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Especial: King Kong - Peter Jackson

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Korben Dallas, 11/12/2005


Peter Jackson nació en Pekerua Bay, North Island, Nueva Zelanda, el 31 de Octubre de 1961, y justo en aquel instante acabó su vida corriente. Desde su más ¿tierna? infancia sintió una fanática obsesión por el cine y en particular por el film King Kong (1933) hasta que, a la temprana edad de 8 años (12, dependiendo de la biografía que se consulte) recibió como regalo una cámara de 8 mm con la que comenzó sus andaduras como cineasta vocacional. Poco a poco, y alrededor de los 17, reunió un pequeño colectivo de amigos con los que, mientras trabaja en un periódico local (y aquí suele haber también bifurcación de opiniones, unos dicen que como chico de los recados, otros que como periodista), comenzó a hacer cortos de ciencia-ficción y terror, estos ya en 16 milímetros, hasta que, finalmente, debutó como director de largometraje en 1987, con 26 años y el film de terror gore Mal Gusto que, para su sorpresa (y la de medio Mundo) se exhibió en Cannes y automáticamente recibió una fantástica acogida por un segmento del público que adoró de forma instantánea su humor negro (negrísimo) y su devoción por las vísceras y la casquería. Un film sin duda inclasificable que pivota entre la comedia, la ciencia-ficción y el gore basándose en un argumento facilón con alienígenas come-cerebros perfectamente olvidable, pero en el que, sin embargo, pueden ya observarse los tics y marcas de estilo de su director, presumiblemente ceñidas al género pero que ha sabido conservar diestramente a lo largo de toda su carrera.
Tras esta opera prima, convertida celéricamente en obra de culto, Peter Jackson reapareció en 1989 con un segundo largometraje de ficción con muñecos como protagonistas, llamado El Delirante mundo de los Feebles (Meet The Feebles), que pasó sin pena ni gloria. Tras ello, se decantó por halagar a sus localizados y muy fieles fans con un tercer film cómico de terror gore, aún más hilarante y sangriento: Braindead (aka Dead Alive) (1992) que en España vino acompañado de una suculenta coletilla a modo de slogan, aunque muchos han optado por conservarla como título: Tu madre se ha comido a mi perro. Lejos de ser simbólica, la frase se recita durante la primera media hora del film y de un modo absolutamente literal. El argumento, por lo tanto, no defrauda a quien busca sangre a borbotones: un mono maldito portador de una infecciosa dolencia convierte, a cualquiera que magulla, en un zombie antropófago de insaciable apetito e imparable crueldad. Así, al ser trasladado al zoo de una pequeña localidad neocelandesa ataca a la madre del protagonista quien, a su vez está enamorado de la joven tendera del pueblo (a cuyo perro devorado hace alusión el título). Al final casi todo el pueblo se hace zombie y la película acaba en una desaforada orgía de vísceras y sangre como nunca antes se había visto en la pantalla.
El film, rodado con un presupuesto más aceptable que el del primero, tuvo una excelente acogida entre el público más friki y se convirtió casi instantáneamente en la película gore más importante junto a la trilogía de Evil Dead de Sam Raimi. Pero además, abrió el mercado no solo a Peter Jackson, sino también al discreto mercado cinematográfico neozelandés. De este modo, mientras el director continuaba trabajando como escritor, montador, e incluso productor de algunos programas de televisión, en 1994 se enfrentó con el rodaje de Criaturas Celestiales, para el que se contó con un notable aporte económico del que había carecido hasta entonces. Para su primer largometraje dramático, Peter Jackson utilizó una historia escalofriante y verídica que conmocionó Nueva Zelanda a principios de siglo XX. Dos jóvenes alumnas de un colegio religioso comienzan una relación de amistad tan intensa y hermética que las lleva a aislarse del resto del mundo, creando su propio universo en el que suplantan roles y crean sus propios personajes en un juego de violencia y destrucción, pero que acaba en tragedia cuando los padres de Juliet Hulme (Kate Winslet) deciden divorciarse y emigrar. Para no separarse, deciden asesinar a la madre de Pauline Parker (Melanie Lynskey) (un dato curioso: hoy día la joven Juliet es una prestigiosa escritora de novelas de misterio a quien todo el mundo conoce como Anne Perry). A pesar del trágico argumento y de la brutalidad de algunas escenas y diálogos del film, Peter Jackson logró otorgar al ritmo de la película una magistral tensión y un pulso narrativo que no decrece y en el que no desaparecen sus bruscos travellings, sus picados imposibles, sus planos subjetivos mareantes, y su utilización de bandas sonoras estridentes; uniendo a esto una proliferación de planos preciosistas que parecen sacados de cuadros modernistas, una creciente utilización de la naturaleza como expresión del estado de ánimo y un más que notable interés por los efectos digitales. Curiosamente, aunque el guión del film no parece propicio a la utilización de planos con tecnología digital, hay que señalar la presencia clave de una emergente empresa en la que el mismo Peter Jackson resulta un eslabón clave: Weta Workshop (existen dos posibles versiones para la explicación del nombre de esta empresa: o bien ser el acrónimo de Wingnut Entertainment Technical Allusions, o bien una referencia a un insecto ancestral típico de Nueva Zelanda). Criaturas Celestiales fue, por tanto una de las primeras películas en las que trabajaría esta factoría de efectos digitales que, en apenas una década se convertiría en una de las piezas fundamentales para la creación de la Trilogía de los Anillos y que había surgido en 1987 para crear efectos especiales de series de televisión (Xena, Hércules) y producciones menores (Meet the Febles).
