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10 escenas imposibles de parodiar
José Hernández, 04/12/2009
El género de parodia absurda no se prodiga en España. Y eso que comenzó su andadura hace muchos años. Mel Brooks y Woody Allen lo crearon a principios de los 70, los ZAZ lo perfeccionaran en los 80, llegó a su madurez en los 90, y ahora se encuentra en franca decadencia por culpa de todas las “Loquesea movie”. Pero eso se ha acabado. Por fin alguien se ha decidido a hacer una parodia absurda nacional con todas las letras: Spanish Movie. Y con motivo de su estreno, ¿qué mejor que dedicarle un TOP 10 DE CINEOL?
Podríamos tirar por lo obvio y hacer una lista con las mejores escenas de este tipo de películas, pero vamos a ser un poco más rebuscados que eso. Vamos a elegir:

Es decir, esos momentos vergonzosos que aparecen de vez en cuando en películas pretendidamente serias, escenas cuya intención no es paródica, ni siquiera cómica, pero que lo único que consiguen es hacernos llorar de risa. Por ser malas, por ser cutres, por estar fuera de lugar, por lo que sea, pero en sí mismas son su propia parodia, y es muy difícil llegar más allá para burlarse de ellas.
Y para ser coherentes con el género al que homenajea esta lista, por mucho que duela no poder escoger ciertas escenas, se han respetado sus reglas a la hora de escoger las películas: sólo filmes de estudio con un cierto grado de popularidad, difusión o éxito; nada de películas independientes o desconocidas; nada de comedias o escenas cuya intención sea la risa; y sólo películas que se hayan estrenado este siglo. Aún con esas restrictivas pautas, se han quedado fuera candidatas, como siempre.
Menciones especiales:
- Cómo ponerse un sujetador (DOA: Dead or Alive): Es un momento sumamente imbécil, pero se ha quedado fuera porque uno no sabe exactamente si la película (y la escena) hay que tomárselas en serio o no.
- Mirada de seducción (Next): Este penoso momento romántico (entre 1:00 y 2:18) no ha entrado por no hacer un monográfico de Nicolas Cage, el Dios de las escenas vergonzosas en los últimos años. Pero se ha quedado a punto.
- Tiroteo arcade (House of the Dead): Como en el caso de Cage, quedaba feo meter más de una película de Uwe Boll cuando sus ridículas escenas cumbre no desentonan con el nivel general del filme. Meter escenas de videojuego en medio de una película es absurdo, pero no lo es tanto como…
10. LA MUERTE DE UN VAMPIRO (BLOODRAYNE)
La mayoría de los actores tienen que hacer cualquier papel que les ofrezcan para poder comer. Pero unos pocos no. Esos pueden elegir sus películas, bien porque tienen contactos, porque rinden en taquilla, o porque tienen calidad de sobra demostrada. Entre estos últimos está Ben Kingsley. Y la prueba de ello es que, pese a la enorme cantidad de mierdas que hace todos los años, sigue siendo un actor respetado y reputado. Si hay alguna película que haya contribuido especialmente a destrozar esa imagen impoluta, esa es BloodRayne. Dice Kingsley que aceptó el papel porque le hacía ilusión interpretar a un vampiro. Al parecer, cuando vio la bazofia en la que se había metido, procuró ponerse al nivel de la producción. Su momento estelar, por el cual se le debería haber retirado el Oscar que posee, es la muerte de su personaje. Su cara de… de… ¿dolor, sorpresa, estreñimiento, Chiquito de la Calzada? Lo que sea que quiso hacer, merece pasar a la historia para ilustrar el lema “qué bajo has caído”.
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9. UN ACTOR DEL MÉTODO (DRAGONES Y MAZMORRAS)
Ben Kingsley será patético, pero Jeremy Irons no le anda a la zaga. Por algún motivo ignoto, al magnífico actor le dan arrebatos de escoger películas malas y recrearse en la más absurda y grotesca de las sobreactuaciones. El epítome de ello es esta cinta, de la que se podrían escoger mil momentos distintos donde uno no sabe si esconderse en algún sitio o soltar una carcajada incrédula. Sin embargo, por respeto a él mejor no escoger una de sus escenas. Ni de Thora Birch. Ni de Justin Whalin. Ni del resto del horroroso reparto. En lugar de eso, vamos a centrarnos con un don nadie como Bruce Payne, mediocre actor que tuvo la suerte (o la desgracia) de conseguir con este filme un personaje mítico dentro del cine cutre: el secuaz de labios azules. Lo ridículo de su caracterización y la estupidez de sus escenas y diálogos queda acentuado por lo tremendamente mal que actúa el pobre. Véase su momento cumbre, en donde demuestra todo lo que lleva dentro como actor. Literalmente.
