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25 aniversario de la muerte de Alfred Hitchcock

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Devil Akuma, 28/04/2005

Hace 25 años, tal día como hoy 29 de Abril, falleció en Los Angeles uno de los más grandes directores de la historia, Sir Alfred Hitchcock. En su extensa filmografía, tanto en su etapa británica como la posterior en Estados Unidos, dirigió películas que hicieron disfrutar e intrigar a toda clase de público, desde jóvenes a adultos, sorprendiendo a los espectadores de cualquier generación.
Muchas de sus películas han pasado a la historia del cine como auténticas obras maestras: Psicosis, La Ventana Indiscreta, Vértigo, Con la muerte en los talones, etc., dejando no sólo un legado de excelentes muestras de auténtico cine de suspense, sino además de imágenes que perduran en la retina de cualquier cinéfilo.
Desde CINeol honramos su memoria, siempre le recordaremos como el hombre afable que aparentaba ser en sus múltiples cameos. Gracias Hitchcock, gracias por lo que aportaste al cine, eres uno de nuestros inmortales del cine :)
A continuación os dejamos con un pedazo de artículo obra de nuestro compañero Vanderhoff, que tuvo la amabilidad de escribirlo hace algún tiempo en nuestros foros:

Tratar de resumir la vida cinematográfica de uno de los cuatro o cinco mejores directores de cine de la historia no es sencillo en cuanto a que todo el mundo le conoce, para nadie es una incógnita, y por tanto cada uno tiene una visión particular de su obra. Los espectadores de su época le juzgaron de una manera, los críticos de por entonces de otra bien distinta y la historia ha sido quien ha encumbrado a los cielos al mayor y mejor director de suspense de Hollywood. Dado que varias personas en esta votación han visto muy pocas películas del maestro lo mejor es hacer una pequeña guía para no iniciados en Hitchcock, tocando su biografía y filmografía a grandes rasgos, sus temas recurrentes, etc.
Alfred Hitchcock dedicó toda su vida al cine e históricamente está encuadrado en casi todas las épocas posibles: comenzó en el cine mudo y acabo en los violentos años 70 cuando su cine casi agonizaba. Nació en Inglaterra como todos sabemos, y se casó muy pronto con la montadora de sus películas Alma Reville. Permanece en el país sajón en el que destaca por su cine marcado por guiones frescos y novedosos en la época. Ya por entonces, sin palabras, el cine de Hitchcock empieza a mostrar los temas y maneras que explotaría durante décadas. Su primera película importante y que se puede considerar como hitchcockniana 100% es El Enemigo de las Rubias, y partir de ahí comienza a ser exitoso: le siguen La Muchacha de Londres, El Hombre que sabia demasiado, Agente secreto o su película más reconocida de su etapa inglesa: 39 Escalones.
En ella ya se pueden advertir muchos de los rasgos habituales, tanto temáticos como visuales. En primer lugar su gran virtud y por la que ha pasado a la historia: su estupenda manera de manejar al espectador a su gusto haciéndole sentir aquello que él quiere en cada momento. Ese es el secreto de su cine. En realidad Hitchcock no es ningún director-autor ni un artesano ni nada parecido, él formaba parte del cine como espectáculo y deseaba en cada film darle al espectador un motivo de entretenimiento total, hacer cine pensando constantemente en las reacciones que el público tendría a sus escenas. Sus tramas, muchas veces, son simples excusas para mostrar su galería de escenas forzadas al límite. Hitchcock pensaba primero en escenas que le apetecía mostrar en la pantalla. Tenía ideas sueltas y luego, con ayuda, trabajaba en un guión en el que esas escenas encajaran. De ello se extrae que sus films son rara vez creíbles y sin embargo nos mueven continuamente del asiento. Esta paradoja es el gran acierto del cine de Hitchcock: no necesita un guión creíble, sólo acudir a nuestros miedos o angustias y forzar la situación. Luego detallaremos más sobre los McGuffin.
Hablábamos sobre Los 39 escalones como su primera gran película en la que ya son reconocibles muchos de los sellos de Hitchcock. El guión poco creíble, casi demencial, es uno de ellos, y por supuesto un tema muy recurrente de sus guiones: el hombre inocente perseguido por todo el mundo. Es un tema repetido una y otra vez y que tuvo su culminación final en una de sus grandes películas, Con la muerte en los talones. Hitchcock juega con sus personajes y la información que le da al espectador con mucha habilidad. Constantemente somos informados de casi todo lo que pasa, él no juega a ocultarnos la verdad y dar un giro al final, no. Acompañamos al personaje, sentimos su angustia y, cuando el momento lo requiere, sabemos incluso más que el personaje y nos hace desear advertirle del peligro.

