En la transición entre el siglo XVIII, el del racionalismo, el siglo de las luces y la sensualidad, y los principios del siglo XIX, el del romanticismo, el oscurantismo y la violencia, dos famosas figuras personifican estos mundos, Casanova y Drácula. En Francia, en una atmósfera de corrupción y alegría artística, las aventuras de un maduro Marqués, conocido por sus espectaculares conquistas sexuales y siempre acompañado por su sirviente de las tierras del norte, en un pequeño pueblo agrícola rodeado de bosques, verá cómo, con la llegada del Conde, la atmósfera en el pequeño pueblo llegará a ser oscura y opresiva, hasta desembocar en un repentino, extraño y misterioso final.
Serra rodó en total unas 400 horas de material, con lo cual, por tal de condensarlo todo en unos 150 minutos, tuvo que a emplear medio año en realizar el montaje.