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8. EL VAMPIRO GUSILUZ (CREPÚSCULO)
Es muy fácil cebarse con este fenómeno de quinceañeras. Tiene la historia de amor más cursi de la última década, unos efectos especiales de telefilme vespertino, una visión de los vampiros azucarada y ñoña, y un buen puñado de escenas y diálogos de los que hacen rechinar los dientes a cualquiera con sangre en las venas. Pero toda esta mediocridad no hace sino enaltecer el momento en el que Edward Cullen, vampiro adolescente (TM), se muestra como realmente es, momento en el que la cinta alcanza también su máximo esplendor. Blando, cutre, pueril, propio de alguien que tiene un tatuaje de Mi Pequeño Pony en el hombro, pero esplendor al fin y al cabo. Esa escena en la que Edward le enseña a Bella lo horribles que son los vampiros a la luz del día, el motivo por el que la gente siente asco por ellos: su piel brilla. Con purpurina. Cierto, las bolas de espejos brillantes se quedaron en las discotecas de los 80, pero no por ello van a perseguir a una con antorchas. La reacción del bello chupasangres es tan exagerada y emo, que lo único que causa es hilaridad.
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7. LA SEMANA SANTA FALLERA (MISIÓN: IMPOSIBLE 2)
He aquí una de las mayores cagadas de Hollywood. Suelen tomarse libertades con la cultura de los países que representan en sus películas, siempre que no sean Estados Unidos, pero aquí se pasaron de la raya. Cuánto se pasarían, que cuando Tom Cruise vino a España a presentar la película tuvo que disculparse públicamente por la escena, y afirmó que la persona responsable nunca más trabajaría con él. Si bien habría que compadecerse del pobre currito que estuvo buscando en Google tantas horas que se le cruzaron los cables con las fiestas españolas, lo cierto es que su error es tan gordo que es difícil disculparle. Mezclar las Fallas de Valencia y la Semana Santa de Sevilla no es realmente lo más grave. Es que encima John Woo y su equipo procuraron coger actores mejicanos y acentuar el ambiente tétrico de entierro, como si fuese un aquelarre con cánticos paganos. Y como guinda, hicieron que Anthony Hopkins soltase una frase tan subnormal y ofensiva que toda España solo pudo soltar una carcajada al oírla. Porque, al parecer, para Hollywood todavía somos unos trogloditas.
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6. FRANKENVADER (LA VENGANZA DE LOS SITH)
Nadie puede dudar de la capacidad actoral de James Earl Jones. Es un mito viviente, con una voz tan profunda que funde los casquetes polares. Gracias en buena parte a su potencia vocal, el personaje de Darth Vader se convirtió en un mito. Otro tanto se puede decir del doblaje español de Constantino Romero, la voz de Clint Eastwood. Pero nadie es perfecto. Y menos cuando tienes a George Lucas como enemigo. Hace diez años, Lucas se empeñó en destrozar todo lo que había construido con su trilogía de Star Wars. Y vaya si lo consiguió. Le robó el misterio a la fuerza, convirtió la historia de fondo en palabrería política y romanticismo de Corín Tellado, introdujo personajes insufribles y/o superfluos, rescató otros que no tenían sentido en el pasado, y para colmo, convirtió a Anakin Skywalker en: a) un niño sabihondo e insoportable, b) un adolescente caprichoso e inmaduro, y c) un joven pueril y sin personalidad. Pero aún le quedaba Darth Vader. Así que en la escena cumbre de toda la nueva trilogía, en el momento que todos los fans estaban esperando, en medio de un clímax friki… Va y convierte a Vader en un bebé al que le han quitado el sonajero. Y ni toda la capacidad vocal de James, ni la experiencia dobladora de Constantino, pudieron salvar ese “¡NOOOOOOOOOOO!” del ridículo.