Para muchos, Criaturas Celestiales no es solo la mejor película de Peter Jackson, sino también una de las más importantes películas de los noventa (y que merecidamente fue nominada al Oscar al Mejor Guión Original). En gran medida, podemos destacar en ella una dirección de actores excepcional, difícilmente observable en productos fantásticos, y un control sobre todos los elementos otorgándole una importancia primordial a la historia, demostrándose de este modo la destreza de Jackson como director en esta película de factura comprometida, sensible y terriblemente arriesgada, capaz de narrar la atrocidad a la que aludíamos, pero sin tomar parte ni juzgar, solo mostrándonos cómo viven las dos jóvenes su propio mundo y las consecuencias de éste, desde su propio punto de vista, introduciéndonos en ellas hasta el punto en el que la realidad y la imaginación en muchos casos se trastocan, de una manera tan subjetiva como magistral.
Su siguiente largometraje, La Verdadera Historia del Cine (Forgotten Silver, 1995) un documental ficticio acerca de un cineasta legendario y revolucionario de Nueva Zelanda resultó un divertido ejemplo de la minuciosidad y entrega que Peter Jackson puede llegar a demostrar con tal de realizar una idea. La cinta no carece ni de ritmo ni de documentación, hasta tal punto que uno llega a dudar finalmente sobre la existencia o no del personaje, tal como pueda pasar viendo la genial película de Woody Allen, Zelig.
Y aunque no supusiera un gran éxito de taquilla ni la llegada hasta el gran público, el nombre de Peter Jackson fue tomando fuerza hasta el punto de que el mismo Robert Zemeckis requirió sus servicios para rodar The Frighteners (tristemente titulada en España Agárrame esos fantasmas), con mucho su peor filme, una especie de comedia de terror en la que Michael J. Fox interpretaba a un cazafantasmas conchavado con poltergueists encargados de poseer casas, que se ve involucrado en una masacre por parte de un espíritu maligno dedicado a asesinar a diestro y siniestro para lograr matar a más personas que ningún otro asesino anterior. La película se debatía entre un montón de personajes sin fuste y no fue capaz de llegar a buen puerto, quedando en el olvido de público y crítica.
