Federico trabaja en un casino como gafe profesional. No se trata de una superstición, está comprobado que tiene un don: cada vez que él toca a alguien o alguien le toca a él, esa persona transfiere toda su buena suerte a Federico y la otra persona queda expuesta a las mayores desgracias. El jefe de Federico es Samuel, un anciano superviviente de los campos de exterminio nazi, quien además del casino también maneja un exclusivo y clandestino circuito de apuestas dónde se juega con importantes bienes o incluso la vida para obtener enormes ganancias. Cuando Federico decide dejar de trabajar para Samuel, éste le toca y absorbe su don. Federico es otro don nadie abandonado al azar. Siete años después, cuando Federico escucha la noticia que ha habido un único superviviente en un accidente aéreo, cree que ha encontrado al fin al caballo ganador que le permitirá culminar su revancha contra Samuel.