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Diario de Sitges 2015, Día 0: Medianoche asesina

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José Hernández, 08/10/2015

El Festival de Sitges comienza oficialmente mañana, pero eso no quiere decir que no podamos comenzar a pasárnoslo bien, ¿no? De hecho, un servidor ha llegado ya a tierras catalanas para evitar comenzar el certamen en inmersión total y tener una noche de descanso antes del aluvión de cine. La acumulación de películas puede ser estratosférica, y aún quedarán muchas sin ver.
Entre ellas se encuentran las cintas que se emiten en sesiones de madrugada. Uno puede viajar a Sitges para disfrutar de estas sesiones, pero combinar horarios de día y de noche cerradale vuelve a uno la cabeza loca. Lo dice alguien que cuando vino como mero espectador lo intentó. Y si hay que aguantar 10 días, o se va de mañana y tarde o se va cuando los lobos aúllan, no ambas cosas. Afortunadamente, varios de los films que se emiten en estas sesiones están ya al alcance de la mano, y antes de venir he hecho los deberes.

Y hablando de deberes, muchas de las cintas que se verán en las madrugadas de Sitges tienen como protagonistas a escolares o adolescentes. Un ejemplo lo tenemos en la imaginativa ASSASSINATION CLASSROOM (), adaptación de un manga de Yûsei Matsui dirigida por el desconocido en nuestras fronteras Eiichiro Hasumi. La película comienza de forma inocente, con un profesor que va a pasar lista en un instituto japonés. En ese momento, la clase entera saca pistolas y ametralladoras de sus pupitres y comienza a dispararle cargadores enteros al maestro. Pero no pasa nada porque, como descubrimos al girar la cámara, el docente es un pulpo amarillo con cara de smiley capaz de evitar las balas; y, de hecho, en su clase les enseña a matarle. Si no lo hacen al final de curso, destruirá el planeta.
Es difícil comenzar con más gancho una película. Es una pena que su desarrollo caiga en los habituales males que plagan las adaptaciones de seriales: por mucho que hayan cortado del manga original, no han eliminado lo suficiente como para que no parezca un resumen de, como mínimo, una miniserie. Los montajes de escenas cortas se suceden cada dos por tres, sin dejar que cada intento de matar al ¿alienígena? respire y tenga su anticipación y clímax. Además, hay una cantidad ingente de personajes y conforme avanza se van añadiendo más, aunque muchos de ellos se abandonan sin que hayan aportado prácticamente nada. Para colmo, la película acaba sin ofrecer respuestas a las preguntas que plantea, dejando la puerta abierta para una continuación donde, quizá sí quizá no, se desvele el origen de la carismática amenaza.
Pese a todo, se trata de una película muy divertida y original, con un ritmo frenético y un buen puñado de risas, que construye un mensaje bastante afilado sobre el reclutamiento militar de las clases bajas y la doble moral del sistema educativo basado solo en el éxito inmediato y homogéneo, no en las capacidades individuales. Se nota que tiene una base sólida y llena de elementos juguetones que recolectar, y quizá por eso no han querido prescindir de más material al traspasarlo al cine. Un error que ha hecho que se quede en simpática locura, en lugar de ser una cinta de culto inmediato.


Muchos de esos errores a la hora de adaptar un manga los consigue evitar la nueva película del incombustible Takashi Miike, AS THE GODS WILL (). En este caso el cómic es de Muneyuki Kaneshiro y Akeji Fujimura, aunque la historia que cuenta es ciertamente similar. En este caso los alumnos de un instituto tendrán que hacer frente a distintas pruebas mortíferas impuestas por diversas criaturas que los tienen atrapados sin poder salir ni explicación alguna sobre el objetivo de los juegos. ¿He dicho de un instituto? Quería decir de todos los institutos del mundo, pero obviamente el film se centra en unos pocos personajes de una escuela japonesa.
A diferencia de la anterior, en este caso Miike estructura de forma muy sólida el film, basando el guion en una sucesión de pruebas, cada una de ellas actuando como su propia unidad climática dentro de la trama general. No hay prisa para pasar al siguiente elemento, sino una construcción metódica de la tensión, el drama y el humor, aunque en este caso más negro y menos ingenuo que en Assassination Classroom. La película se convierte así en una especie de subversión posmoderna de ese género juvenil tan en boga, el de los chavales usados como carne de cañón (véanse Los Juegos del Hambre o El Corredor del Laberinto). En este caso, sin embargo, a lo que deben enfrentarse es a distintos juegos infantiles e inocentes personajes de la cultura nipona, pero con un giro brutal y despiadado, en una especie de selección del más fuerte que encierra una crítica a la falta de objetivo vital y la cuestionable capacidad moral de toda una generación.
Cierto es que la película tiene algunas subtramas superfluas (como el hombre encerrado en su habitación, que no hace nada) y que va de más a menos: la primera escena es enorme, con un juego del escondite inglés donde a los perdedores les estalla la cabeza en un mar de canicas rojas; mientras que el final resulta anticlimático tanto por su última trampa de guion como por cortar la trama justo en el momento en el que iba a ofrecer respuestas o, cuando menos, a entrar en un clímax a otro nivel argumental. Sin embargo, el resultado global es realmente potente y dirigido con la habitual mezcla de oficio y locura que se puede esperar de Miike.