Durante los tres años siguientes Peter Jackson se centró en el rodaje que más anhelaba realizar, el de El Señor de los Anillos, quizá uno de los proyectos más ambiciosos y dificultosos de la Historia del Cine, no sólo por su envergadura técnica, sino también por la duración y el reparto. Ante ello, solo recibió negativas o imposibles, como la proposición de rodar el libro entero en un máximo de tres horas. Finalmente, en 1999 el proyecto ya estaba cerrado y los preparativos del rodaje estaban en marcha. Durante más de tres años Nueva Zelanda se convirtió en la Tierra Media gracias al empeño de Peter Jackson y al apoyo de New Line Cinema. Para escribir el guión, contó con la ayuda de Fran Walsh, su esposa y coguionista en muchas de sus anteriores películas, logrando un nada desdeñable acercamiento no solo a la novela, sino al espíritu y la esencia mitológica que residen en ella. Pero la transposición al celuloide no fue fácil en absoluto. De nada sirve relatar aquí los avatares millonarios que todos conocemos, los campos sembrados años antes del rodaje, las construcciones de ciudades imaginarias, los millones de espadas, cotas de malla, vestuarios, orejas y pies falsos utilizados, las horas de maquillaje, etcétera; todos conocemos los esfuerzos y los maravillosos resultados (y quien no, tiene a su alcance una enorme fuente de información en los DVDs de extras de los ediciones extendidas), pero quizá uno de los peores retos era encontrar un reparto capaz de afrontar con sinceridad y respeto unos personajes tan bien dibujados y relevantes como los de la obra de Tolkien. Para ello, se rehusó de utilizar a grandes personalidades de Hollywood y se optó por un cast en buena medida desconocido o con carreras independientes. Para Frodo, el personaje principal del argumento, el hobbit encargado de destruir el Anillo del Poder, se contó con Elijah Wood, quizá uno de los rostros más conocidos de la trilogía, pero que había estado inactivo prácticamente desde Deep Impact; Gandalf, Aragorn, Boromir, Legolas, Sam, Pippin y Merry, el resto de componentes a los que hace referencia La Comunidad del Anillo, fueron interpretados por Sir Ian McKellen, Viggo Mortensen, Sean Bean, Orlando Bloom, un Sean Astin en estado de gracia, Billy Boyd y Dominic Monaghan, respectivamente. Un grupo de actores que parecen haber nacido para sus roles, algunos de ellos consagrados como Ian McKellen, actor de teatro inglés que había sido nominado al Oscar por Dioses y Monstruos, otros prácticamente desconocidos como Orlando Bloom cuyas carreras se han catapultado después del éxito de la trilogía. Otros nombres destacables del reparto son Christopher Lee (Saruman), Cate Blanchett (galardonada con el Oscar a Mejor Actriz Secundaria en 2005, Galadriel), Liv Tyler (Arwen), Miranda Otto (Eowyn), Bernard Hill ( Théoden)...
Así pues, con Nueva Zelanda convertida en un universo medieval en plena guerra, Peter Jackson realizó un trepidante rodaje simultáneo de los tres libros con unidades paralelas trabajando al unísono, coordinadas vía satélite. Y finalmente en 2001 se estrenó El Señor de los Anillos: La Comunidad del Anillo, con excelentes críticas y una gran acogida por parte del público; incluso la Academia premió el esfuerzo con trece nominaciones a los Oscars -entre ellas Mejor Película, Director y Actor Secundario- de las que obtuvo cuatro estatuillas. En 2002 se estrenó El Señor de los Anillos: Las Dos Torres, que también fue nominada a Mejor Película, además de a otros cinco premios y finalmente en 2003, El Señor de los Anillos: El Retorno del Rey, ganadora al pleno en la entrega del 2004, once premios de once nominaciones, entre ellos el merecidísimo galardón a Peter Jackson como Mejor Director.
Si bien es cierto que el filme tiene un buen montón de detractores, también tiene millones de seguidores, entre los que más bien se podría hablar de sectas o de fanáticos por la envergadura de fidelidad que demuestran –muy similar a la de treckies o fans de Star Wars- no podemos evitar reparar en las diferencias sustanciales que existen entre unas y otras, observando una mayor fidelidad al libro en la primera parte que se va relajando bastante en la segunda (para muchos la representación de la figura de Faramir en la película es una verdadera afrenta, recordemos que en el libro es el único personaje que no cae en la tentación del Anillo) y terminar siendo un poco fuera de lugar en la tercera, plegándose en innumerables ocasiones al efectismo hollywoodiense y al circo made in Spielberg (la secuencia del ataque de los muertos, el derribo del olifante, las trescientas escenas de cabalgadura ralentizadas... restan prestancia al film como sólida historia, convirtiéndolo en algo facilón). Sin embargo, siendo indulgentes con un metraje final de más de nueve horas, no podemos dejar de decir que la película funciona y que nadie podría haber realizado un compendio mejor a la hora de enfrentarse al duro argumento y a la dificultad narrativa que presenta la hora de Tolkien, regalándonos un resultado épico emocionante y redondo.
Poco le que queda ya al neocelandés por recorrer, en breve llegará a nuestras pantallas su homenaje al film que le hizo desear hacer cine: King Kong (2005); los que hemos visto el tráiler o entrado en su página web sabemos que no faltarán la acción, ni los bichos, ni los orcos, ni las chicas guapas –Naomi Watts, bellísima, con su look años ‘30-, ni los paisajes rocosos de Emyn Muil (verdaderamente, parece que hubiesen utilizado los programas de reserva de El Señor de los Anillos). Así que solo nos queda esperar al estreno y desear que su próximo proyecto (además de sus actuales escarceos con el mundo del videojuego) sea un film dramático y pequeño.