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Una mirada a los XI Premios CINeol
José Hernández, 03/02/2014

Se acerca el final de los XI PREMIOS CINEOL. Este martes, a medianoche, cerramos las votaciones para elegir las mejores películas, series y actores del año 2013, pero todavía podéis votar o editar vuestro voto. Hasta el momento, alrededor de 70 personas han escogido ya a sus favoritos de la lista de nominados que os anunciamos hace unos días. Pero esperamos que se apunten más. Como mínimo, que los mismos que participaron en las nominaciones nos ayuden ahora a escoger a los ganadores.
Esta está siendo una de las ediciones más disputadas de los últimos años. Si nos estáis siguiendo en Twitter, estaréis descubriendo algunas de las películas y actores que se han quedado a las puertas de la nominación, algunos de ellos por uno o dos votos. En algunas categorías se podría haber producido hasta un empate masivo que diese lugar a 10 nominadas. En otras, un par de votos de última hora dieron un vuelco a las candidatas. Incluso hemos tenido algún caso de películas que empezaron fuerte y luego se estrellaron, y de lo contrario, que empezaron las nominaciones flojas y fueron subiendo como la espuma hasta lograr entrar en la terna. Pero todo eso y más lo iremos descubriendo estos dos últimos días de votaciones.
La cuestión es que en las votaciones para escoger a los ganadores también estamos viendo mucha competencia, carreras muy ajustadas en algunas categorías. Así que ya sabéis, todo voto cuenta.

La nominación a mejor película para Gravity era algo que se veía venir desde antes incluso de su estreno. De hecho, desde el tráiler. Que el filme no decepcionase, sino todo lo contrario, que superase las ya de por sí altas expectativas que se tenían puestas en él, es una victoria casi tan destacable como el logro técnico, tecnológico y artístico demostrado por Alfonso Cuarón y su equipo. Hasta nueve candidaturas acumula.
La película en sí es tan espectacular como minimalista, tan inmensa como intimista, sin patinar en ninguno de los dos aspectos ni en su conjunción. Con muy pocos actores/personajes (Sandra Bullock en su mejor interpretación hasta la fecha y un George Clooney que cede el protagonismo a su compañera), Cuarón ha compuesto una obra de una humanidad apabullante, una historia de supervivencia y soledad, de un aislamiento tan psicológico como metafísico que lleva a plantearse todo tipo de preguntas. Y la más pequeña de ellas no es "cómo cojones hago para sobrevivir en el ambiente más inhóspito del universo". Es una lucha contra todos los elementos, contra el tiempo y el espacio, contra el propio abandono de esperanza, por regresar a la Tierra/tierra y tener una nueva oportunidad de vivir.
El viaje iniciático de Cuarón es todo un goce visual, llevando hasta el extremo el virtuosismo con la cámara y la imaginación compositiva que ya había demostrado el mexicano en Hijos de los hombres, pero más allá de eso, su emoción física ha conquistado a todo el planeta, cinéfilo o no, porque dentro de su sencillez argumental se esconde una historia cálida, triste y humana: la búsqueda de las fuerzas para superar la pérdida, la necesidad de pasar página y volver a abrirse el mundo, abandonar la soledad fría y mortífera de la nada para caminar, aunque sea titubeante, por el mundo de los vivos.

