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Zinemaldia 2018. Resumen I. Repaso al Palmarés Oficial
Carlos Fernández, 02/10/2018
No queríamos que llegase, pero un año más terminó el Festival de Cine de San Sebastián. Ha sido una edición cargada de buenas y muy buenas películas en todas las secciones paralelas, desde la ya sabida Perlas hasta una sección que año a año va creciendo en importancia con propuestas más arriesgadas, como es Zabaltegi, donde conviven películas de cuatro horas con cortometrajes, lo que la convierte en la sección más estimulante para los cinéfilos más inquietos.
Este año los consumidores de cine alternativo y al margen de propuestas más comerciales habrán visto la Sección Oficial con una amplia sonrisa, pues en esta 66 edición hemos asistido a la que, sin ninguna duda, ha sido la competición más estimulante, diferente y polarizada en años.
El mayor mérito de la selección ha sido juntar un buen puñado de títulos que no han dejado indiferentes a los espectadores, generando debate y acalorados corrillos entre los defensores y detractores de los diferentes títulos. Por eso es curioso (o entendible, si se quiere evitar el debate) que, con una Sección Oficial tan animada, al final el jurado haya optado por un palmarés de consenso donde, a pesar de las preferencias y gustos de cada uno, los premios han sido aplaudidos por la mayoría y pocas voces se han alzado discutiéndolo.
De Concha a Concha
Hace 12 años, Isaki Lacuesta presentó al mundo La Leyenda del Tiempo, una película que rompía la línea entre la ficción y el documental. En ella se nos contaba la historia de Isra, un niño gitano que había dejado de cantar tras la muerte de su padre. Allí conocíamos su primer amor y la relación con su familia y su hermano Cheito.
Tras más de una década, en Entre dos aguas volvemos a rencontrarnos con Isra y Cheito, cada uno nadando en una orilla de la vida: mientras el primero se mueve en la incertidumbre, los trapicheos de droga o la venta de chatarra para poder vivir al día, sin saber lo que le deparará el mañana, Cheito tiene su trabajo como panadero en un barco de la armada, sus sueños de futuro y, a pesar de ciertos problemas económicos, la estabilidad predomina en su vida.
Lacuesta repite la fórmula de su anterior film y nos vuelve a hacer dudar de si estamos asistiendo a un documental ficcionado o a una ficción documentalizada, profundizando y haciendo más explícitos temas que en la anterior pasaban de puntillas, como la ausencia del padre, los episodios violentos de los que Israel fue testigo cuando era pequeño y, sobre todo, se habla sin tapujos de la muerte y de la vida, de luchar por ella o sentirse derrotado por ella. Quizás, como dice la canción, ‘vivir es lo más peligroso que tiene la vida’. En este acercamiento lleno de sensibilidad, el director catalán decide no intervenir, ni pretende redimir a unos personajes a los que sigue en su lucha por salir adelante en la vida hasta las últimas consecuencias, como demuestra el plano que cierra la película. En él volvemos a ver a Isra en la misma imagen que doce años antes, y es que, a pesar de todo el tiempo transcurrido, él sigue en la misma situación, sin tener un futuro claro a la vista.
Todo al Rojo
Rojo empieza con un plano fijo desde fuera de una casa mientras gente entra y sale de ella llevándose todo lo que hay en su interior, que sirve como metáfora de la situación de Argentina en 1975 antes del golpe de estado, y como presagio de lo que iba a hacer la propia película con el palmarés de la edición. Hasta tres premios llevan el nombre del último trabajo del director Benjamín Naishtat, quien recibió el premio al Mejor Director.
Estamos ante una película difícil de definir: podría ser un western de cine negro, un thriller, una historia de secretos y medias verdades, una comedia negra... Lo cierto es que se mueve con soltura por todos los terrenos que transita y que tiene uno de los mejores inicios de película que hemos visto en mucho tiempo, por lo impactante, extraño e inclasificable de las acciones que suceden, y que ya colocan al espectador dentro de ese ambiente enrarecido que impregna la cinta y que te mantiene atento por saber que será lo siguiente en suceder.
Con una estética visual marcada por los años en los que se basa la historia, donde destacan los dobles enfoques y sobre todo el uso de zooms para remarcar objetos o personas en determinados momentos, que le valieron a Pedro Sotero el premio a la Mejor Fotografía, la cinta habla de una sociedad podrida, cobarde e impasible que prefiere mirar para otro lado antes que enfrentarse a lo que vendrá. El papel de esa sociedad queda perfectamente reflejado en Darío Grandinetti (premio al Mejor Actor), que vuelve a mostrarnos a un hombre tranquilo con secretos que deberá tener a buen recaudo.
