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ESPECIAL El Chico. La maestría de la comedia y el melodrama.
Sergio Roma, 04/03/2021
Es realmente asombroso (y fascinante) que una película cumpla nada más y nada menos que cien años y se mantenga con tanta frescura, contenga tantos matices de universalidad, y además se siga considerando una verdadera obra maestra en términos generales.
El Chico cumple cien años desde su estreno. Y sigue emocionando, haciendo reír, maravillando... Sigue siendo una obra única e imprescindible para cualquier amante del cine.
Con motivo de este aniversario y de su reestreno en 89 pantallas de cine de toda España, en una versión restaurada en 4K, se nos ofrece una oportunidad única para hacer un repaso de esta pequeña joya del cine, y un correspondiente análisis crítico, con la complejidad que ello pueda suponer tantos años después.
Efectivamente El Chico se estrenó en el año 1921. Para entonces Charles Chaplin ya era ampliamente conocido en el mundo del cine gracias a sus maravillosos cortometrajes en los que el personaje de Charlot (como se dio a conocer en Francia y España) ya estaba ampliamente estructurado y tenía todos los elementos que le habían llevado a ser un personaje popular y de éxito.
A pesar de esto, El Chico fue toda una agradable sorpresa, dado que a la magia del personaje se unía una magnífica historia, creada por el propio Chaplin y unas maravillosas interpretaciones de la pareja protagonista, también el propio Chaplin, y el legendario Jackie Coogan, el que fue sin duda alguna la primera estrella infantil de la historia del cine y el único que probablemente haya sido capaz de hacer sombra en algunos momentos, y estar a la altura en otros, del mítico Charlot.
Como tantas otras veces se repetiría posteriormente con otros actores, la vida de Jackie Coogan posterior a este éxito no fue precisamente un camino de rosas. A pesar de haber ganado mucho dinero por esta película (alrededor de un millón de dólares) cuando cumplió 18 años apenas tenía nada, su madre se lo había gastado todo, y comenzó a ser un juguete roto, con pocas apariciones en pantallas, muriendo a los 69 años de una enfermedad cardíaca y con poca repercusión en el mundo del cine.
Se da la circunstancia que en esta película hay además mucho de la vida personal del propio Chaplin, de su infancia, de la relación con su madre…Chaplin se implica personalmente en la historia hasta ofrecer un pedazo de su alma más íntima y un pequeño retazo de su vida y de sus sentimientos. Se inspiró en la crudeza de su propia infancia y también en la reciente muerte de su hijo, que tuvo con la actriz Mildred Harris, que había nacido de manera prematura, muriendo a las pocas horas de nacer, lo cual tuvo que ser una tragedia importante, que sin duda influiría mucho a la hora de realizar este film.
El Chico es una película universal, para la que no pasa el tiempo, el cual incluso la hace más grande cada vez. Una película que supone un gozo revisarla y que además nos depara siempre nuevas sensaciones con cada nuevo visionado.
LA PELICULA
El Chico
La gran virtud de esta grandísima película radica, entre otras muchas cosas que veremos más adelante, en la habilidad de combinar a la perfección comedia y drama, como pocos han sabido hacerlo nunca, y en este clima tan complicado de fusionar, Charles Chaplin, que dirige, escribe y protagoniza la película, se mueve en esta película con enorme habilidad y con enorme talento, de manera que hay cabida para la risa y para la lágrima a partes iguales, tal y como anticipa en su primer título/prólogo al comenzar el film: “Una película con una sonrisa, y quizás una lágrima”. Toda una sincera declaración de intenciones que no defraudará en absoluto.
El drama lo encontramos en varios pasajes de la película: una madre que tiene que abandonar a su hijo, un hijo que tiene que vivir la pobreza y sin madre, un vagabundo que tiene que luchar porque no le quiten a su hijo…Suficientes elementos para que la película sea contundente, y con muchos momentos de emoción, consecuencia de los acontecimientos que se van sucediendo.
Una madre -soltera- tiene que abandonar, con todo el dolor de su corazón a su bebé recién nacido. El azar hará que tras varios rechazos (bastante cómicos a pesar de la seriedad del asunto) acabe viviendo con un vagabundo que en seguida identificaremos con Charlot. A partir de ese momento, el destino del chico (John) estará escrito, y se dedicará al pillaje junto a su padre para poder llevar algo de comida a casa, realizando pequeñas “estafas urbanas” en torno a los cristales de las casas. Hasta que un día se pone enfermo, y comienza la tragedia…
Conocemos poco de la vida de la mujer que tiene que abandonar a su hijo, aunque los pocos destellos que Chaplin nos muestra nos permiten entender a la perfección que tras ese abandono se encuentran los perjuicios sociales de la época, el drama de las mujeres solteras que tenían un hijo, y sobre todo el dolor de una madre que tiene que abandonar a lo que más quiere en el mundo: “su único pecado, la maternidad”. Ese dolor estará brillantemente reflejado en los primeros compases de la película (paseos matutinos, miradas al cielo) y también en momentos posteriores de la película (cogiendo a un bebé en brazos), donde el destino cruzará los caminos de una madre y un hijo. Un hilo invisible que siempre existirá entre ambos y que Chaplin nos muestra con maestría (con planos sensacionales, como uno en el que ella va marchándose y el chico al fondo). En este contexto la película contiene una certera crítica social, y nos muestra una película adelantada a su época (como tantas otras veces sucede con el cine de Chaplin) en cuanto a los derechos de la mujer, en este caso como madre soltera.