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5. PELEA DE ALMOHADAS (EL RETORNO DEL REY)
Hay dos cosas que quedan claras después de ver la trilogía de El Señor de los Anillos: que Peter Jackson sabe hacer una película de aventuras épicas, y que le encanta la cámara lenta. A menudo la utiliza bien, con estilo y garra. Pero a veces le salen cosas como la presente escena. No es que ese sea el único problema del momento en el que Frodo se reencuentra con todos sus amigos. Es toda la escena, desde su planteamiento hasta su ejecución. Después de un final climático a toda la aventura, donde lo épico se funde con lo humano, plagado de emoción y oscuridad, va y nos presenta una escena que parece sacada del sueño erótico de un algodón de azúcar gay. Ese filtro blanco esperma… Esa risa tonta y continua de Gandalf… Esa cara de subnormal de Frodo… Esa interminable procesión de secundarios entrando en la sala y teniendo su momento de primer plano… Esas caras de felicidad que parecen las que uno le pone a un bebé para hacerlo reír… Nombrar uno a uno a los doscientos personajes que entran… Y sobre todo, Merry y Pippin saltando a la cama y poniéndose a juguetear con Frodo como si fuesen tres niñas que están haciendo su primera fiesta de pijamas. Por sí sola es una de las escenas más vergonzosas que se han visto, pero es aún más ridícula si la comparamos con la aventura seria y casi trágica de las nueve horas anteriores. Se ve que Peter quería transmitir la alegría después de todo eso. Resultado: ¡FAIL!
[youtube=TxGcgwTwups]
(Perdón por la musiquilla, es la mejor versión que hay en YouTube y no he podido subir otra)
4. EL OSO BOXEADOR (THE WICKER MAN)
Los visitantes más jóvenes de esta página quizá no lo sepan, pero hace tiempo, Nicolas Cage era un buen actor. Ganó un Oscar, de hecho. Incluso hacía buenas películas, y de eso no hace tanto tiempo. Pero se fue quedando calvo y ocultándolo con peluquines e injertos. De alguna forma, ese pelo nuevo debió de introducirse en su cerebro y le convirtió en el payaso con cara de pasmado que es ahora. Su nombre ya es sinónimo de “película horrible”, lo que nunca ha sido tan cierto como en el remake de un clásico de culto de los 70, El Hombre de Mimbre. Admito que no he visto la película, sólo el siguiente vídeo de YouTube con sus mejores escenas. Pero no se me ocurre ninguna forma en que estas escenas no sean ridículas, da igual el contexto (que, según el 90% de los que la han visto, es igual de horrendo, y según el resto es solamente mediocre). La palma se la lleva, con permiso de las abejas, la escena en la que Cage está vestido de oso y se acerca corriendo a una mujer que se dispone a sacrificar a una niña. Durante los interminables cuatro o cinco segundos que tarda en llegar, tanto la mujer como el resto de gente que hay en la escena se dedican solamente a mirar, al parecer con el mismo asombro e incomprensión que los espectadores ante tal estupidez. ¿Y qué hace cuando llega a su meta? Dejemos que el vídeo hable por sí solo. La escena está a partir de 1:20, pero realmente merece la pena verlo entero para echarse unas risas.
[youtube=e6i2WRreARo]
3. HABLANDO CON LAS PLANTAS (EL INCIDENTE)
“Quería hacer la mejor película de serie B de todos los tiempos”, dijo M. Night Shyamalan de este filme. Al parecer se fue un poco más abajo en el abecedario. Hasta la Z más o menos. Sólo así se explica tal sucesión de disparates, escenas estúpidas, diálogos sonrojantes y actuaciones lamentables. Como en el anterior caso, elegir una sola escena es tarea difícil. Una película donde la secuencia más emocionante son cinco personas huyendo del viento se presta a la risa floja a cada minuto. Pero dado lo mucho que me he centrado hasta el momento en los actores, sería casi un insulto para Mark Wahlberg no destacar uno de sus momentos “estelares”. Que nadie me entienda mal: me encanta como actor. Menos en esta película. Parece que estar nominado al Oscar le hizo darse cuenta de que nunca había intentado competir por el Razzie. Y aquí lo hizo. Con saña. La suya es una de las actuaciones más penosas que servidor ha visto nunca. Sirva como ejemplo el momento en el que se pone a hablar con una planta. Valiente mierda de escena. Sí, en el contexto de la historia tiene cierto sentido. Pero sigue quedando ridícula por lo mal escrita que está, y porque Marky Mark pone una cara de ganso y una voz tan estúpida que dan ganas de llorar, entre otras cosas. Claro, que su rostro y su forma de decir las frases son iguales durante todo el largometraje, así que al menos es coherente. Y para no cebarme con él, que se note que me cae bien, he preferido ocultar un poco su incompetencia subiendo la versión doblada de la escena.
