El hombre del tiempo

Robert.- Shelly está llevando ropa que no es apropiada para ella. Se le pega al cuerpo.
David.- Todas la llevan... Papá, es una generación distinta.
Robert.- La llaman pezuña de camello.
David.- ¿Qué?
Robert.-¿Eso lo sabías?
David.- ¿El qué?
Robert.- Que sus colegas la llaman pezuña de camello
David.- ¿De qué estás hablando?
Robert.- Significa que la rajita de su vagina se puede distinguir a través de su ropa
David.- ¿Qué?
Robert.- Pezuña de camello...

Psicóloga.- Ahora quiero que cada uno piense en algo que haya hecho, que afectara a su pareja y de lo que no se sienta nada orgulloso.
David.- ¡Me obsesionaba el porno! Por ordenador... un poco, estaba un poco absorto con eso.
Psicóloga.- Quiero que lo apuntéis sin decirlo...

Os diré algo, si quieres que tu padre no crea que eres un capullo atontado no abofetees a otro tipo en la cara con un guante, porque si lo haces es justo lo que creerá a no ser que seas un noble o algo así, como del siglo XIX, cosa que no soy (David).

Recuerdo que una vez me imaginé como iba a ser mi vida, como iba a ser yo. Me imaginé que tendría cantidad de cualidades, cualidades fuertes y positivas, que la gente podría percibir desde lejos. Pero a medida que transcurría el tiempo pocas llegaron a ser cualidades que yo tuviera en realidad, y todas las posibilidades que tenía, y las clases de persona que podría llegar a ser, todas se iban reduciendo más y más cada año. Hasta quedar reducidas a una: a lo que soy. Y eso es lo que soy: el hombre del tiempo (David).

Las cosas no salieron como yo había pronosticado. Aceptar eso no es fácil, pero lo fácil no tiene cabida en la vida de adulto. Me conformo con este logro americano, este es mi lugar: detrás del cuerpo de bomberos 47, vale, pero delante de Bob Esponja (David).