Pasan los años, y la vida transcurre, a pesar de las dificultades, con bastante felicidad entre ambos, algo que se transmite con claridad en las escenas dentro de la casa, con ambos preparando la comida, o en la mesa comiendo. Fraternidad, emoción y mucho humor, que nunca abandona el film a pesar de lo que se está contando. Hechos cotidianos que paradójicamente contienen arte. En estas escenas, la química entre padre e hijo, entre Chaplin y Jackie Coogan es extraordinaria. Coogan contiene una fuerza expresiva no vista anteriormente en un personaje infantil y Chaplin sabe sacar todo el provecho de ello, con escenas tiernas y cómicas donde se refleja sobre todo el gran amor que existe entre ambos.
La comedia también la tendremos en escenas urbanas (con un pretendidamente ridículo “forzudo”), con policía incluido y en la manera que tiene Charlot de resolver los conflictos, que nos recuerda a muchos cortos vistos anteriormente. Porque, aunque la historia es dramática, desde el mismo momento que vemos aparecer a Charlot, la manera en la que intenta deshacerse del niño o su propia convivencia con él, sabemos que nos vamos a reír. Sabemos que, a pesar de todo, la diversión está asegurada.
La lucha de Charlot para no le quiten a su hijo supondrá el mayor drama de la película. Son estos momentos donde Chaplin apuesta por la mayor carga emocional, convencido a su vez de la fuerza expresiva de Coogan y en una narración fascinante de un hecho cruel.
Las imágenes tiernas se suceden, sin caer nunca en el recurso fácil y en la escena excesivamente melodramática. Todo bien medido y bien realizado para mantener al espectador en vilo.
Cuando Chaplin ya tiene completamente atrapado al espectador, nos sorprende en el tramo final con un maravilloso mundo onírico, con efectos especiales novedosos para la época, donde el surrealismo asoma por la puerta, también de manera brillante y donde una historia de ángeles con celos, pasión, pecados, seducción, sirve como broche perfecto a una película que también resulta perfecta.
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En el año 2011, la película fue considerada “cultural, histórica y estéticamente significativa” por la Biblioteca del Congreso de Estados Unidos y seleccionada para su conservación en el National Film Registry. Aunque sin duda alguna, el mayor premio que recibe, año tras año, es el reconocimiento por cada una de las generaciones que se acercan a ella y la reciben de la misma manera positiva.
Tanto para el espectador que la revisa después de algunos años, como para el que la ve por primera vez, ]El Chico tiene la capacidad de atraparle. Es una película que no puede dejar indiferente. Que indigna, emociona, divierte, y nos muestra el cine con mayúsculas, el cine que, transcurridos cien años, sigue demostrando ser un rincón para soñar, y también para reflexionar.
PD- Si has visto reciéntemente la película, o la recuerdas de cuando la viste, o te ha surgido la curiosidad por verla, puedes como siempre comentarlo en este Artículo Especial, para compartir la experiencia o también en su propia Ficha , donde ya existen diversidad de opiniones al respecto.
@sergio_roma
El Chico cumple cien años desde su estreno. Y sigue emocionando, haciendo reír, maravillando... Sigue siendo una obra única e imprescindible para cualquier amante del cine.
Con motivo de este aniversario y de su reestreno en 89 pantallas de cine de toda España, en una versión restaurada en 4K, se nos ofrece una oportunidad única para hacer un repaso de esta pequeña joya del cine, y un correspondiente análisis crítico, con la complejidad que ello pueda suponer tantos años después.
Efectivamente El Chico se estrenó en el año 1921. Para entonces Charles Chaplin ya era ampliamente conocido en el mundo del cine gracias a sus maravillosos cortometrajes en los que el personaje de Charlot (como se dio a conocer en Francia y España) ya estaba ampliamente estructurado y tenía todos los elementos que le habían llevado a ser un personaje popular y de éxito.
A pesar de esto, El Chico fue toda una agradable sorpresa, dado que a la magia del personaje se unía una magnífica historia, creada por el propio Chaplin y unas maravillosas interpretaciones de la pareja protagonista, también el propio Chaplin, y el legendario Jackie Coogan, el que fue sin duda alguna la primera estrella infantil de la historia del cine y el único que probablemente haya sido capaz de hacer sombra en algunos momentos, y estar a la altura en otros, del mítico Charlot.