Otra figura aislada del mundo la encontramos en el drama danés La Caza, posiblemente la nominada a mejor película más inesperada de esta edición, por tratarse de un filme pequeño cuyo estreno en España fue en el circuito de cine 'de arte y ensayo', podríamos llamarlo. Está claro que a la cinta de Thomas Vinterberg le ha beneficiado el estar desde hace meses disponible en DVD y otros formatos, con lo que ha podido llegar a la gente suficiente para granjearse esta nominación y otras tres.
En este caso, el personaje de Mads Mikkelsen (soberbia interpretación de un actor tremendamente versátil, capaz de mostrar tanta crueldad como fragilidad en sus múltiples registros dramáticos) está solo, aislado, pero no por voluntad propia. Al contrario, es la víctima de una falsa acusación, la de una niña que afirma que ha abusado de ella. De repente, el que era un profesor de guardería muy querido en todo el pueblo se convierte, a los ojos del resto de la comunidad, en un monstruo desalmado que ha estado ocultando su verdadera naturaleza. Con una honestidad desnuda y abrasiva, Vinterberg dibuja el proceso de desmoronamiento psicológico del protagonista, conforme la presión de sus vecinos, las dudas de sus amigos y compañeros, el odio de los padres afectados, la violencia de quienes quieren tomarse la justicia por su mano sin necesidad de buscar pruebas, van haciendo mella en su fortaleza y descreimiento inicial.
Una pesadilla en toda regla que acaba lanzando varios temas de debate al espectador, sin ofrecerle soluciones o respuestas fáciles: ¿es posible perdonar? ¿Y olvidar? Cuando se ha sembrado una duda, ¿se puede impedir que esta crezca por sí sola? ¿Por qué creemos con más facilidad en lo terrible que en lo agradable? ¿Se puede dejar de creer en algo en lo que uno ha volcado sus convicciones personales, por mucho que le presenten pruebas de lo contrario? No es casualidad, de hecho, que la escena climática del filme suceda en una iglesia, donde todo el pueblo asiste anonadado al último acto de valentía del protagonista. Al fin y al cabo, las cazas de brujas empezaron allí.

Entroncando con los temas recogidos en la cinta danesa, el thriller Prisioneros también trata sobre falsas acusaciones en torno a niñas inocentes. En este caso, sin embargo, es la desaparición y posible secuestro de las menores lo que desencadena la trama. Otra diferencia es su metáfora temática, que elige un foco más político que sociológico: la validez moral y procedimental de la tortura en un mundo post-11S, en el que las vigilias se han convertido en una costumbre ante las tragedias y los culpables son atrapados al vuelo, señalados y forzados hasta obtener la respuesta que se desea de ellos, sin pensar antes en la veracidad que se puede esperar de ella.
Ante todo, desde luego, el filme del canadiense Denis Villeneuve (que el año que viene seguro que tiene de nuevo algo que decir en estos premios con Enemy) es una película de género, un policíaco rodado con una elegancia y sobriedad apabullantes, con una música atmosférica reminiscente de Philip Glass y una gélida fotografía del maestro Roger Deakins que nos recuerda los mejores momentos de El Silencio de los Corderos y del cine de David Fincher. Además de eso, sus 150 minutos de duración (que se pasan volando) tienen también las cualidades de un drama de solidez perturbadora, con una definición de personajes y conflictos que permite el lucimiento de su extenso reparto: desde un Hugh Jackman con la ira a flor de piel a un Jake Gyllenhaal cuya permanente tensión interna está controlada bajo un manto de calma conciliadora delatada por un tic ocular, pasando por los soberbios Paul Dano, Viola Davis o Terrence Howard.
Con una precisión milimetrada en su puesta en escena, una potencia emocional que va cociéndose a fuego lento y no te abandona al salir de la sala, unas interpretaciones para ponerlas en un altar y una profundidad discursiva inaudita para un filme de género, no es nada extraño que se haya ganado el favor de los cineolianos y haya logrado cuatro nominaciones. Al fin y al cabo, es el mejor thriller policíaco desde Zodiac.