[dailymotion=xbeebk_mark-wahlberg-habla-con-las-plantas_fun]
2. PETER PARKER ES MALOTE (SPIDER-MAN 3)
Dicen que segundas partes nunca fueron buenas. Eso fue antes de que existiesen las terceras partes, como demostró sobradamente Sam Raimi en esta película. Con dos sólidas antecesoras, un reparto que ya había dado muestras de solvencia y su demostrada capacidad para entretener, era de esperar que esta tercera entrega fuese la mejor de la saga. Sobre todo porque contaba con el villano más memorable de los cómics, Venom, con la culminación de la subtrama de los Osborne que llevaban construyendo durante toda la serie, y con un villano más que podía dar mucho de sí en la gran pantalla, el Hombre de Arena. El resultado: un rollazo impresionante lleno de escenas de folletín, diálogos estúpidos y un desbarajuste de argumento que iba de mal en peor conforme avanzaba. Y para colmo, Venom sale 5 minutos. El motivo detrás de esto es que a Raimi nunca le ha gustado el personaje. Y se nota, vaya si se nota. De hecho, lo utilizó para hacer una especie de terrorismo cinematográfico contra la saga y los productores que le obligaron a meterlo en el guión. Coger a Topher Grace para el papel ya fue un golpe certero, pero lo que hizo con el simbionte no tiene nombre. Con la complicidad de un increíblemente inepto Tobey Maguire, el Peter Parker malo y oscuro se convirtió en un emo que hacía gilipolleces al son de música ratonera, no sólo en una, sino en DOS escenas. La peor, la que más se recuerda, es la de su paseíllo callejero, escena en la que medio mundo deseó salirse de la sala y el otro medio rompió a reír incontrolablemente de pura vergüenza.
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1. EL PARTIDO DE BALONCESTO (CATWOMAN)
Desde tiempos inmemoriales, Catwoman ha sido uno de los personajes con más potencial erótico del mundo del tebeo. Y cuando Tim Burton le dio el papel a Michelle Pfeiffer en Batman Vuelve, este potencial se convirtió en una realidad tal que las ventas de ropa interior de cuero aumentaron como nunca. Así pues, sobre el papel, hacer una película dedicada exclusivamente al personaje debía ser genial. Y poner a una actriz tan explosiva como Halle Berry al frente era una idea brillante, sobre todo si se enfrentaba a uno de los mitos sexuales de los 90, Sharon Stone. Pero en algún punto del camino, todo comenzó a ir mal. Y ese punto se llama Pitof. Desoyendo el sentido común, que dice que un tío con un solo nombre tiene de ser un inepto (ejemplo: McG), los productores decidieron darle control absoluto del filme a este director de videoclips francés. La apuesta a caballo perdedor comenzó a dar sus frutos cuando aprobó un diseño de traje auténticamente ridículo, que buscaba el morbo de forma tan poco sutil y elegante que parecía propio de una puta callejera de 5 euros la noche. Pero aún con traje lumpen, la película podría haber sido buena. Si no fuese por: a) un guión estúpido, b) unos actores lamentables, c) unos diálogos subnormales, d) un estilo visual de barraca de feria, y e) una historia penosa. O sea, detallitos. Y por si no fuera suficiente con toda la escoria acumulada en 100 minutos de película, Pitof decidió que tenía que hacer su escena mítica, aquella por la que todo el mundo le recordaría el día de mañana, esa que figuró en la mente de la oscarizada Berry cuando recogió su merecido Razzie y agradeció a los productores la oportunidad de protagonizar semejante montaña de mierda.
El partido de baloncesto. Indescriptible.
