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Oscar 2005: la ceremonia
Irulan, 28/02/2005
La noche de los Oscars es mucho más que una simple entrega de premios. Es La Noche del Cine, y La Noche de la moda. De repente miles de ojos de todo el planeta miran al Kodak Theatre, esperando saber quiénes son los “mejores” del mundo del cine, quienes son las estrellas consagradas y las nuevas estrellas, quiénes poseen los rostros que más veremos este año, quiénes son los más bellos. La alfombra roja se convierte en algo más que una entrada, es la gran pasarela de moda: los diseñadores se rifan a las actrices y se contrata a una persona cuyo único cometido será el de coordinar esos trajes, para que todos vayan acorde con la ceremonia y no haya nadie que repita. Aunque también es cierto que este año ha habido mucha uniformidad: elegantes esmóquines para ellos (no podía ser de otra manera) y vestidos sencillos para ellas, casi todas con escote palabra de honor y falda de corte de sirena, adornadas por joyas sencillas pero bonitas (ya fueran en forma de collar, tiara o pendientes largos) y con un maquillaje donde reinaron los tonos pastel.







No hacía falta ver el traje de Cate Blanchett (merecidísima ganadora al premio de Mejor Actriz Secundaria) para saber que ella iba a ser la más elegante. Y la más atrevida, al escoger para su extraordinario modelo un color tan difícil como el amarillo. Eso sí, con un tono bastante apagado y en una tela con brillos tornasolados de carácter tostado. Además combinó este traje con un cinturón oscuro y un broche muy favorecedores, así como su sencillo peinado. Simplemente genial. Aparte de ella iban más que elegantes Kirsten Dunst (de negro, con encaje en el escote y mi peinado favorito de la noche) y la nominada Natalie Portman (de estilo helénico y con una tiara preciosa en su pelo, mucho más acertada que en los Globos de Oro). También destacaron, de azul, Kate Winslet (muy en su línea, muy sencilla) y la ganadora Hilary Swank (con un vestido de original corte y vertiginosa espalda), así como Annette Bening, de negro, la bellísima Scarlett Johansson (que luce como nadie la barra de labios roja), la colombiana Catalina Sandino Moreno y una recuperadísima Drew Barrymore (precioso su peinado y el vuelo de su falda). Renée Zellweger también fue de las más elegantes, con un look muy “Blancanieves” (su piel, clarísima, haciendo contraste con el rojo oscuro de su vestido y el castaño de su pelo), así como Sandy Powell, ganadora al Oscar al Mejor Vestuario, con un traje verde delicioso y además protagonista de quizá la mejor presentación de la noche (con el guiño a “Los Increíbles”). Entre ellos, destacaron como muy elegantes Clive Owen, Pierce Brosnan, Leonardo DiCaprio, Alexander Payne y Jake Gyllenhaal, todos más que correctos.







Y si Cate Blanchett demostraba que con su porte hasta el amarillo es un color glamouroso, Penélope Cruz nos hacía ver que también puede sentar rematadamente mal (sobre todo si no se sabe llevar). Su traje, de un tono bastante feo y un lazo enorme en el trasero (por decirlo de alguna manera) fue de lo más soso de la noche. Como el de su compañera presentadora, Salma Hayek, con exceso de maquillaje. Eso sí, si alguien merece el premio a La Más Hortera ésta es Beyoncé Knowles, de la que tuvimos que soportar tres modelitos (uno por cada canción que interpretó): el primero, en tonos chillones con unos brillos espantosos en el cuerpo, resultó una malísima elección para unos premios (a lo mejor para ir de picnic al campo está bien...); el segundo igual de feo, inspirado en “Desayuno con Diamantes” (aunque debería decirse “Diamantes con Desayuno”, porque llevaba unos pedruscos enormes y horrorosos); y el tercero, el de los brillos plateados, parecía sacado del armario de Mariah Carey (y con eso digo todo). Tampoco me parecieron muy acertadas Gwyneth Paltrow y Laura Linney. No es que sus trajes fueran feos, pero eligieron unas tonalidades demasiado parecidas a las de sus colores de piel y cabello, y resultaban terriblemente sosas (si mirabas la televisión con los ojos entornados apenas veías manchitas de tonos pastel). Entre ellos hubo mucho hortera también: el premio se lo llevaría Robin Williams, con un traje de levita que le sentaba francamente mal (y encima con una camisa rosa fucsia). También chirriaron el cantante de Counting Crows (cuyo pelo parecía el del Actor Secundario Bob), Johnny Depp (cual Ramón Valle Inclán, bohemio como él solo), Prince (vestido de él mismo) o Spike Lee (al que encima se enfocó muchísimo durante la noche).