Es en 1939 cuando Hitchcock rueda su último film en Inglaterra y de la mano de David O. Selznick, productor despiadado de la época, va a EEUU a continuar su carrera cinematográfica. Y la manera de comenzarla no pudo ser más exitosa: su única película con el Oscar a Mejor Película (él como director nunca lo ganó, cosas de la vida) y una de sus más grandes pero en ocasiones olvidadas películas: Rebeca. En ella vemos a una Joan Fontaine como primera rubia machacada por Hitchcock y a un portentoso Laurence Olivier, además de la imborrable imagen de la ama de llaves. Sin embargo en la película el personaje principal, todo un logro, no aparece en todo el metraje y apenas se la ve en un cuadro: Rebeca. Es una historia de suspense clásico, no excesivamente hitchcockniana en su argumento pero tremendamente brillante. Desde luego no debe faltar a la hora de revisar la filmografía del director.
Comienza pues el idilio Hitchcock-Selznick que acabaría años después tormentosamente por la poca flexibilidad de Hitchcock a la hora de aguantar productores y por las continuas intromisiones de Selznick imponiendo sus criterios a la hora de seleccionar guiones, escenas, actores o lo que él viera necesario. Hitchcock se fue viendo cada vez más atado y no veía el fin de su asociación, pero fueron necesarias varias películas, una crisis personal en su vida por su sobrepeso y la muerte de familiares, y otras cuantas obras maestras.
Sospecha, La Sombra de una duda y Recuerda son tres de esas obras maestras, pero es obligatorio detenerse en Encadenados. Probablemente otra de esas cuatro o cinco obras perfectas de Hitchcock, con temática apasionante (espionaje, política...) y Cary Grant y Ingrid Bergman al frente del reparto. Poco más se podía pedir, pero escenas como la de las escaleras es tremenda, puro suspense. Poco puede importar lo que hemos visto antes y lo que veremos después, la clave es crear el clímax perfecto para llegar justo a aquello a lo que Hitchcock quiere llevarnos. Es inevitable escurrirse en el sillón viendo los pasos, las caras, la angustia... sabe exactamente qué enfocar en cada momento, qué darle al espectador. ¿Qué más da la credibilidad si el efecto es el deseado? Eso pensaba Hitchcock. Por eso la crítica le ninguneó durante décadas sin darse cuenta de que lo que hacía Hitchcock no era tan fácil como ellos creían. Podía no ser un director intimista o personal, pero sabía extraer de cada idea aquello que el espectador necesitaba, y eso no es nada fácil.
Intercalando El Proceso Paradine, un film menor, llegamos a La soga. No es su mejor película pero sí sirve perfectamente para estudiar a Hitchcock pues cuenta con el elemento más famoso de sus películas, el McGuffin, presentado de una manera clara y hasta descarada. Durante mucho tiempo la gente se ha preguntado qué es eso del McGuffin o qué deja de ser. Así lo explicaba el propio Hitchcock:

“ Dos viajeros se conocen en un tren de Inglaterra. Uno le dice al otro:
- Perdone, señor, pero, ¿qué es este paquete de curioso aspecto que lleva usted en la cabeza ?
- Ah, es un MacGuffin.
- ¿Y para qué sirve eso?
- Sirve para atrapar leones en las montañas de Escocia.
- Pero si no hay leones en las montañas de Escocia.
- Entonces no es un MacGuffin".

