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Crítica - Ciudad de Dios

Poster

'Completa a todos los niveles de exigencia'

11/12/2005 - Por Sycamore

(5/5)

Pocas películas son capaces de aunar todos los elementos y técnicas del cine moderno con bajo presupuesto, revolucionar las taquillas y lograr poner de acuerdo a público y crítica. Ciudad de Dios, una película definitiva desde su primer fotograma, logró que Fernando Meirelles saltara a la escena mundial junto con sus jóvenes actores y su propuesta de cine agresivo con mensaje deprimente que convenció a unos y otros, exigentes y complacientes. El film se plantea en varias capas, desde la más externa donde Meirelles diseña una puesta en escena brillante e intrincada y una más interna donde asistimos a los efectos de la pobreza en forma de tráfico de drogas y violencia en los suburbios de Río de Janeiro.

La película tiene como mayor protagonista a Ciudad de Dios, un suburbio brasileño donde el gobierno ha agolpado a las familias más pobres que han sufrido recientemente el azote de unas riadas. La modestia de la solución junto con las pocas expectativas de futuro formaron entonces un cóctel explosivo que se fue alimentando con los años y que Buscapé, el narrador encargado de contarnos la historia del barrio, nos va relatando a través de los acontecimientos más importantes del barrio. Desde los avatares del trío Ternura hasta la guerra abierta entre las bandas, momento en el cual Ciudad de Dios saltó a la prensa, Buscapé nos va explicando los orígenes de los protagonistas y las causas del conflicto que tiene atenazado al barrio que, más que deprimido, está condenado. Con un juego de narración exquisito gracias al fantástico guión de Bráulio Mantovani y que Meirelles engrandece con sus transiciones claras y eficientes, llegamos a conocer a un numeroso grupo de personajes - actores no profesionales, por cierto-, que van desde el afable Bené al temible Zé Pequeño, una suerte de cacique sin escrúpulos cuya ley es la pistola y sus ideales el dinero y el poder. Ciudad de Dios transcurre así en sus algo más de dos horas de metraje a una velocidad de vértigo, entre violencia, tensión y una brizna de esperanza.

Ciudad de Dios es una película que ha convencido a todos porque los espectadores menos exigentes la han comparado con Pulp Fiction, sin apenas darse cuenta de que relegar el mensaje del film de Meirelles a algo tan simple es injusto. Sí es verdad que Ciudad de Dios, como la joya de Tarantino, es un prodigio de dinamismo, dirección, guión cargado de giros narrativos y personajes carismáticos, pero la diferencia es fundamental: Ciudad de Dios está basada en hechos reales. Todo lo que ocurre no es ni más ni menos que la desgracia de una política de esconder lo que peor huele en un suburbio hasta esperar, mirando mientras a otro lado, a que todo explote. Un personaje como el de Mané Galinha, que quiere llegar a ser algo en la vida pero se ve arrastrado a la delincuencia por las propias leyes de Ciudad de Dios, es el mejor ejemplo de la desesperanza de un barrio del que parece casi imposible escapar. Todo el trabajo de Meirelles, por si fuera poco, se ve engrandecido con el agravante del escaso presupuesto con que contó el film, circunstancia de la que se aprovecha Meirelles para dar un toque de falso documental y fotografía sucia a muchas partes de la película.

Ciudad de Dios supuso el lanzamiento de un prometedor genio que acaba de estrenar otra interesante película, El jardinero fiel, a través de una película que está ganando con los años y que los expertos ya incluyen casi siempre entre las mejores de lo que va de década o, incluso, entre lo mejor de la historia del cine. Si además le añadimos que el público enloquece con la acción a destajo y el modernismo de los movimientos de cámara, encuadres y demás, tenemos una de las pocas películas que se puede considerar completa a todos los niveles de exigencia.

9,5/10

 

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