En cuanto a la ceremonia en sí, este año estaba presentada por alguien nuevo: Chris Rock, un humorista muy conocido en los EE.UU. y protagonista de muchas películas de dudosa (dudosísima) calidad. Iba vestido bastante bien (curioso detalle el de la corbata blanca), pero en general no tuvo mucha gracia (aparte de gritar en exceso), aunque su discurso inaugural fue verdaderamente mordaz, y propició una de las curiosidades de la noche, al meterse con Jude Law (a quien luego defendería Sean Penn al presentar el premio a la Mejor Actriz). También sorprendió el decorado de la gala, francamente feo, heredero de los años setenta más rancios. Y las escenografías creadas para los números musicales tuvieron igualmente muy mal gusto. Fue también curioso en este sentido el “discurso” de Jorge Drexler (ganador a la Mejor Canción Original por su tema de “Diarios de Motocicleta”), en el que simplemente se limitó a cantar ese tema que no le dejaron interpretar en el escenario.

En cuanto a la duración del evento, este año se debieron de batir records, pero en el sentido opuesto al habitual: sólo tuvimos tres horas de Oscars. Claro, que si se ganó tiempo así fue gracias a ese sistema donde en los premios técnicos los nominados ya estaban en el escenario o el premio mismo se entregaba en la platea. Para esta que escribe éstos resultaron gestos muy feos para con los nominados en esas categorías, porque era un poco como si la Academia nos dijera que existen premios de segunda y de primera categoría. En fin, cosas de Gil Cates.
Finalmente, comentar que si algo se notó anoche fueron las ausencias. Ya fuera de los ganadores del año pasado (¿qué pasó con el equipo de “El Señor de los Anillos”? sólo vimos a Orlando Bloom), grandes figuras (Steven Spielberg, Tom Hanks, Harrison Ford, Robert De Niro, Jack Nicholson...) o estrellas más recientes (el mencionado Jude Law, Julianne Moore, Adrien Brody, Naomi Watts...).
No hacía falta ver el traje de Cate Blanchett (merecidísima ganadora al premio de Mejor Actriz Secundaria) para saber que ella iba a ser la más elegante. Y la más atrevida, al escoger para su extraordinario modelo un color tan difícil como el amarillo. Eso sí, con un tono bastante apagado y en una tela con brillos tornasolados de carácter tostado. Además combinó este traje con un cinturón oscuro y un broche muy favorecedores, así como su sencillo peinado. Simplemente genial. Aparte de ella iban más que elegantes Kirsten Dunst (de negro, con encaje en el escote y mi peinado favorito de la noche) y la nominada Natalie Portman (de estilo helénico y con una tiara preciosa en su pelo, mucho más acertada que en los Globos de Oro). También destacaron, de azul, Kate Winslet (muy en su línea, muy sencilla) y la ganadora Hilary Swank (con un vestido de original corte y vertiginosa espalda), así como Annette Bening, de negro, la bellísima Scarlett Johansson (que luce como nadie la barra de labios roja), la colombiana Catalina Sandino Moreno y una recuperadísima Drew Barrymore (precioso su peinado y el vuelo de su falda). Renée Zellweger también fue de las más elegantes, con un look muy “Blancanieves” (su piel, clarísima, haciendo contraste con el rojo oscuro de su vestido y el castaño de su pelo), así como Sandy Powell, ganadora al Oscar al Mejor Vestuario, con un traje verde delicioso y además protagonista de quizá la mejor presentación de la noche (con el guiño a “Los Increíbles”). Entre ellos, destacaron como muy elegantes Clive Owen, Pierce Brosnan, Leonardo DiCaprio, Alexander Payne y Jake Gyllenhaal, todos más que correctos.
