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Zinemaldia 2013. Día 6. Sigue la sequía en la Sección Oficial

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Carlos Fernández, 26/09/2013

Poco a poco nos acercamos al final del festival, y eso significa que ya se empiezan a conceder los primeros galardones. Ayer conocimos los premios de cine en construcción y los de la industria, y cada vez estamos más cerca de la llegada de Hugh Jackman en un festival que no pasará al recuerdo precisamente por las estrellas que han pasado por él. Tampoco se recordará la Sección Oficial por títulos brillantes, ya que quitando dos o tres películas, el resto están rayando a un nivel mucho más bajo que en años anteriores.
Hoy entraban a competición dos películas más, Un Largo Viaje y Club Sándwich, muy diferentes entre sí en estilo, temática e historia, pero con una recepción bastante parecida.

La primera en proyectarse ha sido la coproducción británico-australiana, basada en la historia real (y ya van unas cuantas que vemos en el Zinemaldia) de Eric Lomax, un oficial británico fascinado por los ferrocarriles. Durante la Segunda Guerra Mundial fue capturado por los japoneses y enviado a un campo de trabajo en la línea férrea entre Birmania y Tailandia. Allí, él y sus compañeros tuvieron que sobrevivir en condiciones extremas a las torturas de sus captores. Décadas después, Lomax vive en el norte de Inglaterra retirado junto a su esposa Patricia y centrado en su pasión por los trenes, cuando descubre que el soldado japonés responsable de gran parte de su sufrimiento sigue vivo.
Una historia a priori muy interesante sobre la búsqueda de respuestas, de venganza y liberación que, gracias a una dirección mediocre, un guion bastante plano y previsible y un montaje que destroza la película, queda reducida a un a veces entretenido telefilme de alto presupuesto y con estrellas. Nicole Kidman y Colin Firth deben funcionar muy bien como reclamo publicitario para la taquilla, pero a nivel actoral no funcionan en ninguna de sus escenas, ni juntos ni por separado.
Quizás para una tarde de domingo la película cumple su cometido de entretener un rato, aunque la historia no sea la primera vez que nos la cuentan, pero competir en un festival es algo que le viene muy grande. Aunque el hecho de que sea una obra muy clásica en su planteamiento y su estilo académico ayude a que sea más accesible al gran público, que finalmente la ha recibido con bastantes aplausos.

La segunda película a competición ha sido la mexicana Club Sándwich, que cuenta las vacaciones en un hotel, en temporada baja, de una madre y un hijo que mantienen una relación muy intensa y especial. Un día llega al hotel Jazmín, una adolescente con la que Héctor descubre los primeros destellos del amor y el sexo. Paloma deberá aceptar que su hijo está creciendo y que dejará de ser el mismo.
Este es el tercer trabajo de Fernando Eimbcke, quien ya había estado en San Sebastián con Lake Tahoe en la sección Perlas. Eimbcke dirige una película plagada de largos planos estáticos donde no pasa nada para retratar el aburrimiento de la pareja protagonista, casi los únicos clientes del hotel. El silencio es otro de los grandes protagonistas de la cinta: los personajes no hablan mucho y sus conversaciones giran en torno a temas triviales y sin importancia. El planteamiento podría recordar en cierta medida a Somewhere de Sofia Coppola, aunque visualmente las películas se distancian bastante.
En general y por separado todo en la película funciona muy bien, los actores, la dirección... pero la idea original o la forma de llevarla a cabo se agota y da la sensación de que, a pesar de su corta duración (80 minutos), la cinta hubiese funcionado mucho mejor como un corto. La primera hora se acaba haciendo repetitiva, aunque logra remontar el vuelo en los últimos 20 minutos, donde consigue alguna escena muy divertida entre los tres protagonistas y los celos de las dos mujeres por hacerse con Héctor.
Al finalizar la proyección, los aplausos de cortesía y poco más para cerrar un día bastante gris en una Sección Oficial donde parece que este año la Concha de Oro sí que va a ser protestada, ya que no hay unanimidad en cuanto a las favoritas.

Más fotos en la galería de fotos del 61 Festival de Cine de San Sebastián
Y dada la situación de la Sección Oficial, siempre es bueno buscar en secciones alternativas e ir sobre seguro con películas que ya han tenido reconocimiento en otros festivales. Ese es el caso de Heli, de Amat Escalante, quien recibió el premio al mejor director en el pasado Festival de Cannes, y que se proyecta en San Sebastián dentro de la sección Horizontes latinos.
El filme, elegido por México para representar al país en la carrera por el Oscar a la mejor película de habla no inglesa, habla del amor juvenil, de la lucha por conseguir un futuro y del narcotráfico a la vez que realiza una denuncia social de la situación de su país. Todo rodado con un pulso firme, con una gran potencia visual, que hace que sea difícil apartar la vista de la pantalla aunque lo que nos muestre no sea agradable de ver. Realmente es más dura por lo que cuenta que por cómo lo cuenta, aunque sí incluye una escena no apta para todos los públicos.
Acostumbrado al ritmo más pausado que suele predominar en las películas de la sección Horizontes, sorprende ver una cinta tan dinámica y que a pesar de contener largos planos secuencia (en el inicio, la escena de tortura) no pierde nunca su cadencia. Ha sido recibida con muchos aplausos tras concluir la proyección.

La última película del día ha sido Dallas Buyers Club, del canadiense Jean-Marc Vallée, que dirige basándose en la historia real de Ron Woodroof, quien tras serle detectado el virus VIH y darle solo 30 días de vida, decide no rendirse y buscar fármacos que le ayuden a curarse, o al menos a retrasar el día de su muerte. Tras descubrir que el medicamento aprobado para su consumo en Estados Unidos es venenoso, decide importar drogas de fuera del país, creando un club de compradores para saltarse las leyes americanas.
Aunque a primera vista podríamos estar hablando de otro Philadelphia, lo cierto es que la cinta está más cerca del Erin Brockovich de Steven Soderbergh que del filme de Jonathan Demme. Vallée, que ya demostró con C.R.A.Z.Y. su talento para la puesta en escena, opta en esta ocasión por una dirección menos vistosa para dejar total lucimiento por un lado a un guion que, si bien no aporta nada nuevo, sí que cumple sobradamente; y por otro, y sobre todo, a los actores.
Matthew McConaughey lleva demostrando desde hace unos años que nos lo han cambiado. Aquí, además de la exigencia de cambio físico (perdiendo más de 20 kilos y con un aspecto que recuerda al de Christian Bale en El Maquinista), ofrece un autentico recital con muchos registros, aportando al personaje una personalidad que provoca que el espectador se posicione enseguida a su favor, a pesar de saber que no es la mejor persona del mundo. Lo de McConnaughey en cierta medida se esperaba, por la trayectoria ascendente que lleva en los últimos años, pero la verdadera revelación del filme es Jared Leto quien, centrado casi totalmente en la música, vuelve al cine para interpretar la figura en la que se apoya el personaje de Woodroof para llevar a cabo su plan. Leto, totalmente travestido, consigue robarle el protagonismo a Matthew cuando comparten escena además de, a pesar de la carga dramática de su personaje, servir un poco de descarga cómica a la cinta.
La película ha sido recibida con aplausos en el pase de prensa y con una nota de más de 8 sobre 10 en las votaciones al premio del público.
Esto ha sido todo por hoy. Mañana volveremos a hablar de telefilmes en la Sección Oficial y de Joven y Bonita, del último ganador de la Concha de Oro François Ozon. Hasta entonces, nos vemos en los cines.
@charlyr2d2