El filme de Villeneuve, como el de Fincher antes que él, se ha ganado nuestro favor pero se ha estrellado en los Oscar. Pero no hay que elegir entre CINeol y la Academia. Que se lo pregunten a 12 Años de Esclavitud, que suma 10 nominaciones a estos premios, una más que a la dorada estatuilla. La gran favorita de los Oscar ha demostrado aquí que esas voces que han surgido en la comunidad cinéfila poniendo en duda la calidad del drama esclavista de Steve McQueen son minoría, quizá influenciada por las expectativas al ver la ingente cantidad de premios que ha recibido.
Galardones que, por otro lado, son bien merecidos. McQueen ha suavizado el estilo expresivo que demostró en las increíbles Hunger y Shame, en busca de un lenguaje más clásico que se ajustase al marco temporal de la historia, pero no ha renunciado a sus rasgos autorales: la construcción de una atmósfera opresiva y perturbadora que transmita de forma abstracta y puramente sensorial lo que el argumento cuenta con palabras; los planos sostenidos hasta más allá del límite, que rompen la trama para forzar la introspección y la búsqueda del detalle fuera de campo; los personajes llevados al límite del dolor y la obsesión, hasta el punto de romperse; la huida de sensiblerías inmediatas, adoptando una postura clínica y anticlimática que permite que la fuerza de sus historias vaya desplegándose en el espectador mucho más allá del final del filme; etc. Todo un mecanismo de relojería al servicio de una pesadilla a plena luz del día, de una crónica de la brutalidad y la tortura institucionalizadas, de un análisis del sufrimiento de una raza sometida a la humillación, la pérdida de la esperanza y la deshumanización más brutal.
Todo esto, claro está, no funcionaría sin un guion crudo y desasosegante; sin un elenco descomunal encabezado por un desgarrador Chiwetel Ejiofor, secundado de forma magistral por Michael Fassbender, Lupita Nyong'o y Sarah Paulson, entre otros; sin la bellísima partitura del maestro Hans Zimmer; o sin la labor excepcional de Sean Bobbitt, cuya fotografía injustamente olvidada por la Academia. debería estudiarse en las escuelas del ramo.

Y llegamos, cómo no, a Quentin Tarantino, que no podía faltar en unos Premios CINeol (Death Proof no cuenta). Si el que esto escribe ha logrado reconciliarse con QT gracias a Django Desencadenado, la cuestión no era si iba a ser nominada por los cineolianos, sino cuántas candidaturas iba a ser capaz de lograr. La respuesta: 11, aunque estuvieron cerca de ser más todavía. Y eso que tampoco había muchas más categorías a las que pudiese optar.
El western de Tarantino (que, al fin y al cabo, es como John Carpenter: casi todo lo que rueda son westerns de espíritu, aunque no se desarrollen en el oeste) es sin duda la cinta más lúdica de todas las nominadas. Concebida como una reinterpretación muy libre del Django de Sergio Corbucci, el filme planta a Jamie Foxx como icono de todo lo contrario a lo que representa 12 Años de Esclavitud; es decir, mientras aquella es una crónica del sufrimiento, esta es una fantasía de venganza y ajuste de cuentas con el pasado. Ambas trabajan en el mismo sentido: dejar en evidencia la brutalidad, injusticia e inmoralidad de unos tiempos que no están tan lejos (temporal e ideológicamente) del presente, invitándonos a reflexionar sobre los errores que podemos estar repitiendo. Pero la forma de llegar a este fin es radicalmente distinta. Quentin es pulp, es serie B, es un esteta de la violencia y la molonería, se siente cómodo con las escenas de acción y tiene una vertiente lúdica que no solo aparece cuando las balas silban y la sangre chorrea, sino que también trasluce en todos sus diálogos, perversamente divertidos en los excesos verborreicos de unos antológicos Christoph Waltz y Leonardo DiCaprio.
Así, mientras McQueen es sobriedad y clasicismo, Tarantino es ruido, furia, duelos de lenguas y gatillos, años 70, autoparodia, chulería y, sobre todo, ganas de reescribir el pasado para permitir a los oprimidos (sean judíos o negros) ejercer un poco de justicia poética sobre todos esos hijos de puta que han escrito con la sangre de otros las páginas más oscuras de nuestra historia. Para que no se diga que una película comercial, enfocada principalmente a ser un estético carrusel de risas y violencia, no puede tener también una conciencia social.
Por supuesto, estas cinco son las nominadas a mejor película. Pero hubo muchas más películas de calidad este año, cintas que pelearon a muerte por hacerse un hueco entre nuestras candidatas. Unas lo consiguieron mejor que otras, alguna se quedó a las puertas, otras muy lejos, otras llegaron a rozar la gloria. Rush, Capitán Phillips, El Hobbit: La Desolación de Smaug, Lincoln, Caníbal, Las Brujas de Zugarramurdi, La Vida de Adèle, Amor, Blue Jasmine, El Lado Bueno de las Cosas, La Herida, The Master, Antes del anochecer...
Son tantas, que nos hemos visto obligados a montar un vídeo celebrándolas, porque está claro que 2013 ha sido un año que pasará a la historia.
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Si YouTube nos lo borra, podéis verlo también en Vimeo