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Poesía sin fin
Creció tu cuerpo pero no tu cerebro. Sigues tan tonto como antes (Tío Isidoro)
Si la vida cotidiano nos parece un infierno, si todo se resume en dos palabras: permanente impermanencia, hay que acatar lo que dice la Biblía: No hay cosa mejor para el hombre que coma, que beba y que su alma se alegre (Alejandro)
Alejandro anciano: Yo soy el que tú serás o tú fuiste el que yo fui. Te entregaste a la poesía y no lo lamento.
Alejandro joven: ¿Qué lograré?
Alejandro anciano: Aprenderás a morir con felicidad
Alejandro joven: Tengo miedo de morir.
Alejandro anciano: Tienes miedo de vivir
Alejandro joven: Tengo miedo de defraudar a los demás
Alejandro anciano: No eres culpable de vivir como tú eres. Serías culpable si vivieras como los otros quieren que tú vivas.
Alejandro joven: ¿Cuál es el sentido de la vida?
Alejandro anciano: La vida! El cerebro hace preguntas, el corazón da las respuestas. La vida no tiene sentido. Hay que vivirla. Vive! Vive! Vive!
La vejez no es una humillación. Te desprendes de todo: del sexo, de la fortuna, de la fama, te desprendes de ti mismo. Te conviertes en una mariposa... resplandeciente. Un ser de pura luz (Alejandro anciano)
Alejandro anciano: Te fuiste a Francia y no lo volviste a ver [a su padre]. Cuando murió no derramaste una sola lágrima, pero bajo tu indiferencia, tu corazón le decía...
Alejandro joven: Padre mío, no dándome nada, me lo diste todo. No amándome me enseñaste la absoluta necesidad del amor. Negando a Dios, me enseñaste a amar la vida
Alejandro anciano: Yo te perdono, Jaime.