grabación. Incluso para dar más veracidad a la película se ha contado con personas que interpretan el mismo papel que les tocó interpretar el 11-S.

La cinta es difícil juzgarla siendo objetivo, ya que cada uno sintió de forma distinta lo que pasó aquel día, pero volver a ver el impacto del segundo avión en pantalla grande, y sabiendo lo que pasaría después, encoge el corazón. Pero la historia se centra en el vuelo UNITED 93 con destino San Francisco, que fue secuestrado y que los terroristas tenían pensado estrellar contra el Capitolio. A pesar de las hipótesis de que pudo ser derribado por un caza, la película se centra en la opción de que fueron los pasajeros los que se revelaron, y el avión acabó estrellándose en un campo de Pensilvania.
La película transmite perfectamente el desconcierto que se vivió durante aquel día en que los aviones iban cayendo contra edificios y en los distintos centros de control aéreo se disparaba la tensión. En un momento de la cinta se habla de entre 4.000 y 5.000 aviones sobre el territorio de Estados Unidos y todos eran susceptibles de ser victimas de un secuestro.
Quizás el único pero de la cinta es que intenta ser tan real que puede ser bastante complicada sobre todo en las escenas que se suceden en los centros de control aéreo, entre tanto vuelo y tanta sigla, además de la tensión del film puede saturar un poco al espectador.
La película está rodada casi en su totalidad con cámara en mano, algo a lo que ya nos tiene acostumbrado su director, pero está vez es más pausada y en los único momentos en los que realmente se nota es en los momentos más tensos en el avión. Por otra parte una historia como esta y en el tono en que está contada agradece una forma de filmar así, ya que le da más agilidad y aporta un punto de tensión extra. La banda sonora de Jon Powell se podría decir que pasa un poco desapercibida ya que no es una banda sonora de orquesta ni que pretenda sonar por encima de las imágenes, pero sirve perfectamente de acompañamiento a lo que vemos en pantalla.

Al salir de la sala de cine uno no sabe si recomendar lo que acaba de ver, ya que mucha gente no lo va a pasar nada bien, pero quizás haya que enfrentarse a ello. Por otra parte es una película que nos ayuda a conocer un poco más lo que sucedió aquel fatídico día (quizás solo sea una de las muchas versiones, pero algo es algo) sin artificios ni sensiblería, aunque no por ello deja de ser emocionante y dramática hasta el final.