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Crítica - Oliver Twist (2005)

Poster

'Cumple con creces'

01/12/2005 - Por Irulan

(3/5)

Oliver Twist (2005)
Director: Roman Polanski
Intérpretes: Barney Clark (Oliver Twist) / Ben Kingsley (Fagin) / Jamie Foreman (Bill Sykes) / Leanne Rowe (Nancy) / Lewis Chase (Charley Bates) / Edward Hardwicke (Brownlow) / Harry Eden (Artful Dodger) / Mark Strong (Toby Crackit) / Jeremy Swift (Mr. Bumble) / Ian McNeice (Mr. Limbkins) / Andy Linden (Mr. Gamfield) / Gillian Hanna (Mrs. Sowerberry) / Peter Copley (Dining Hall Master) / Teresa Churcher (Charlotte) / Ophelia Lovibond (Bet) / Frances Cuka (Mrs. Bedwin) / Paul Brooke (Mr. Grimwig) / Jake Curran (Barney) / Nick Stringer (Inspector Blather) / Tony Noble (Magistrado) / John Nettleton (Magistrado) / Alun Armstrong (Magistrado) / Liz Smith (Anciana) / Patrick Godfrey (Librero) / Gerard Horan (Granjero) / Richard Ridings (Carcelero) / James Babson (Policía)
Duración: 130 minutos
Sinopsis: Oliver Twist, así como el resto de los chicos del orfanato, se están muriendo de hambre y deciden jugarse quién de ellos pedirá más comida. Oliver es el elegido. En la cena de esa noche, después de su ración normal, Oliver [...]
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Estreno en España 2 de Diciembre de 2005


Si ir a ver una película de Roman Polanski en nuestros días tiene algo de bueno, es el saber que muy raramente nos vamos a encontrar con un producto de baja calidad. El director polaco, a lo largo de su extensísima carrera, se ha consolidado como uno de los más grandes autores cinematográficos de nuestros tiempos (dan buena fe de ello títulos como Repulsión, La Semilla del Diablo, Chinatown o Frenético), hecho este que además tuvo su reconocimiento en la entrega de los Oscars de 2002, donde su grandísima El Pianista le proporcionó la estatuilla al Mejor Director, un premio que sorprendió a propios y extraños, dado que tiene vetada la entrada a los EE.UU.

Así, cuando ahora llega a nuestras pantallas este su nuevo film, es imposible que la sombra de aquel otro anterior, aquella obra maestra, no planee sobre él. Y siendo consciente de ello, Polanski hace un uso inteligente de algo que a priori podría resultar negativo, aprovechándose de aquella desgarradora historia que se convierte en una especie de background semi-latente en este Oliver Twist. Y es que a pesar de ser sólo un niño, y de haber vivido en el Londres del siglo XIX, Oliver sufre, como sufrió Spilzman; cosa que en el fondo no debería sorprender a nadie, porque Oliver Twist es uno de los personajes más populares de la novela crepuscular decimonónica, uno de tantos niños (como David Copperfield, como Huckelberry Finn) que nos enseñó a través de sus pequeños ojos un mundo en pleno estado de cambio y en el que los inocentes son muchas veces los peor tratados.



Oliver Twist nació de la pluma de uno de los más grandes literatos de esa época dorada de la Gran Bretaña: Charles Dickens (Canción de Navidad, Historia de Dos Ciudades, Grandes Esperanzas o la misma David Copperfield), un autor comprometido con los más pobres y cuyo trabajo se ha visto reflejado ya en numerosas ocasiones en la gran pantalla. Es más, la misma Oliver Twist ha tenido dos versiones cinematográficas anteriores: una primera de David Lean y una segunda, en clave de musical, de Carol Reed. Así que esta de Polanski es la tercera y, como se suele decir, la definitiva.

Esta película nos cuenta así la historia de Oliver Twist (interpretado por el desconocido Barney Clark, un infante de rostro angelical y toda una revelación en su papel), un huérfano que va de casa en casa (partiendo de un orfanato del que es expulsado) siendo maltratado, y que huye para acabar en Londres, una ciudad con aspiraciones a gran metrópolis de la modernidad y en la que se verá atrapado en un mundo de maldad y crímenes del que por mucho que quiera no podrá salir. Y es que nada más llegar cae en las manos de Fagin (un Sir Ben Kingsley casi irreconocible bajo el maquillaje y que demuestra su buen hacer interpretativo, a pesar de ese punto excesivo que tanto le suele caracterizar y que en este caso quizá sea algo hasta provechoso), un delincuente y estafador que se sirve de niños como Oliver para robar y que, todo sea dicho, los trata bien. No como Bill Sykes, una especie de socio de Fagin (quizá un superior) que siempre acompañado de su peligroso sabueso se aprovecha de ellos. Sin embargo, Oliver es un buen niño, lleno de inocencia, y es esta misma virtud la que hará que su vida, a pesar de las vicisitudes, le acerque a quienes bien podrán cuidarle, seres de todos los tipos que se verán conmovidos por su pureza.

En esta película sorprende, como ya sorprendió en El Pianista, el hecho de que el reparto esté formado por rostros desconocidos (a excepción del ya mencionado Sir Ben Kingsley), y lo cierto es que esto funciona muy bien, y todos los intérpretes están a la altura de sus papeles y las circunstancias. Técnicamente también se ha contado con el mismo equipo que en el film anterior, que ha realizado un trabajo impecable, sobre todo en lo referente al diseño de producción (Allan Starski): simplemente maravilloso. Y mención aparte y especial se merece el director de fotografía, Pawel Edelman, que convierte cada plano del film en un bello cuadro del Romanticismo más melancólico, y que hace que a pesar de la oscuridad general de la película los hechos se nos presenten como claros y brillantes. Su construcción de atmósferas es impecable, y cabe decir que quizá sin su participación, esta película no habría sido igual.



Mucho se ha dicho acerca de la duración de este Oliver Twist (dos horas y diez minutos) y sin embargo en ningún momento se siente que su ritmo (lento, eso sí) decaiga, ni se tiene esa desagradable sensación de que sobran algunos minutos de metraje. En esta película todo está medido, cada cosa sucede a su tiempo, y poco a poco los hechos te van atrapando, aun conociendo la historia, aun sabiendo cómo va a acabar. A esto hay que sumar los guiños que se da a ella misma, o cómo está llena de detalles que nos vienen a decir precisamente que son muchas veces las cosas pequeñas las que determinan los caminos por los que discurrirá nuestra vida. Y es que es imposible no darse cuenta de que Polanski utiliza esta historia no sólo para mostrarnos su versión de una novela, sino para hablarnos de la vida, o de algunos de sus aspectos. Nos habla así de cómo para él la ingenuidad de la infancia puede ser algo incorruptible, y nos habla sobre todo del abuso de poder y cómo este influye en los demás y en la sociedad.

Sin embargo, y a pesar de ser un título más que correcto, Oliver Twist no es esa grandísima película que todos sabemos el director es capaz de hacer. Y esto es quizá porque el espectador espera “más” de Polanski, y porque quizá los personajes (especialmente Oliver) no están todo lo desarrollados que a uno le gustaría. Esta película es simplemente un producto más sencillo, que conlleva menos implicación personal por parte de su autor (aunque haberla hayla) y que tiene unas aspiraciones menores. Y como tal, cumple con creces.

 

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