Tras un visionado que me dejó descolocado, tengo que reconocer que la película gana enteros cuando se conoce un poco más de la situación política de Argentina en aquellos años, ya que permite captar metáforas y referencias que ayudan a darle una segunda lectura y mayor profundidad a todo el relato, lo que le hace ganar enteros con el paso de los días. Habrá que ver si alguna distribuidora se hace con ella para poderla revisarla en breve.
Premios de contrastes
Es curioso cómo en un palmarés de consenso también ha habido lugar para galardonar los extremos. Si hablábamos de Grandinetti por su contenida actuación de hombre normal, la Concha de Plata a la Mejor Actriz fue a parar a manos de Pia Tjelta por su papel en Blind spot, en donde interpreta a una madre que ve cómo su hija intenta suicidarse saltando por la ventana.
La película es un plano secuencia de 90 minutos de duración. Durante los primeros 30 asistimos a un paseo de la hija volviendo a casa después del entrenamiento de balonmano, y en ese momento todo el peso de la película cae en Pia, quien consigue trasladar al espectador toda la angustia, la pena y el desconcierto al no entender las razones que han llevado a su hija a intentar suicidarse. Todo potenciado por el plano secuencia, que no nos permite un segundo de respiro y nos hace sentir todavía más conectados con la familia. Tuva Novotny dirige con riesgo por esa decisión estilística, que si bien para mí es totalmente coherente con lo que nos quiere contar, fueron algunas las voces que se oyeron en contra de esta decisión.
Blind spot sirve para concienciar sobre cómo el suicidio afecta no solo a quién decide llevarlo a cabo, sino también a las personas que le rodean. Lo hace de una forma muy realista, sin buscar culpables, promoviendo el tratamiento preventivo y poniendo además sobre la mesa un problema real: que no tiene por qué haber unos signos claros de estar pasando una depresión u otra enfermedad psicológica para que una persona decida quitarse la vida. Una muy recomendable película para pasar 60 minutos de auténtica tensión.
Pero no solo hubo extremos en los premios actorales. En el de Mejor Guion se premiaron ex-aequo dos propuestas (de las ya hablamos en sus respectivos artículos) muy diferentes, por un lado Paul Laverty por el biópic de manual de Yuli, y por otra la mezcla de géneros y líos amorosos de Louis Garrel y Jean-Claude Carrière en la fantástica Un hombre fiel.
Para el que esto escribe, hubiese preferido algo más de riesgo en alguna de las categorías, apostando por películas más estimulantes y, quizás, polémicas, pero reconozco que no es un mal palmarés.
En el próximo artículo repasaremos las dos películas ganadoras en las secciones de New Directors y Horizontes Latinos y destacaremos los 5 mejores momentos del festival. Hasta entonces (y todavía recuperando el cansancio acumulado), nos vemos en los cines.
(más fotos en la galería de fotos del Festival de San Sebastián 20181)
Carlos Fernández
Este año los consumidores de cine alternativo y al margen de propuestas más comerciales habrán visto la Sección Oficial con una amplia sonrisa, pues en esta 66 edición hemos asistido a la que, sin ninguna duda, ha sido la competición más estimulante, diferente y polarizada en años.
El mayor mérito de la selección ha sido juntar un buen puñado de títulos que no han dejado indiferentes a los espectadores, generando debate y acalorados corrillos entre los defensores y detractores de los diferentes títulos. Por eso es curioso (o entendible, si se quiere evitar el debate) que, con una Sección Oficial tan animada, al final el jurado haya optado por un palmarés de consenso donde, a pesar de las preferencias y gustos de cada uno, los premios han sido aplaudidos por la mayoría y pocas voces se han alzado discutiéndolo.
De Concha a Concha
Hace 12 años, Isaki Lacuesta presentó al mundo La Leyenda del Tiempo, una película que rompía la línea entre la ficción y el documental. En ella se nos contaba la historia de Isra, un niño gitano que había dejado de cantar tras la muerte de su padre. Allí conocíamos su primer amor y la relación con su familia y su hermano Cheito.
Tras más de una década, en Entre dos aguas volvemos a rencontrarnos con Isra y Cheito, cada uno nadando en una orilla de la vida: mientras el primero se mueve en la incertidumbre, los trapicheos de droga o la venta de chatarra para poder vivir al día, sin saber lo que le deparará el mañana, Cheito tiene su trabajo como panadero en un barco de la armada, sus sueños de futuro y, a pesar de ciertos problemas económicos, la estabilidad predomina en su vida.
Lacuesta repite la fórmula de su anterior film y nos vuelve a hacer dudar de si estamos asistiendo a un documental ficcionado o a una ficción documentalizada, profundizando y haciendo más explícitos temas que en la anterior pasaban de puntillas, como la ausencia del padre, los episodios violentos de los que Israel fue testigo cuando era pequeño y, sobre todo, se habla sin tapujos de la muerte y de la vida, de luchar por ella o sentirse derrotado por ella. Quizás, como dice la canción, ‘vivir es lo más peligroso que tiene la vida’. En este acercamiento lleno de sensibilidad, el director catalán decide no intervenir, ni pretende redimir a unos personajes a los que sigue en su lucha por salir adelante en la vida hasta las últimas consecuencias, como demuestra el plano que cierra la película. En él volvemos a ver a Isra en la misma imagen que doce años antes, y es que, a pesar de todo el tiempo transcurrido, él sigue en la misma situación, sin tener un futuro claro a la vista.