[youtube=rNlmRId2FVQ]
Sólo quería decirles que contamos con ustedes para contestar a las siguientes preguntas: ¿Creéis que alguna de estas escenas se podría parodiar de forma que quedasen más ridículas? ¿Qué escenas lamentables conocéis vosotros que estropeen películas pretendidamente serias? ¿Cuál es la peor escena en la mejor película de la que tenéis conocimiento? ¿Y por qué he decidido no meter la descojonante voz del emperador en El Último Samurái?
Podríamos tirar por lo obvio y hacer una lista con las mejores escenas de este tipo de películas, pero vamos a ser un poco más rebuscados que eso. Vamos a elegir:

Es decir, esos momentos vergonzosos que aparecen de vez en cuando en películas pretendidamente serias, escenas cuya intención no es paródica, ni siquiera cómica, pero que lo único que consiguen es hacernos llorar de risa. Por ser malas, por ser cutres, por estar fuera de lugar, por lo que sea, pero en sí mismas son su propia parodia, y es muy difícil llegar más allá para burlarse de ellas.
Y para ser coherentes con el género al que homenajea esta lista, por mucho que duela no poder escoger ciertas escenas, se han respetado sus reglas a la hora de escoger las películas: sólo filmes de estudio con un cierto grado de popularidad, difusión o éxito; nada de películas independientes o desconocidas; nada de comedias o escenas cuya intención sea la risa; y sólo películas que se hayan estrenado este siglo. Aún con esas restrictivas pautas, se han quedado fuera candidatas, como siempre.
Menciones especiales:
- Cómo ponerse un sujetador (DOA: Dead or Alive): Es un momento sumamente imbécil, pero se ha quedado fuera porque uno no sabe exactamente si la película (y la escena) hay que tomárselas en serio o no.
- Mirada de seducción (Next): Este penoso momento romántico (entre 1:00 y 2:18) no ha entrado por no hacer un monográfico de Nicolas Cage, el Dios de las escenas vergonzosas en los últimos años. Pero se ha quedado a punto.
- Tiroteo arcade (House of the Dead): Como en el caso de Cage, quedaba feo meter más de una película de Uwe Boll cuando sus ridículas escenas cumbre no desentonan con el nivel general del filme. Meter escenas de videojuego en medio de una película es absurdo, pero no lo es tanto como…
10. LA MUERTE DE UN VAMPIRO (BLOODRAYNE)
La mayoría de los actores tienen que hacer cualquier papel que les ofrezcan para poder comer. Pero unos pocos no. Esos pueden elegir sus películas, bien porque tienen contactos, porque rinden en taquilla, o porque tienen calidad de sobra demostrada. Entre estos últimos está Ben Kingsley. Y la prueba de ello es que, pese a la enorme cantidad de mierdas que hace todos los años, sigue siendo un actor respetado y reputado. Si hay alguna película que haya contribuido especialmente a destrozar esa imagen impoluta, esa es BloodRayne. Dice Kingsley que aceptó el papel porque le hacía ilusión interpretar a un vampiro. Al parecer, cuando vio la bazofia en la que se había metido, procuró ponerse al nivel de la producción. Su momento estelar, por el cual se le debería haber retirado el Oscar que posee, es la muerte de su personaje. Su cara de… de… ¿dolor, sorpresa, estreñimiento, Chiquito de la Calzada? Lo que sea que quiso hacer, merece pasar a la historia para ilustrar el lema “qué bajo has caído”.
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9. UN ACTOR DEL MÉTODO (DRAGONES Y MAZMORRAS)
Ben Kingsley será patético, pero Jeremy Irons no le anda a la zaga. Por algún motivo ignoto, al magnífico actor le dan arrebatos de escoger películas malas y recrearse en la más absurda y grotesca de las sobreactuaciones. El epítome de ello es esta cinta, de la que se podrían escoger mil momentos distintos donde uno no sabe si esconderse en algún sitio o soltar una carcajada incrédula. Sin embargo, por respeto a él mejor no escoger una de sus escenas. Ni de Thora Birch. Ni de Justin Whalin. Ni del resto del horroroso reparto. En lugar de eso, vamos a centrarnos con un don nadie como Bruce Payne, mediocre actor que tuvo la suerte (o la desgracia) de conseguir con este filme un personaje mítico dentro del cine cutre: el secuaz de labios azules. Lo ridículo de su caracterización y la estupidez de sus escenas y diálogos queda acentuado por lo tremendamente mal que actúa el pobre. Véase su momento cumbre, en donde demuestra todo lo que lleva dentro como actor. Literalmente.
