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Zinemaldia 2018 (2). Entre sectas y líos de pareja

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Carlos Fernández, 22/09/2018

Ahora ya podemos decir que la 66 edición del Festival de Cine de San Sebastián ha echado a andar. Mientras escribo estas líneas el Kursaal está despidiendo con aplausos El amor menos pensado, los más sedientos de fiesta, alcohol y famoseo (que hayan tenido la suerte de ser invitados) estarán disfrutando de la fiesta de inauguración en el Museo de San Telmo, y el resto seguramente estén delante de sus ordenadores intentando plasmar en palabras lo que han visto durante el día. Una jornada que, a medida que avanzaba, iba empeorando en lo meteorológico pero mejorando en calidad cinematográfica. Aunque mejorar la segunda película a competición de este Zinemaldia no iba a ser tarea difícil.
Infidelidades, religión y otras cosas del montón.
Simon Jaquemet volvía al festival tras competir en 2014 en la sección Nuev@s Director@s con Chrieg. Para su ascenso a la categoría reina del festival, el directo suizo nos trae la historia de Ruth, trabajadora de un laboratorio de investigación en neurociencia a pesar de ser miembro de una familia cristiana extremadamente tradicionalista y conservadora. Repentinamente se verá enfrentada con su pasado cuando reaparece su antiguo amante tras haber estado 20 años en la cárcel, lo que la llevará a cuestionarse sus sentimientos, su vida y, pronto, su fe.

Si alguien alguna vez se pregunta qué tipo de películas se proyectan en un festival de cine se le podría poner The Innocent, una cinta hecha con la plantilla (defectuosa en este caso) para estar en competición: una historia dramática, un personaje potente (Judith Hofmann es la primera candidata al premio a mejor actriz), una dirección con muchos planos de la nuca de los personajes, un montaje que potencia la dureza del relato y casi lo tenemos. Además, en esta ocasión añadimos elementos de fanatismo religioso, pérdida de fe, la eterna lucha de ciencia frente a religión y algunas pinceladas de terror.
En toda esta amalgama de elementos hay momentos en que la película funciona muy bien y que convierten la historia, después de un arranque lento, en algo muy interesante, sobre todo cuando abraza elementos más propios del cine fantástico o el terror que del drama de secta. La trama de los fanáticos religiosos y la propia lucha interna de personaje de Ruth, que acaban derivando en una especie de exorcismo y un posterior, y metafórico, descenso a los infiernos, tienen mucha pegada y provocan verdadera angustia en el espectador. Es una pena que todos esos elementos se vean lastrados por un inicio lento y sobre todo diluidos en una historia errática en la que existen más líneas argumentales de las realmente necesarias. Una de ellas existe para justificar un muy bonito pero fallido plano final que ha provocado las risas incómodas de los asistentes.
El silencio y la espantada general tras la proyección han sido una reacción mucho más amable que los comentarios escuchados en los corrillos mientras esperábamos a la tercera película a competición.

Louis Garrel opta por la comedia para salir triunfante de los enredos amorosos.
Si de momento tuviésemos que hacer la ronda de 'minuto y resultado' con el tema más tratado durante lo que llevamos de festival, las relaciones de pareja ganarían por goleada. Además, con la particularidad de tratarse más desde la comedia que desde el drama, aunque en Un Hombre Fiel, Louis Garrel ha decidido mezclar tantos géneros como implicados hay en la historia, dejando claro desde el primer minuto cuál es el tono y ritmo que nos espera en esta montaña rusa de emociones y sentimientos con tantos cambios de sentido que, por momentos, consigue descolocar para en la frase siguiente sacarte una sonrisa.
Marianne abandona a Abel por Paul, su mejor amigo y padre del hijo que espera. Ocho años después, Paul fallece. Abel y Marianne vuelven a estar juntos, lo que provoca los celos tanto del hijo de Marianne, Joseph, como de la hermana de Paul, Eva, secretamente enamorada de Abel desde su infancia.
Después de leer la sinopsis es difícil saber cómo saldrá Garrel airoso de tal enredo, pero lo hace de una forma tan natural que tras ver la película parece la única posible. En vez de optar por quedarse en un drama difícilmente creíble, construye una comedia por momentos disparatada pero en la que las reacciones de los protagonistas son perfectamente creíbles (vernos reflejados en las tonterías que se hacen por amor juega a favor de la cinta).

Si quieres que este tipo de película funcione bien, realizándola en Francia y firmándola con el apellido Garrel tienes mucho ganado. El director y actor parece que ha aprendido a no tomarse muy en serio, y esa ligereza y soltura se ven reflejadas en su actuación y sobre todo en su dirección, donde vuelve a demostrar que respeta a los maestros del cine francés, consiguiendo momentos y escenas que podría haber firmado el mismísimo Truffaut.
A todo lo anterior le añadimos que se ha rodeado de dos actrices que cumplen de forma notable con su papel (sobre todo, por la naturalidad que desprende, Laetitia Casta) y de una autentica revelación como el joven Joseph Engels, un auténtico roba-planos que consigue hacerse con cada una de las escenas que aparece.
Muchos aplausos para la primera película con posibilidades serías de llevarse algún premio, sobre todo en el apartado de guión.
En el próximo artículo seguiremos hablando de relaciones con la maravillosa Las Herederas, que ya triunfó en el Festival de Berlín, y de la corrupción política o cómo huir cuando te trincan en la potentísima El Reino, pero hasta entonces, nos vemos en los cines.
Carlos Fernández
(más fotos en la galería de fotos del Festival de San Sebastián 2018)
Fotos:Inés Barreda