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Crítica - Tarnation (2003)

Poster

'El amor y la pasión todo lo pueden'

17/08/2005 - Por Hattie Carroll

(5/5)

Almodovar ha dicho de ella que le recuerda lo mejor de Arrebato. Y el caso es que no le falta razón. Jonathan Caouette bien podría ser el protagonista de la obra maestra de Iván Zulueta, un ser a medio camino entre la realidad y la ficción del celuloide que queda definitivamente atrapado en las imágenes que graba con su cámara.
Con la diferencia de que Tarnation es completamente real.

A lo largo de la proyección es imposible no encariñarse con ese muchacho excéntrico, homosexual, víctima de abusos en la infancia y en constante añoranza de una madre loca por los electroshocks a los que fue sometida desde que tenía once años. Posiblemente para Jonathan, que sufre despersonalización, la necesidad compulsiva de grabarlo todo, hasta lo más desagradable, es una manera de hacerlo real, de atraparlo en una cámara para poder construir así su identidad. Tarnation acaba siendo una reflexión, a ratos onírica y a ratos extremadamente cruda, sobre la locura y especialmente sobre el miedo a volverse loco, un viaje emocional lleno de belleza poética y de amor por la vida.

Este logro audiovisual (o terapia psicológica) es lo más hermoso que le ha ocurrido al cine en años. Elevar a la categoría de arte una vida es un triunfo humano y cinematográfico. Y es, sobre todo, el triunfo individual de un hombre capaz de reinventarse a sí mismo a través del lenguaje cinematográfico. Los recuerdos reales son sustituidos por las imágenes distorsionadas de una cámara, por fotografías y grabaciones en contestadores… y todo ello se funde en un collage que dibuja la vida de un hombre durante veinte años. Que el cine sea capaz de hacernos sentir su vida durante el tiempo que dura la proyección (escasos noventa minutos) es un milagro. En Tarnation fondo y forma se funden y confunden de manera brillante. Imágenes hipnóticas como salidas de un sueño que se convierte en pesadilla, o una pesadilla que parece un sueño, se entremezclan con canciones que son el reflejo perfecto de diferentes estados de ánimo. Todo ello nos hace partícipes de la vida de Jonathan. No la observamos como simples espectadores, la “vivimos” después de que sea filtrada por la magia del cine. No se me ocurre mejor palabra: Tarnation es un milagro.

Poco importa si su director será capaz de hacer más obras destacables (aunque parece que talento visual no le falta). Lo que verdaderamente importa es que su ópera prima, la obra de toda una vida, ha quedado grabada en la historia del cine con letras de fuego. Lo que importa es que demuestra que el amor y la pasión (casi) todo lo pueden, que en tiempos extraños la valentía y la sinceridad con uno mismo son la mejor arma para no volvernos definitivamente locos... y que nuestra mayor creación es la vida que dirigimos.

Después de todo esto... sólo me siento capaz de darle un 10/10.

 

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