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8. EL VAMPIRO GUSILUZ (CREPÚSCULO)
Es muy fácil cebarse con este fenómeno de quinceañeras. Tiene la historia de amor más cursi de la última década, unos efectos especiales de telefilme vespertino, una visión de los vampiros azucarada y ñoña, y un buen puñado de escenas y diálogos de los que hacen rechinar los dientes a cualquiera con sangre en las venas. Pero toda esta mediocridad no hace sino enaltecer el momento en el que Edward Cullen, vampiro adolescente (TM), se muestra como realmente es, momento en el que la cinta alcanza también su máximo esplendor. Blando, cutre, pueril, propio de alguien que tiene un tatuaje de Mi Pequeño Pony en el hombro, pero esplendor al fin y al cabo. Esa escena en la que Edward le enseña a Bella lo horribles que son los vampiros a la luz del día, el motivo por el que la gente siente asco por ellos: su piel brilla. Con purpurina. Cierto, las bolas de espejos brillantes se quedaron en las discotecas de los 80, pero no por ello van a perseguir a una con antorchas. La reacción del bello chupasangres es tan exagerada y emo, que lo único que causa es hilaridad.
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7. LA SEMANA SANTA FALLERA (MISIÓN: IMPOSIBLE 2)
He aquí una de las mayores cagadas de Hollywood. Suelen tomarse libertades con la cultura de los países que representan en sus películas, siempre que no sean Estados Unidos, pero aquí se pasaron de la raya. Cuánto se pasarían, que cuando Tom Cruise vino a España a presentar la película tuvo que disculparse públicamente por la escena, y afirmó que la persona responsable nunca más trabajaría con él. Si bien habría que compadecerse del pobre currito que estuvo buscando en Google tantas horas que se le cruzaron los cables con las fiestas españolas, lo cierto es que su error es tan gordo que es difícil disculparle. Mezclar las Fallas de Valencia y la Semana Santa de Sevilla no es realmente lo más grave. Es que encima John Woo y su equipo procuraron coger actores mejicanos y acentuar el ambiente tétrico de entierro, como si fuese un aquelarre con cánticos paganos. Y como guinda, hicieron que Anthony Hopkins soltase una frase tan subnormal y ofensiva que toda España solo pudo soltar una carcajada al oírla. Porque, al parecer, para Hollywood todavía somos unos trogloditas.
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6. FRANKENVADER (LA VENGANZA DE LOS SITH)
Nadie puede dudar de la capacidad actoral de James Earl Jones. Es un mito viviente, con una voz tan profunda que funde los casquetes polares. Gracias en buena parte a su potencia vocal, el personaje de Darth Vader se convirtió en un mito. Otro tanto se puede decir del doblaje español de Constantino Romero, la voz de Clint Eastwood. Pero nadie es perfecto. Y menos cuando tienes a George Lucas como enemigo. Hace diez años, Lucas se empeñó en destrozar todo lo que había construido con su trilogía de Star Wars. Y vaya si lo consiguió. Le robó el misterio a la fuerza, convirtió la historia de fondo en palabrería política y romanticismo de Corín Tellado, introdujo personajes insufribles y/o superfluos, rescató otros que no tenían sentido en el pasado, y para colmo, convirtió a Anakin Skywalker en: a) un niño sabihondo e insoportable, b) un adolescente caprichoso e inmaduro, y c) un joven pueril y sin personalidad. Pero aún le quedaba Darth Vader. Así que en la escena cumbre de toda la nueva trilogía, en el momento que todos los fans estaban esperando, en medio de un clímax friki… Va y convierte a Vader en un bebé al que le han quitado el sonajero. Y ni toda la capacidad vocal de James, ni la experiencia dobladora de Constantino, pudieron salvar ese “¡NOOOOOOOOOOO!” del ridículo.