Seguimos en el instituto, pero abandonamos Japón para quedarnos definitivamente en Estados Unidos, y en concreto para tratar el tema del bullying. SOME KIND OF HATE () es esa película de terror y fantasmas que todos estábamos esperando que alguien hiciese sobre un problema que afecta a millones de jóvenes en todo el mundo y provoca que muchos de ellos se suiciden. En realidad, con todo lo ofensiva que podría ser al respecto, no llega a tener nada que haga enarcar las cejas. Pero es que en realidad es bastante mediocre.
El film se sitúa en un campamento para chavales problemáticos, que por algún motivo no solo incluye a acosadores, sino también a chicos que han sufrido acoso. Un lugar donde, por cierto, no se sabe muy bien qué tipo de intervención hacen con los chavales, porque no se les ve ni dando clase, ni terapia, ni nada. Los adultos están desaparecidos hasta que las cosas comienzan a complicarse, en la forma del fantasma vengativo de una antigua alumna acosada hasta la muerte, momento en el cual la gente con barba o tetas pasa a ser carne de cañón para matar a más gente. En realidad, excepto los dos protagonistas, no hay ningún otro personaje que tenga ninguna personalidad especial. Son todos bastante funcionales, lo cual pega bastante con que la mayor parte de la película (y en especial su tramo final) sea rutinario y sin carisma.
Las deficiencias en la puesta en escena, las actuaciones y la creatividad del guion se suplen en parte con unos cuantos elementos donde la premisa sí que se logra explotar de forma perversa moralmente y macabra visualmente. El principal es la forma de matar del fantasma: infligiéndose heridas en su cuerpo que aparecen en los de sus víctimas. La escena en la que lo descubrimos, con Moira cortándose el cuello mientras al fondo, desenfocado, su víctima comienza a sangrar a chorros, es sin duda la más impactante del film. También su lectura sobre el ciclo de la violencia, esa relación retorcida entre el placer de causar dolor y la necesidad de sufrirlo, resulta interesante y merecería de una ejecución más inspirada.

Bajamos la edad de la muchachada para enfrentarnos a niños de Primaria, que son los protagonistas de una de las cintas más esperadas, y por tanto decepcionantes, de esta edición: COOTIES (). Elijah Wood, Rainn Wilson y Alison Pill son tres de los profesores de un colegio de pueblo en el que comienza una epidemia de zombis. Con una peculiaridad: los infectados son sus alumnos, esos locos bajitos que ahora están sedientos de sangre por culpa del pollo en mal estado de la cafetería.
Aunque la cinta es entretenida, su principal problema es que desaprovecha por completo el contexto en el que se sitúa. Son niños zombis. Están en un colegio lleno de aulas, laboratorios, patios con juegos, etc. ¿Por qué no utilizar todo eso tanto para elaborar los gags como para plantear las situaciones de tensión? Pues no, en lugar de ello lo que tenemos es un desarrollo bastante convencional en el que habría dado igual que los protagonistas fuesen oficinistas, empleados de banca o enfermeros, o que los muertos vivientes fuesen ratas, castores, arañas o cualquier animal pequeño. Solo en un par de insertos que no afectan en nada la trama podemos ver algo de esa mala leche y creatividad que se le presuponía, siendo en concreto la escena en el patio que marca el ecuador del film, con niños saltando a la comba y jugando en el tobogán, la mejor con diferencia de toda la película. No daré más detalles para no destripar nada (*guiño*).
Más allá de esas carencias creativas y de su final de episodio piloto de serie, lo cierto es que funciona razonablemente bien como comedia gracias a un reparto muy entonado. Cada actor tiene un personaje con peculiaridades perfectamente delimitadas y sirve a un propósito cómico distinto y complementario, casi como si estuviesen en una sitcom (dicho sea sin ánimo peyorativo). El robaescenas es sin duda Leigh Whannell, cuyo profesor de anatomía sin el menor atisbo de conciencia social se lleva las mejores frases. Como cinta de terror tiene menos calado porque llega un punto en el que está claro que no piensa cargarse a ninguno de sus actores, lo que hace que vaya desapareciendo la sensación de peligro hasta quedarse en poca cosa.


