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Crítica - Soñadores

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09/12/2004 - Por Sycamore

A Bertolucci se le ha pasado el arroz, está claro. Se le ha pasado su época transgresora y polémica en la que muchos españoles (o lo que seamos en estos tiempos) cruzaban los Pirineos para ver una joya del cine polémico del pasado siglo, El último tango en Paris. Bertolucci deambula en los últimos tiempos sin encontrar su público, sin congraciarse con crítica ni tener éxito en taquilla. Con productos como Soñadores será complicado que remonté el vuelo de los últimos emperadores y pequeños Budas.

Soñadores tiene dos planos bien distintos que se rozan y se entrelazan sin llegar a tocarse tanto como para encontrarle el sentido. Por un lado de fondo mayo del 68 y la revolución cultural, de los cinéfilos en este caso. Tres cinéfilos, en concreto, que conforman el primer plano de la película. Tres personajes extraños en una época extraña, sin curso claro. En este nexo entre ambos mundos es de donde surgen los mejores guiños de toda la película, esos pequeños homenajes que Bertolucci dedica a otras épocas del cine donde los espectadores llenaban las filmotecas, veían una liberación en el séptimo arte, fumaban y comentaban películas o se retaban en sus conocimientos de directores como Hawkes, Browning, Welles, Chaplin y otros genios similares.

Esos juegos son lo mejor del filme, lástima que los tres personajes que los ejecutan sean tres auténticos guiñapos de personajes, tres motivos de polémica barata sin sentido ni dirección. Lástima que Bertolucci considere que el premio o el castigo por acertar uno de esos retos cinéfilos sea el desvirgar a una chica delante de su impasible hermano, por ejemplo. Pura polémica caduca en la que Bertolucci intenta provocar al espectador. Se olvida el bueno de Bertolucci que los tiempos cambian y que poca gente puritana queda sobre el mundo, y que escenas como las que muestra en Soñadores ya no hacen mover el gesto a nadie, no irritan a casi nadie ni sorprenden salvo por lo esperpéntico del tema.

Así pues llega un momento en que la vida de estos tres imberbes termina por no importarnos apenas y en que sus correrías pasan una tras otra, a una mayor, sin que ello nos emocione ni nos agreda lo más mínimo. Al final nada tiene sentido ni motivo y a otra cosa, que aparecen los créditos y ni nos hemos enterado.

4,5/10

 

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