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5. PELEA DE ALMOHADAS (EL RETORNO DEL REY)
Hay dos cosas que quedan claras después de ver la trilogía de El Señor de los Anillos: que Peter Jackson sabe hacer una película de aventuras épicas, y que le encanta la cámara lenta. A menudo la utiliza bien, con estilo y garra. Pero a veces le salen cosas como la presente escena. No es que ese sea el único problema del momento en el que Frodo se reencuentra con todos sus amigos. Es toda la escena, desde su planteamiento hasta su ejecución. Después de un final climático a toda la aventura, donde lo épico se funde con lo humano, plagado de emoción y oscuridad, va y nos presenta una escena que parece sacada del sueño erótico de un algodón de azúcar gay. Ese filtro blanco esperma… Esa risa tonta y continua de Gandalf… Esa cara de subnormal de Frodo… Esa interminable procesión de secundarios entrando en la sala y teniendo su momento de primer plano… Esas caras de felicidad que parecen las que uno le pone a un bebé para hacerlo reír… Nombrar uno a uno a los doscientos personajes que entran… Y sobre todo, Merry y Pippin saltando a la cama y poniéndose a juguetear con Frodo como si fuesen tres niñas que están haciendo su primera fiesta de pijamas. Por sí sola es una de las escenas más vergonzosas que se han visto, pero es aún más ridícula si la comparamos con la aventura seria y casi trágica de las nueve horas anteriores. Se ve que Peter quería transmitir la alegría después de todo eso. Resultado: ¡FAIL!
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4. EL OSO BOXEADOR (THE WICKER MAN)
Los visitantes más jóvenes de esta página quizá no lo sepan, pero hace tiempo, Nicolas Cage era un buen actor. Ganó un Oscar, de hecho. Incluso hacía buenas películas, y de eso no hace tanto tiempo. Pero se fue quedando calvo y ocultándolo con peluquines e injertos. De alguna forma, ese pelo nuevo debió de introducirse en su cerebro y le convirtió en el payaso con cara de pasmado que es ahora. Su nombre ya es sinónimo de “película horrible”, lo que nunca ha sido tan cierto como en el remake de un clásico de culto de los 70, El Hombre de Mimbre. Admito que no he visto la película, sólo el siguiente vídeo de YouTube con sus mejores escenas. Pero no se me ocurre ninguna forma en que estas escenas no sean ridículas, da igual el contexto (que, según el 90% de los que la han visto, es igual de horrendo, y según el resto es solamente mediocre). La palma se la lleva, con permiso de las abejas, la escena en la que Cage está vestido de oso y se acerca corriendo a una mujer que se dispone a sacrificar a una niña. Durante los interminables cuatro o cinco segundos que tarda en llegar, tanto la mujer como el resto de gente que hay en la escena se dedican solamente a mirar, al parecer con el mismo asombro e incomprensión que los espectadores ante tal estupidez. ¿Y qué hace cuando llega a su meta? Dejemos que el vídeo hable por sí solo. La escena está a partir de 1:20, pero realmente merece la pena verlo entero para echarse unas risas.
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3. HABLANDO CON LAS PLANTAS (EL INCIDENTE)
“Quería hacer la mejor película de serie B de todos los tiempos”, dijo M. Night Shyamalan de este filme. Al parecer se fue un poco más abajo en el abecedario. Hasta la Z más o menos. Sólo así se explica tal sucesión de disparates, escenas estúpidas, diálogos sonrojantes y actuaciones lamentables. Como en el anterior caso, elegir una sola escena es tarea difícil. Una película donde la secuencia más emocionante son cinco personas huyendo del viento se presta a la risa floja a cada minuto. Pero dado lo mucho que me he centrado hasta el momento en los actores, sería casi un insulto para Mark Wahlberg no destacar uno de sus momentos “estelares”. Que nadie me entienda mal: me encanta como actor. Menos en esta película. Parece que estar nominado al Oscar le hizo darse cuenta de que nunca había intentado competir por el Razzie. Y aquí lo hizo. Con saña. La suya es una de las actuaciones más penosas que servidor ha visto nunca. Sirva como ejemplo el momento en el que se pone a hablar con una planta. Valiente mierda de escena. Sí, en el contexto de la historia tiene cierto sentido. Pero sigue quedando ridícula por lo mal escrita que está, y porque Marky Mark pone una cara de ganso y una voz tan estúpida que dan ganas de llorar, entre otras cosas. Claro, que su rostro y su forma de decir las frases son iguales durante todo el largometraje, así que al menos es coherente. Y para no cebarme con él, que se note que me cae bien, he preferido ocultar un poco su incompetencia subiendo la versión doblada de la escena.