La interpretación de esta curiosa explicación es que Hitchcock se reía completamente de la crítica cuando le acusaban de ser manipulador y de carecer de credibilidad. ¡Claro que no la tenía! Ni la quería, que es la clave. Él sólo se dedicaba a rodar y a conmover, no a contar su visión de la vida; él siempre pensaba en el espectador. El McGuffin es la excusa, es aquello que importa a los personajes de la película pero no al espectador, simplemente eso: la excusa para rodar aquello que le apetece. ¿Que es un juego de espionaje? Estupendo. ¿Que es un muerto en una mesa? Estupendo, ya tenemos La soga. Este es el simple argumento de esta grandiosa película: dos estudiantes obsesionados con el crimen perfecto matan a una persona y la esconden dentro de una especie de cofre que luego usan como mesita para poner la cena que sirven a los invitados. ¿Increíble no? Pues a Hitchcock le sirve para garantizarse numerosas escenas de suspense de la mano de James Stewart, uno de sus actores fetiches. Como curiosidad queda también que en esta película Hitchcock rodó toda la acción de un solo plano. El quiere que el espectador lo sepa todo, y su mejor aportación a ello es rodar todo en un plano continuo (dentro de las limitaciones técnicas; Hitchcock tuvo que hacer cortes que no se notaban apenas cada 8 minutos, la duración de un rollo), hecho que hace famosa a esta película. Intentó repetir la experiencia como arma poderosa a la hora de generar suspense, pero no volvió a rodar de igual manera.
Sus películas continúan cosechando cada vez más éxitos: Extraños en un tren cuenta con un McGuffin adaptado a los deseos de Hitchcock: simplemente un par de desconocidos que intercambian asesinatos para no levantar sospechas, ¡perfecto! Crimen Perfecto continúa con su creciente obsesión de crímenes perfectos de sus últimas películas y finalmente llega uno de sus filmes más importantes: La Ventana Indiscreta. En él Hitchcock nos pone en la piel de un lisiado James Stewart y nos muestra una de sus obsesiones más enfermizas: el voyeurismo. Somos testigos de todo lo que pasa, somos cómplices de Stewart, somos partícipes del misterio, somos invitados a resolver la acción... pero no podemos entrar en la pantalla y surge el suspense. A veces acompañamos a Stewart en ese suspense y a veces tememos por él y queremos salvarle. Hitchcock nos maneja perfectamente en esta sublime película en la que, de paso, nos muestra a una de sus rubias preferidas: Grace Kelly. Quizás La ventana indiscreta sea la mejor muestra de lo que para Hitchcock es el suspense.
No obstante su escena para mi gusto mejor en cuanto a suspense tendría que esperar un par de años. Pertenece a una buena película, sin más, de la filmografía de Hichcock, pero que contiene una escena gloriosa. Es en El Hombre que sabia demasiado cuando Hitchcock llega a la cima de la manipulación con la escena del Royal Albert Hall. 15 largos minutos sin una sola palabra y en los cuales tenemos absolutamente toda la información de la que se puede disponer. Un asesino, un golpe de platillos como momento cumbre y dos personajes desesperados por evitar el fatal desenlace. Simplemente brillante, sin más, y el espectador resbalando por el asiento en cada amago del hombre de los platillos.
Hitchcock encadenó entonces los mejores años creativos, con un estilo bien definido, sin las ataduras de Selznick y el reconocimiento de todo el público, que no de la crítica. Un resbalón recaudatorio fue, sin embargo, una de las películas que con los años mejor ha envejecido: Vértigo. Aparte de las filigranas fílmicas que Hitchcock explica en libros, la historia es una de las que contiene mayor complejidad y simbolismo. Hitchcock mantiene su suspense pero le da mayor trascendencia al guión, mayores significados e interpretaciones. Juega con Kim Novak de arriba abajo y a James Stewart le atormenta hasta el desenlace final. Una obra maestra que supone un ligero cambio en sus películas y que quizá por ello es la más aclamada por la crítica pero rara vez por el público.
Con la muerte en los talones es la vuelta a su cine más intrascendente y divertido. La historia del falso culpable perseguido por todos llega al orgasmo en esta cinta. Su concepción fue puramente hitchcockniana: el director ideó varias escenas, entre ellas la famosa escena del avión persiguiendo a Cary Grant, y el restó se escribió casi solo. No hay lógica apenas, ni credibilidad, ni falta que hace. Es una carrera imposible a manos de Hitchcock, un divertimento y una representación final de lo que su cine supone. Además de los elementos acostumbrados, Hitchcock rodea Con la muerte en los talones de un humor muy inglés, negro, facilitándose para ello de un rey de la comedia como era Grant. El humor en la carrera de Hitchcock ha estado muy presente en muchas películas, destacando Matrimonio original y Pero, ¿quién mató a Harry?, dos filmes menores en los que dedica más tiempo al humor que al suspense.

