El genio del autor

En el pasado festival de Cannes, dos de las propuestas más interesantes levantaron cierta sospecha sobre el grado de independencia de sus creadores, y desde luego si aplicamos una mirada superficial y corta así podría entenderse. Pero si nos fijamos en el corazón de sus obras (que es donde hay que detenerse) brotan las mismas obsesiones de siempre y laten con más fuerza si cabe. Ambas cintas, Una historia de violencia y Flores rotas, una vez vistas pertenecen desde su creación a lo mejor de la filmografía de sus autores David Cronenberg y de Jim Jarmusch.

Flores rotas, premio especial del jurado en el citado festival de Cannes, narra el viaje que emprende un hombre hacia su pasado, intentando encontrar a la remitente de una misteriosa carta sin firmar, en la que se le comunica que hace 20 años fue padre. Hasta el momento en que Don lee la carta, Jarmusch nos ha ofrecido toda la información que necesitamos saber sobre esta especie de moderno Don Juan, y lo consigue con apenas 3 frases de dialogo con su actual (ex)pareja y con la presentación de Don en el salón de su acomodada casa, preciso como siempre en la utilización del plano y de su contenido, Jarmusch culmina, como es habitual en él, con el fundido en negro, pocas dudas deberían quedar pues sobre la autoría del film.

¿Es flores rotas una comedia? En principio sí. Con momentos hilarantes donde el carisma de Bill Murray se desborda, también combina otros profundamente dramáticos, y es que este viaje con retorno, significa para Don más de lo que en un principio el mismo podría imaginarse, es la confirmación de los nimios logros del pasado, en busca de una posible huella en cada una de las mujeres que se cruzaron en su camino, y que se vuelven a cruzar ahora 20 años después. Estas son meras caricaturas de lo que fueron y ese no es más que un espejo de sí mismo, cada visita es un golpe moral, cada minuto de metraje pesa sobre el personaje principal, así Jarmusch va configurando el drama que se cierne sobre Don. El hombre elegante, el hombre de éxito quizás, en el fondo, no lo sea tanto.

Decía en una entrevista Jarmusch, que una de sus principales intenciones cuando se puso a trabajar en esta cinta, era la de poder rodar con el elenco de actrices de las que se ha rodeado, y es que ciertamente es una delicia poder ver a una Sharon Stone esplendorosa y deliciosa o a una Jessica Lange bañada en una imagen de madurez clásica, rotunda. Y es que los actores están todos magníficos, empezando por la figura de un Bill Murray en auténtico estado de gracia, figura imprescindible del actual cine independiente americano, el estatus alcanzado le permite que los papeles se los hagan a medida, capaz de provocar la carcajada sin hacer prácticamente nada, ¡¡que no es poco!!. Bill poco a poco va modulando la mirada de Don, las diferencias entre el hombre que inicia el viaje y el que se muestra en el maravilloso plano final son evidentes, y es que Murray clava a ese tierno y desesperado Don Juan en chándal de lycra . También merece considerar el personaje impulsor de la aventura de Don, su vecino Winston, con quien se establece una de esas amistades extrañas que pueblan el cine de Jarmusch, donde es posible una amistad sin hablar el mismo idioma.

Jarmusch es dueño de una narrativa tan particular como ejemplar, manejando el tiempo con calma sin tensar lo encuadres, minimalista en la descripción, cerrando en negro (salvo un par de ocasiones, lo mas flojo del film) y dejando que la historia discurra por el cauce establecido, a ritmo de jazz africano, como Ghost dog discurría a ritmo de Hip Hop. Preciso, sutil y más elegante que nunca. La forma en la que cierra el viaje es clamorosa y espléndida, si todavía a alguien le quedaban dudas sobre el carácter marginal del film imagino que llegado a este insobornable y lacónico final habrán quedado disipadas.

Flores rotas es divertida y melancólica, es profundamente triste, es una road movie deliciosa, es un retrato en sepia del pasado, es en definitiva una de las mejores películas del año, una joya.