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2. PETER PARKER ES MALOTE (SPIDER-MAN 3)
Dicen que segundas partes nunca fueron buenas. Eso fue antes de que existiesen las terceras partes, como demostró sobradamente Sam Raimi en esta película. Con dos sólidas antecesoras, un reparto que ya había dado muestras de solvencia y su demostrada capacidad para entretener, era de esperar que esta tercera entrega fuese la mejor de la saga. Sobre todo porque contaba con el villano más memorable de los cómics, Venom, con la culminación de la subtrama de los Osborne que llevaban construyendo durante toda la serie, y con un villano más que podía dar mucho de sí en la gran pantalla, el Hombre de Arena. El resultado: un rollazo impresionante lleno de escenas de folletín, diálogos estúpidos y un desbarajuste de argumento que iba de mal en peor conforme avanzaba. Y para colmo, Venom sale 5 minutos. El motivo detrás de esto es que a Raimi nunca le ha gustado el personaje. Y se nota, vaya si se nota. De hecho, lo utilizó para hacer una especie de terrorismo cinematográfico contra la saga y los productores que le obligaron a meterlo en el guión. Coger a Topher Grace para el papel ya fue un golpe certero, pero lo que hizo con el simbionte no tiene nombre. Con la complicidad de un increíblemente inepto Tobey Maguire, el Peter Parker malo y oscuro se convirtió en un emo que hacía gilipolleces al son de música ratonera, no sólo en una, sino en DOS escenas. La peor, la que más se recuerda, es la de su paseíllo callejero, escena en la que medio mundo deseó salirse de la sala y el otro medio rompió a reír incontrolablemente de pura vergüenza.
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1. EL PARTIDO DE BALONCESTO (CATWOMAN)
Desde tiempos inmemoriales, Catwoman ha sido uno de los personajes con más potencial erótico del mundo del tebeo. Y cuando Tim Burton le dio el papel a Michelle Pfeiffer en Batman Vuelve, este potencial se convirtió en una realidad tal que las ventas de ropa interior de cuero aumentaron como nunca. Así pues, sobre el papel, hacer una película dedicada exclusivamente al personaje debía ser genial. Y poner a una actriz tan explosiva como Halle Berry al frente era una idea brillante, sobre todo si se enfrentaba a uno de los mitos sexuales de los 90, Sharon Stone. Pero en algún punto del camino, todo comenzó a ir mal. Y ese punto se llama Pitof. Desoyendo el sentido común, que dice que un tío con un solo nombre tiene de ser un inepto (ejemplo: McG), los productores decidieron darle control absoluto del filme a este director de videoclips francés. La apuesta a caballo perdedor comenzó a dar sus frutos cuando aprobó un diseño de traje auténticamente ridículo, que buscaba el morbo de forma tan poco sutil y elegante que parecía propio de una puta callejera de 5 euros la noche. Pero aún con traje lumpen, la película podría haber sido buena. Si no fuese por: a) un guión estúpido, b) unos actores lamentables, c) unos diálogos subnormales, d) un estilo visual de barraca de feria, y e) una historia penosa. O sea, detallitos. Y por si no fuera suficiente con toda la escoria acumulada en 100 minutos de película, Pitof decidió que tenía que hacer su escena mítica, aquella por la que todo el mundo le recordaría el día de mañana, esa que figuró en la mente de la oscarizada Berry cuando recogió su merecido Razzie y agradeció a los productores la oportunidad de protagonizar semejante montaña de mierda.
El partido de baloncesto. Indescriptible.
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Sólo quería decirles que contamos con ustedes para contestar a las siguientes preguntas: ¿Creéis que alguna de estas escenas se podría parodiar de forma que quedasen más ridículas? ¿Qué escenas lamentables conocéis vosotros que estropeen películas pretendidamente serias? ¿Cuál es la peor escena en la mejor película de la que tenéis conocimiento? ¿Y por qué he decidido no meter la descojonante voz del emperador en El Último Samurái?