Y si Cate Blanchett demostraba que con su porte hasta el amarillo es un color glamouroso, Penélope Cruz nos hacía ver que también puede sentar rematadamente mal (sobre todo si no se sabe llevar). Su traje, de un tono bastante feo y un lazo enorme en el trasero (por decirlo de alguna manera) fue de lo más soso de la noche. Como el de su compañera presentadora, Salma Hayek, con exceso de maquillaje. Eso sí, si alguien merece el premio a La Más Hortera ésta es Beyoncé Knowles, de la que tuvimos que soportar tres modelitos (uno por cada canción que interpretó): el primero, en tonos chillones con unos brillos espantosos en el cuerpo, resultó una malísima elección para unos premios (a lo mejor para ir de picnic al campo está bien...); el segundo igual de feo, inspirado en “Desayuno con Diamantes” (aunque debería decirse “Diamantes con Desayuno”, porque llevaba unos pedruscos enormes y horrorosos); y el tercero, el de los brillos plateados, parecía sacado del armario de Mariah Carey (y con eso digo todo). Tampoco me parecieron muy acertadas Gwyneth Paltrow y Laura Linney. No es que sus trajes fueran feos, pero eligieron unas tonalidades demasiado parecidas a las de sus colores de piel y cabello, y resultaban terriblemente sosas (si mirabas la televisión con los ojos entornados apenas veías manchitas de tonos pastel). Entre ellos hubo mucho hortera también: el premio se lo llevaría Robin Williams, con un traje de levita que le sentaba francamente mal (y encima con una camisa rosa fucsia). También chirriaron el cantante de Counting Crows (cuyo pelo parecía el del Actor Secundario Bob), Johnny Depp (cual Ramón Valle Inclán, bohemio como él solo), Prince (vestido de él mismo) o Spike Lee (al que encima se enfocó muchísimo durante la noche).
En cuanto a la ceremonia en sí, este año estaba presentada por alguien nuevo: Chris Rock, un humorista muy conocido en los EE.UU. y protagonista de muchas películas de dudosa (dudosísima) calidad. Iba vestido bastante bien (curioso detalle el de la corbata blanca), pero en general no tuvo mucha gracia (aparte de gritar en exceso), aunque su discurso inaugural fue verdaderamente mordaz, y propició una de las curiosidades de la noche, al meterse con Jude Law (a quien luego defendería Sean Penn al presentar el premio a la Mejor Actriz). También sorprendió el decorado de la gala, francamente feo, heredero de los años setenta más rancios. Y las escenografías creadas para los números musicales tuvieron igualmente muy mal gusto. Fue también curioso en este sentido el “discurso” de Jorge Drexler (ganador a la Mejor Canción Original por su tema de “Diarios de Motocicleta”), en el que simplemente se limitó a cantar ese tema que no le dejaron interpretar en el escenario.
En cuanto a la duración del evento, este año se debieron de batir records, pero en el sentido opuesto al habitual: sólo tuvimos tres horas de Oscars. Claro, que si se ganó tiempo así fue gracias a ese sistema donde en los premios técnicos los nominados ya estaban en el escenario o el premio mismo se entregaba en la platea. Para esta que escribe éstos resultaron gestos muy feos para con los nominados en esas categorías, porque era un poco como si la Academia nos dijera que existen premios de segunda y de primera categoría. En fin, cosas de Gil Cates.
Finalmente, comentar que si algo se notó anoche fueron las ausencias. Ya fuera de los ganadores del año pasado (¿qué pasó con el equipo de “El Señor de los Anillos”? sólo vimos a Orlando Bloom), grandes figuras (Steven Spielberg, Tom Hanks, Harrison Ford, Robert De Niro, Jack Nicholson...) o estrellas más recientes (el mencionado Jude Law, Julianne Moore, Adrien Brody, Naomi Watts...).