Los músicos de la Orquesta Ceremonial de Alexandria, acostumbrados a organizarse por su propia cuenta, llegan a Tel Aviv para realizar un concierto en el Centro de Cultura Árabe, pero un malentendido con el nombre del lugar les conduce a la remota ciudad de Beit Hatikva. Habiendo tomado el último autobús que les comunica con la ciudad, se verán obligados a pasar la noche ahí, lo que ocasionará una serie de curiosos encuentros con diferentes lugareños.
Parte de la inspiración de la película vino, de la costumbre en la familia del director Eran Kolirin, de ver cine Egipcio a principios de los ochenta. Es casi una especie de homenaje a ese cine árabe que acabó desapareciendo de las pantallas de Israel.