En la cumbre de su éxito, Hitchcock obtiene la mayor de sus recaudaciones en un giro hacia el terror en esencia que supone Psicosis, otra de sus grandes películas. De esta película tenemos, quién no lo recuerda, la escena más famosa de todas sus películas: el asesinato en la ducha de Janet Leigh, y a uno de los personajes más atrayentes y misteriosos de toda su carrera, el de Anthony Perkins. El desenlace brillante, la vuelta al blanco y negro y otros elementos hacen de esta película un film menos reconocible por la firma de Hitchcock pero más brillante. Una película imprescindible. Su último gran éxito fue su mayor dolor de cabeza: Los Pájaros. Un largo rodaje y una obsesión por controlar a su actriz principal, Tippi Hedren, hacen del rodaje una maratón cansada pero con un resultado muy bueno. No se encuentra entre las grandes películas del maestro pero sí entre las más conocidas.
Al hilo del tormento sufrido por Tippi Hedren hay que recordar la histórica afrenta que Hitchcock parecía tener para con todos sus actores, en especial del sexo femenino. Para él los actores eran meras herramientas para llevar a cabo la escena y las películas que él deseaba, y su trato con los actores nunca fue excesivamente positivo. Según sus propias y reveladoras palabras: “Nunca dije que los actores fueran ganado. Lo que declaré es que deberían ser tratados como ganado”. Hitchcock se ganó una imagen misógina al tratar a las actrices como meros objetos físicos. Sin embargo la realidad es que muchas grandes actrices nacieron o crecieron con él, destacando Grace Kelly, Tippi Hedren, Joan Fontaine, Ingrid Bergman o Kim Novak. Todas rubias, y no de casualidad.
Hitchcock, después de Los pájaros, colabora con un crítico de cine al que había conocido de manera cómica años antes, François Truffaut, en un libro imprescindible y muy recomendado para entender no sólo su cine sino el séptimo arte en general. Entretenido y revelador, en el libro vemos a un Hitchcock explicando abiertamente todas sus obsesiones y sus inquietudes a la hora de rodar sus películas. Además de ello explica también anécdotas de todo tipo en su vida artística, como la decisión de relegar sus míticos cameos al comienzo de sus películas para evitar que la gente estuviera más pendiente de cuándo salía él que del argumento en sí.
También por esta época comienza su decaída tanto en el plano personal como en el artístico. Marnie, la ladrona y Cortina Rasgada constituyen sus últimos éxitos y termina su carrera rodeado de homenajes, éxitos, rodajes tormentosos, coletazos brillantes en Frenesí y un declive que termina con su última película, La Trama.
En 1979 Hitchcock recibe su condecoración de Sir por Reino Unido y poco tiempo después, en 1980, fallece.
Seguramente haya habido directores más personales, artísticos, congraciados con la crítica o creíbles, pero ninguno supo darle al público aquello que éste necesitaba justo en el momento adecuado. Ninguno dio escenas de suspense de la calidad de Hitchcock. Un maestro del cine en su concepción pura, el manejo de imágenes y tempo, en el manejo del espectador. Quizás la mejor manera de describir su cine, después de haber hablado sobre él, sea con sus propias palabras de lo qué es el cine: “El cine no es un trozo de vida, sino un pedazo de pastel”.