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Crítica - El Dulce Porvenir

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'El mas triste final del cuento'

02/04/2005 - Por casiotone

(5/5)

El mas triste final del cuento.

No hace mucho tiempo leí un articulo sobre Fargo, esa pequeña gran obra de los Coen, donde se hacia referencia a ella como cine negro sobre fondo blanco, en ese caso se referían a una película pura de genero, en El dulce porvenir Atom Egoyan traslada la oscuridad mas absoluta, el negro definitivo, al blanco mas puro, como si de un cuento de terror se tratase lo rodea de niños, nos regala su mejor obra y de paso firma una de las mas grandes películas que uno haya visto jamas.

Un pueblo mas de esa América que parece siempre vive en estado de gracia, inmaculada por la nieve, allí como cada día un autobús escolar recorre su trayecto habitual recogiendo los niños, que serán el porvenir de la comunidad, las mismas curvas y casi la misma nieve de todos los días, pero en un momento todo puede cambiar, el autobús sufre un accidente, la comunidad pierde su futuro. Al pueblo llegara Mitchell (Ian Holm) un abogado que tratara de expiar culpas y dolores propios reflejándolos en los de los demás.

Para Egoyan solo hay un hilo conductor del relato: la tragedia que carga a todos y cada uno de los personajes de la cinta , el drama trasciende el tiempo narrativo y así construye su película con continuos saltos en el tiempo, Egoyan prescinde de los socorridos y manidos flash back, tan pronto estamos en una secuencia anterior al accidente, como en otra posterior al mismo, pero anterior al que intuimos como el verdadero presente de la narración, y lo mejor es que lo hace con tanta maestría y delicadeza que la fluidez del relato no se resiente, mas aun se desarrolla hasta limites verdaderamente dolorosos, porque lo que consigue es una percepción plena del drama, del dolor, el mejor ejemplo es la forma con la que Egoyan enlaza la escena inicial del film, que en un principio parece aislada del relato, con la historia que Mitchell narra en el avión a su compañera de asiento (amiga de su hija), y el momento de la película en que lo cuente, Egoyan consigue que el drama individual se fusiona con el colectivo, el clímax retrotrae la narración, pocas veces se consigue un momento tan inabarcable en una película.
La tragedia avanza lenta pero inexorablemente y la tensión se acumula en cada fotograma, el accidente, que sabemos desde el principio que sucede, se va retrasando, la delicadeza con la que Egoyan nos lleva a el, solo es comparable con la forma de presentarlo, la distancia que asume con la tragedia provoca un mayor desasosiego, nuestra mirada es la de Billy (Bruce Greenwood) que como cada mañana acompaña el autobús que lleva a sus hijos al colegio, solo le vemos reconociendo los cuerpos, que nunca veremos, duele mas el plano fijo del autobús hundiéndose, duelen mas las mantas sobre los cuerpos.

Plagada de asociaciones visuales, el desarrollo de la trama se configura en base a las entrevistas que el abogado Stephens, un inconmensurable Ian Holm mantiene con los padres de los chicos y con las dos únicas superviventes Dolores (Gabrielle Rose) la conductora y Nicole, interpretada por una magnifica Sarah Polley, todavía adolescente, en ellas bajo la aparente calma del pesar, se detecta las disfunciones de una sociedad de apariencia perfecta, inmaculada, y la cinta vuelva a crecer, no existe tregua, no hay espacio para tomar aliento, tampoco hay compasión por unos personajes que ocultan mas que lo que muestran.

Imágenes que se fijan en la retina para no abandonarte jamas, una de las películas mas duras jamas filmadas, una autentica disección del dolor humano, poderosa obra de arte que se clava en el alma, el cuento mas triste, el mas triste final del cuento, no hay porvenir posible, la muerte helada dicen ...es dulce.


Valoracion : (10/10)

 

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