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ZINEMALDIA 2021 (V). Fakes News y Redes Sociales
Carlos Fernández, 22/09/2021
Pasamos el ecuador de festival y ya los cuerpos han automatizado los madrugones, las peleas contra el sistema de entradas y esa pregunta de “¿cómo ha ido?” que aparece antes incluso que los buenos días. Porque el sistema de retirada de entradas es, parafraseando a Forrest Gump, como una caja de bombones, nunca sabes lo que te va a tocar . En mi caso llevaba unos días en los que en menos de 5 minutos ya había conseguido las entradas que tenía en mi horario, pero en los últimos dos días, cuando ya empezaba a gritar a los cuatro vientos aquello de “no sé por qué os quejáis a mí me va perfecto” el sistema ha decidido ponerse en mi contra complicándome un poco la existencia. Problemas del primer mundo.
En una situación parecida, pero diferente, podríamos decir que se encuentra el protagonista de la última película de Laurent Cantet, quien vuelve a competir por la Concha de Oro tras hacerlo en 2012 con Foxfire. El director francés ha demostrado en su cinematografía una notable capacidad para relatar con pulso firme temas sociales, de candente actualidad y alejado siempre del tono panfletario que sí aparecen en propuestas de otros directores (Hola, Ken). Arthur Rambo () fija su mirada en twitter y en la capacidad de las redes sociales para elevar o destruir la carrera y las vidas de las personas a golpe de un simple clic.
Karim es un joven escritor que empieza a saborear las mieles del éxito tras la reciente publicación de su primera novela, pero la aparición de unos tuits que publicó en el pasado harán que su presente y futuro se tambaleen. Cantet expone de forma clara y concisa las consecuencias de la publicación de esos comentarios sin caer en la denuncia fácil de apuntar con el dedo a los hater, trolls e incitadores al odio que se mueven por las redes, pero deja escapar la oportunidad de realizar un retrato más profundo de esos efectos sobre los propios personajes y nosotros mismo como sociedad. Además, esboza, gracias al punto de partida, situaciones que muestran el racismo latente y el sentimiento de sentirse extranjero en su propio país existente en Francia, pero, una vez más, la falta de profundidad deja la sensación de estar contándote un problema, que todos los que nos movemos en redes sociales ya conocemos, sin aportar nada novedoso al asunto ni plantear siquiera algún tipo de solución.
Cantet imprime un gran ritmo a la historia (que adapta libremente un caso real ocurrido en Francia) y consigue transmitir esa sensación de agobio creciente y perdida de control en la que se ve metido el protagonista, un correcto Rabah Nait Oufella, pero estamos ante una película a la que (y no suele pasar a menudo) le hubiese venido bien algo más de metraje que le permitiera indagar más en el problema y, sobre todo, cerrar mejor la historia evitando esa sensación de producto inacabado que aparece al final.
De un director francés a otro y de las redes sociales a la influencia de las fakes news y los generadores de opinión. Xavier Giannoli ha presentado en la sección Perlak, tras su paso por el Festival de Venecia, Las lusiones perdidas (), adaptación de la obra de Honoré de Balzac que cuenta el auge y caída de un joven pueblerino, Lucien Chardon o de Rubemprè (una dualidad en los apellidos de una gran importancia para entender al personaje), que viajará a París persiguiendo su sueño de convertirse en escritor mientras huye de un amor imposible. Una vez allí, la gran ciudad se revelará como un lugar sin escrúpulos donde todo es comerciable y donde el éxito y el fracaso dependen únicamente de unas monedas de más (o de menos).
Giannoli crea su lobo de Wall Street (de época) particular en el que la influencia de las empresas se sustituye por el poder de la prensa y la compraventa de acciones se convierte en un mercadeo de noticias, artículos y críticas que buscan destruir a la competencia. La historia a pesar de haberse publicado entre los años 1836 y 1843, una época donde el libertinaje presente en toda la sociedad parisina llegaba también a los medios de comunicación, no ha perdido ni un ápice de vigencia siendo tan moderna que se podrían sustituir los periódicos y la imprenta por los actuales medios de comunicación controlados por grandes empresas y corporaciones que venden su espacio e influencia al mejor postor sin importar la ética periodística.
En ese mar de tiburones en el que lo importante es seguir a flota sin pensar en quien se hunde, Lucien, empezará a saborear la fama y ahí, entre lujosas fiestas en palacios, mujeres, obras de teatro y bebidas, la película plantea una brillante reflexión sobre lo efímero de la fama y como el lujo y reconocimiento social terminan por nublarnos los sentidos y alejándonos de perseguir nuestros sueños. Esas dos visiones, la fama frente a los sueños, se personifican en las figuras de los personajes interpretados por Benjamin Voisin, en un trabajo sobresaliente que evoluciona desde la mayor inocencia inicial hasta el egoísmo más puro del final, y un Xavier Dolan, que ofrece su mejor papel interpretativo con un personaje comedido y afable muy alejado del tono que acostumbra a mostrar en sus propias películas.
