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Crítica - El Mensajero del Miedo (2004)

Poster

'En buen momento'

29/11/2004 - Por TXILI

(3/5)

¿Son necesarios los remakes? ¿Su proliferación es sinónimo de sequedad de ideas? ¿Un remake es un acto de pedantería? ¿Las reversiones son meras operaciones comerciales? ... Periódicamente, con la aparición en las carteleras de una nueva versión de algún título ya existente, se reabre el debate sobre los remake. Es evidente que con el paso del tiempo algunos productos consolidan sus cualidades y otros las pierden. También es sabido que el mundo cambia a cada instante y que el lenguaje, la tecnología, los medios y la disponibilidad de información evolucionan influyéndose los unos a los otros. Por consiguiente, puede resultar interesante re-explicar una historia antigua con un formato nuevo, para que el mensaje, aún plenamente vigente, alcance a la mayor parte del público posible.

Eso es lo que probablemente animó a Jonathan Demme a dirigir esta nueva versión del thriller político “El Mensajero del Miedo” cuarenta y dos años después de la original. En esta ocasión, un oficial veterano de la primera Guerra del Golfo (interpretado por un convincente Denzel Washington) sufre extrañas pesadillas que le inducen a sospechar, que un oscuro episodio bélico protagonizado por su escuadrón y que convirtió en héroe al actual candidato a vicepresidente de los EE.UU. (enigmático Liev Schreiber), en realidad no sucedió tal y como todos ellos recuerdan. En vísperas de las elecciones presidenciales, la investigación del caso le resulta especialmente incómoda a la todopoderosa Manchurian Corporation.

Es sumamente interesante que el filme se haya estrenado en Estados Unidos en plena campaña electoral de 2004. Aunque Meryl Streep asegure, que se ha inspirado en Margaret Thatcher para su extraordinaria caracterización de la maquiavélica senadora Eleanor Shaw, sus discursos y razonamientos parecen directamente extraídos de las disertaciones neoconservadoras de George W. Bush. Con todo ello, el visionado de la película puede ejercer sobre el espectador un impacto como el que sueña causar el mismísimo Michael Moore. El hecho que los protagonistas confiesen (en más de una ocasión) sus temores mirando directamente a la cámara, subraya la fuerza con la que el director pretende mostrarnos la vulnerabilidad de la democracia frente a ambiciones desmesuradas de poder. Por una vez el título español “El Mensajero del Miedo” acierta al evocar la sensación que produce recordar, que la campaña electoral del país más poderoso del mundo está financiada básicamente por grandes corporaciones.

Resulta curioso (a la vez que romántico) que sean precisamente los sueños los que señalen a Bennet Marco (el personaje de Denzel Washington) cuál es el camino de la verdad. En plena era de la información y de la comunicación global tomamos como verdades absolutas aquello que vemos a través de una pantalla de televisor o leemos sobre un papel. Sentados en un sofá nos convertimos en implacables jueces de una realidad que nos han explicado. En el Mayor Marco la ficción asimilada no logra sustituir a una realidad vivida, que desde el subconsciente reclama constantemente su verdad.
Decía un filósofo que el poder lo acaban “usando” aquellos personajes que lo ambicionan más que los demás, cuando lo “necesario” es que lo “administren” aquellos que “no lo necesitan”. Tras ver “El Mensajero del Miedo” habrá que replantearse el lema pensando no sólo en los poderosos sino también en sus amigos.

 

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