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Días de Santiago
Dos cosas motivaron al director a la hora de hacer la película, la frase que leyó en una pared cuando iba caminando por las calles de Lima: "Le llaman salvaje al río que se desborda, pero no al cabrón que lo oprime"; y la oportunidad de conocer en persona a Santiago, un joven ex soldado peruano en el que se basa el film: "Su generosidad, su simpatía, su humildad, me hicieron tomar conciencia de la terrible indiferencia social y estatal hacia personas que creyeron en su país".
La estructura narrativa del film no es convencional, no sigue estrictamente la estructura en tres actos, es más bien una estructura que refleja a su personaje principal. Así como Santiago no encuentra una dirección clara para su vida al comienzo de la historia, la película misma tampoco parece encontrar una dirección, no hay un camino claro, un final certero. Sólo cuando Santiago decide empezar una nueva vida la película logra concentrar suficiente impulso y la historia empieza a fluir con más rapidez. A partir de entonces la estructura sigue al personaje en su búsqueda por pertenecer y salvar gente en la vida civil. La cámara, sea fija o en mano, sólo busca acompañarlo con la intención de lograr atrapar a la audiencia y llevarla lo máximo posible al estado mental del personaje, a su paranoia, a su inestabilidad, a su fragilidad social.