Después de dos días con una Sección Oficial en horas bajas hoy hemos tenido una agradable sorpresa gracias a Fernando León de Aranoa y Javier Bardem. Os lo cuento en el próximo artículo. Hasta entonces, nos vemos en los cines.
En una situación parecida, pero diferente, podríamos decir que se encuentra el protagonista de la última película de Laurent Cantet, quien vuelve a competir por la Concha de Oro tras hacerlo en 2012 con Foxfire. El director francés ha demostrado en su cinematografía una notable capacidad para relatar con pulso firme temas sociales, de candente actualidad y alejado siempre del tono panfletario que sí aparecen en propuestas de otros directores (Hola, Ken). Arthur Rambo () fija su mirada en twitter y en la capacidad de las redes sociales para elevar o destruir la carrera y las vidas de las personas a golpe de un simple clic.
Karim es un joven escritor que empieza a saborear las mieles del éxito tras la reciente publicación de su primera novela, pero la aparición de unos tuits que publicó en el pasado harán que su presente y futuro se tambaleen. Cantet expone de forma clara y concisa las consecuencias de la publicación de esos comentarios sin caer en la denuncia fácil de apuntar con el dedo a los hater, trolls e incitadores al odio que se mueven por las redes, pero deja escapar la oportunidad de realizar un retrato más profundo de esos efectos sobre los propios personajes y nosotros mismo como sociedad. Además, esboza, gracias al punto de partida, situaciones que muestran el racismo latente y el sentimiento de sentirse extranjero en su propio país existente en Francia, pero, una vez más, la falta de profundidad deja la sensación de estar contándote un problema, que todos los que nos movemos en redes sociales ya conocemos, sin aportar nada novedoso al asunto ni plantear siquiera algún tipo de solución.
Cantet imprime un gran ritmo a la historia (que adapta libremente un caso real ocurrido en Francia) y consigue transmitir esa sensación de agobio creciente y perdida de control en la que se ve metido el protagonista, un correcto Rabah Nait Oufella, pero estamos ante una película a la que (y no suele pasar a menudo) le hubiese venido bien algo más de metraje que le permitiera indagar más en el problema y, sobre todo, cerrar mejor la historia evitando esa sensación de producto inacabado que aparece al final.
De un director francés a otro y de las redes sociales a la influencia de las fakes news y los generadores de opinión. Xavier Giannoli ha presentado en la sección Perlak, tras su paso por el Festival de Venecia, Las lusiones perdidas (), adaptación de la obra de Honoré de Balzac que cuenta el auge y caída de un joven pueblerino, Lucien Chardon o de Rubemprè (una dualidad en los apellidos de una gran importancia para entender al personaje), que viajará a París persiguiendo su sueño de convertirse en escritor mientras huye de un amor imposible. Una vez allí, la gran ciudad se revelará como un lugar sin escrúpulos donde todo es comerciable y donde el éxito y el fracaso dependen únicamente de unas monedas de más (o de menos).
Giannoli crea su lobo de Wall Street (de época) particular en el que la influencia de las empresas se sustituye por el poder de la prensa y la compraventa de acciones se convierte en un mercadeo de noticias, artículos y críticas que buscan destruir a la competencia. La historia a pesar de haberse publicado entre los años 1836 y 1843, una época donde el libertinaje presente en toda la sociedad parisina llegaba también a los medios de comunicación, no ha perdido ni un ápice de vigencia siendo tan moderna que se podrían sustituir los periódicos y la imprenta por los actuales medios de comunicación controlados por grandes empresas y corporaciones que venden su espacio e influencia al mejor postor sin importar la ética periodística.
En ese mar de tiburones en el que lo importante es seguir a flota sin pensar en quien se hunde, Lucien, empezará a saborear la fama y ahí, entre lujosas fiestas en palacios, mujeres, obras de teatro y bebidas, la película plantea una brillante reflexión sobre lo efímero de la fama y como el lujo y reconocimiento social terminan por nublarnos los sentidos y alejándonos de perseguir nuestros sueños. Esas dos visiones, la fama frente a los sueños, se personifican en las figuras de los personajes interpretados por Benjamin Voisin, en un trabajo sobresaliente que evoluciona desde la mayor inocencia inicial hasta el egoísmo más puro del final, y un Xavier Dolan, que ofrece su mejor papel interpretativo con un personaje comedido y afable muy alejado del tono que acostumbra a mostrar en sus propias películas.
Después de dos días con una Sección Oficial en horas bajas hoy hemos tenido una agradable sorpresa gracias a Fernando León de Aranoa y Javier Bardem. Os lo cuento en el próximo artículo. Hasta entonces, nos vemos en los cines.