Mejor equilibrada está la entretenidísima STUNG (), con la que al fin nos libramos de los menores de edad para entrar en el cine protagonizado por adultos. En este caso, la amenaza contra la que deben enfrentarse los protagonistas son avispas mutantes cuyo tamaño depende del animal en el que pongan sus huevos. Huelga decir que bien pronto los depositan en un humano y que las criaturas resultantes no se matan de un manotazo. Así que la fiesta en una mansión de campo que comienza como una aburrida reunión de ancianos pronto se torna en una locura con desmembramientos, insectos con trozos de piel humana, pasillos-colmena llenos de trampas, jorobas con pasajero controla-mentes y aguijones del tamaño de una katana.
El desconocido Benni Diez dirige la película con soltura y desenfado, controlando el pulso y el tono del filme, que lo mismo gira hacia el drama que hacia la comedia. Precisamente en los momentos íntimos de los personajes brilla por encima de la media del género, ya que no solo el romance ‘lo harán o no lo harán’ está manejado con lucidez para que se convierta en el ancla emocional de la historia y supla el agotamiento propio de este tipo de films; sino que también ofrece interludios para que algunos secundarios tengan algo más de relevancia que la de ser mera charcutería (véase por ejemplo la historia sobre la guerra que cuenta con extremada convicción Lance Henriksen, hasta el punto de hacernos dudar de que pueda tener más peso en la trama).
El punto flaco del film está en un guion demasiado tramposo, en el que los tiempos de incubación de los bichos o la presencia y capacidad de ataque de los mismos dependen exclusivamente del capricho del guionista, de lo que le viene bien en ese momento, y no de la lógica interna de su propuesta. Así pues, llegado a un punto es difícil mantener el interés durante las escenas de tensión, ya que los personajes serán atacados o no, morirán o no, según el escritor quiera cambiar de escenario o reparto, no por lo que ellos hagan o dejen de hacer.


Ahora bien, si hablamos de coherencia hay que remontarse a Sitges 2013, y no para hablar de la maravilla de James Ward Byrkit, sino para hablar de una cinta que carecía de esta característica: Contracted. En su día dije de ella que “se ve lastrada por unos diálogos mecánicos y risibles; unos personajes que se comportan de forma alejada de todo sentido común; y una trama que toma rutas a veces intrascendentes y otras simplemente estúpidas”. Pues resulta que, lejos de mejorar esas carencias, lo de tener nuevo guionista y director ha servido solo para que CONTRACTED: PHASE II () las amplifique hasta niveles demenciales.
El film toma el testigo de la primera parte justo donde se quedó, dándoles el protagonismo a algunos personajes secundarios de aquella para ver cómo avanza en ellos la infección zombi, y cómo se va extendiendo por toda la ciudad. A priori sería prometedor, si no fuese porque ningún personaje se comporta de forma que tenga el más mínimo sentido. Estamos hablando de un tipo que va al médico preocupado por si ha pillado algo de una mujer que tenía una enfermedad necrótica contagiosa, y no solo le dice al doctor (para más inri, su cuñado) que no se la folló cuando sí que lo hizo (en la mejor escena de la primera parte; dos palabras: gusanos, vagina), sino que se detecta en plena consulta un corte que supura pus amarillo Y NO DICE NADA. Y luego no para de mirarse al espejo preocupado porque se está pudriendo y cuando le llama su cuñado para confirmarle que la muerta tenía algo contagioso que la estaba pudriendo por dentro SIGUE DICIENDO QUE ESTÁ BIEN Y QUE APENAS LA CONOCÍA. O de una policía que entra de noche, sola y sin ninguna protección a la casa del hombre que buscan como foco de la infección y que se presupone un terrorista peligroso; pero que se lleva a dos agentes con rifles cuando va a casa del protagonista para ver si su madre está bien. O de que han pasado 24 horas desde que varios amigos de los protagonistas murieron y a nadie parece importarle una mierda, ni siquiera van al entierro. Y así durante los escasos 78 minutos que dura el film.
Tiempo bien aprovechado, sin embargo, para meter todo el gore posible. Al aumentar el número de infectados, aumentan también las partes del cuerpo que uno se puede hurgar, sea piel, cara, brazos, uñas, ojos… Todo sea por mostrar sangre y carne podrida, hasta el punto de que la cinta se convierte en una sucesión de malas excusas para que alguien haga algo asqueroso con su cuerpo. Lo que en la cinta original era efectivo e impactante en su justa medida, apoyado por un tono general de malestar cronenbergiano, aquí agota por plano, excesivo y falto de creatividad. Por el camino hay además una trama sobre terrorismo vírico y locos que creen en el apocalipsis, que parece ser algo que han introducido a la fuerza para intentar no repetir la misma historia de la primera entrega, pero que fracasa estrepitosamente por inverosímil y mal hilvanada.
Eso es todo por ahora, mientras cargamos las pilas para la jornada de mañana, donde todo va a ser sacar la acreditación y zambullirse en una sala de cine como si no hubiese 10 días por delante para ver películas.
@DamnedMartian