En una extraña villa medieval dejada de la mano de Dios, después de la marcha del cura, la única autoridad moral que resta es Pedro Galio, el sacristán, un hombre de firmes convicciones, aunque también pusilánime. Su esposa es Maria Gaila, una mujer indomable y lenguaraz, que suele ser invitada a beber en las tabernas para escuchar sus ocurrentes coplas. Una de las hermanas de Pedro Galio muere y eso provoca un conflicto en el seno familiar, pues ella estaba al cargo de Laureano, un enano deficiente mental, y tanto Maria Gaila como Marica, hermana de Pedro, desean hacerse con su custodia. El pleito se resuelve de forma salomónica: la custodia se repartirá a razón de tres días a la semana para cada mujer y los domingos se irán alternando. La capacidad de Maria Gaila para sacar limosnas de la exhibición de Laureano despertará los celos en Marica, la cual, para vengarse, intentará carcomer la conciencia de Pedro Gailo atacando la mala reputación de su mujer.
Años antes de realizar esta producción, Silvia Pinal iba a participar en otra versión cinematográfica que iba a dirigir Luis Buñuel. Dicho proyecto personal de Buñuel no se pudo realizar debido a problemas con la obtención de derechos, pues los herederos de Valle-Inclán no quisieron vender. No mucho tiempo después apareció el director Juan Ibáñez con los derechos comprados.