Todo al Rojo
Rojo empieza con un plano fijo desde fuera de una casa mientras gente entra y sale de ella llevándose todo lo que hay en su interior, que sirve como metáfora de la situación de Argentina en 1975 antes del golpe de estado, y como presagio de lo que iba a hacer la propia película con el palmarés de la edición. Hasta tres premios llevan el nombre del último trabajo del director Benjamín Naishtat, quien recibió el premio al Mejor Director.
Estamos ante una película difícil de definir: podría ser un western de cine negro, un thriller, una historia de secretos y medias verdades, una comedia negra... Lo cierto es que se mueve con soltura por todos los terrenos que transita y que tiene uno de los mejores inicios de película que hemos visto en mucho tiempo, por lo impactante, extraño e inclasificable de las acciones que suceden, y que ya colocan al espectador dentro de ese ambiente enrarecido que impregna la cinta y que te mantiene atento por saber que será lo siguiente en suceder.
Con una estética visual marcada por los años en los que se basa la historia, donde destacan los dobles enfoques y sobre todo el uso de zooms para remarcar objetos o personas en determinados momentos, que le valieron a Pedro Sotero el premio a la Mejor Fotografía, la cinta habla de una sociedad podrida, cobarde e impasible que prefiere mirar para otro lado antes que enfrentarse a lo que vendrá. El papel de esa sociedad queda perfectamente reflejado en Darío Grandinetti (premio al Mejor Actor), que vuelve a mostrarnos a un hombre tranquilo con secretos que deberá tener a buen recaudo.
Tras un visionado que me dejó descolocado, tengo que reconocer que la película gana enteros cuando se conoce un poco más de la situación política de Argentina en aquellos años, ya que permite captar metáforas y referencias que ayudan a darle una segunda lectura y mayor profundidad a todo el relato, lo que le hace ganar enteros con el paso de los días. Habrá que ver si alguna distribuidora se hace con ella para poderla revisarla en breve.
Premios de contrastes
Es curioso cómo en un palmarés de consenso también ha habido lugar para galardonar los extremos. Si hablábamos de Grandinetti por su contenida actuación de hombre normal, la Concha de Plata a la Mejor Actriz fue a parar a manos de Pia Tjelta por su papel en Blind spot, en donde interpreta a una madre que ve cómo su hija intenta suicidarse saltando por la ventana.
La película es un plano secuencia de 90 minutos de duración. Durante los primeros 30 asistimos a un paseo de la hija volviendo a casa después del entrenamiento de balonmano, y en ese momento todo el peso de la película cae en Pia, quien consigue trasladar al espectador toda la angustia, la pena y el desconcierto al no entender las razones que han llevado a su hija a intentar suicidarse. Todo potenciado por el plano secuencia, que no nos permite un segundo de respiro y nos hace sentir todavía más conectados con la familia. Tuva Novotny dirige con riesgo por esa decisión estilística, que si bien para mí es totalmente coherente con lo que nos quiere contar, fueron algunas las voces que se oyeron en contra de esta decisión.
Blind spot sirve para concienciar sobre cómo el suicidio afecta no solo a quién decide llevarlo a cabo, sino también a las personas que le rodean. Lo hace de una forma muy realista, sin buscar culpables, promoviendo el tratamiento preventivo y poniendo además sobre la mesa un problema real: que no tiene por qué haber unos signos claros de estar pasando una depresión u otra enfermedad psicológica para que una persona decida quitarse la vida. Una muy recomendable película para pasar 60 minutos de auténtica tensión.
Pero no solo hubo extremos en los premios actorales. En el de Mejor Guion se premiaron ex-aequo dos propuestas (de las ya hablamos en sus respectivos artículos) muy diferentes, por un lado Paul Laverty por el biópic de manual de Yuli, y por otra la mezcla de géneros y líos amorosos de Louis Garrel y Jean-Claude Carrière en la fantástica Un hombre fiel.
Para el que esto escribe, hubiese preferido algo más de riesgo en alguna de las categorías, apostando por películas más estimulantes y, quizás, polémicas, pero reconozco que no es un mal palmarés.
En el próximo artículo repasaremos las dos películas ganadoras en las secciones de New Directors y Horizontes Latinos y destacaremos los 5 mejores momentos del festival. Hasta entonces (y todavía recuperando el cansancio acumulado), nos vemos en los cines.
(más fotos en la galería de fotos del Festival de San Sebastián 20181)
Carlos Fernández