Como tantas otras veces se repetiría posteriormente con otros actores, la vida de Jackie Coogan posterior a este éxito no fue precisamente un camino de rosas. A pesar de haber ganado mucho dinero por esta película (alrededor de un millón de dólares) cuando cumplió 18 años apenas tenía nada, su madre se lo había gastado todo, y comenzó a ser un juguete roto, con pocas apariciones en pantallas, muriendo a los 69 años de una enfermedad cardíaca y con poca repercusión en el mundo del cine.
Se da la circunstancia que en esta película hay además mucho de la vida personal del propio Chaplin, de su infancia, de la relación con su madre…Chaplin se implica personalmente en la historia hasta ofrecer un pedazo de su alma más íntima y un pequeño retazo de su vida y de sus sentimientos. Se inspiró en la crudeza de su propia infancia y también en la reciente muerte de su hijo, que tuvo con la actriz Mildred Harris, que había nacido de manera prematura, muriendo a las pocas horas de nacer, lo cual tuvo que ser una tragedia importante, que sin duda influiría mucho a la hora de realizar este film.
El Chico es una película universal, para la que no pasa el tiempo, el cual incluso la hace más grande cada vez. Una película que supone un gozo revisarla y que además nos depara siempre nuevas sensaciones con cada nuevo visionado.
LA PELICULA
El Chico
La gran virtud de esta grandísima película radica, entre otras muchas cosas que veremos más adelante, en la habilidad de combinar a la perfección comedia y drama, como pocos han sabido hacerlo nunca, y en este clima tan complicado de fusionar, Charles Chaplin, que dirige, escribe y protagoniza la película, se mueve en esta película con enorme habilidad y con enorme talento, de manera que hay cabida para la risa y para la lágrima a partes iguales, tal y como anticipa en su primer título/prólogo al comenzar el film: “Una película con una sonrisa, y quizás una lágrima”. Toda una sincera declaración de intenciones que no defraudará en absoluto.
El drama lo encontramos en varios pasajes de la película: una madre que tiene que abandonar a su hijo, un hijo que tiene que vivir la pobreza y sin madre, un vagabundo que tiene que luchar porque no le quiten a su hijo…Suficientes elementos para que la película sea contundente, y con muchos momentos de emoción, consecuencia de los acontecimientos que se van sucediendo.
Una madre -soltera- tiene que abandonar, con todo el dolor de su corazón a su bebé recién nacido. El azar hará que tras varios rechazos (bastante cómicos a pesar de la seriedad del asunto) acabe viviendo con un vagabundo que en seguida identificaremos con Charlot. A partir de ese momento, el destino del chico (John) estará escrito, y se dedicará al pillaje junto a su padre para poder llevar algo de comida a casa, realizando pequeñas “estafas urbanas” en torno a los cristales de las casas. Hasta que un día se pone enfermo, y comienza la tragedia…
Conocemos poco de la vida de la mujer que tiene que abandonar a su hijo, aunque los pocos destellos que Chaplin nos muestra nos permiten entender a la perfección que tras ese abandono se encuentran los perjuicios sociales de la época, el drama de las mujeres solteras que tenían un hijo, y sobre todo el dolor de una madre que tiene que abandonar a lo que más quiere en el mundo: “su único pecado, la maternidad”. Ese dolor estará brillantemente reflejado en los primeros compases de la película (paseos matutinos, miradas al cielo) y también en momentos posteriores de la película (cogiendo a un bebé en brazos), donde el destino cruzará los caminos de una madre y un hijo. Un hilo invisible que siempre existirá entre ambos y que Chaplin nos muestra con maestría (con planos sensacionales, como uno en el que ella va marchándose y el chico al fondo). En este contexto la película contiene una certera crítica social, y nos muestra una película adelantada a su época (como tantas otras veces sucede con el cine de Chaplin) en cuanto a los derechos de la mujer, en este caso como madre soltera.
Pasan los años, y la vida transcurre, a pesar de las dificultades, con bastante felicidad entre ambos, algo que se transmite con claridad en las escenas dentro de la casa, con ambos preparando la comida, o en la mesa comiendo. Fraternidad, emoción y mucho humor, que nunca abandona el film a pesar de lo que se está contando. Hechos cotidianos que paradójicamente contienen arte. En estas escenas, la química entre padre e hijo, entre Chaplin y Jackie Coogan es extraordinaria. Coogan contiene una fuerza expresiva no vista anteriormente en un personaje infantil y Chaplin sabe sacar todo el provecho de ello, con escenas tiernas y cómicas donde se refleja sobre todo el gran amor que existe entre ambos.
La comedia también la tendremos en escenas urbanas (con un pretendidamente ridículo “forzudo”), con policía incluido y en la manera que tiene Charlot de resolver los conflictos, que nos recuerda a muchos cortos vistos anteriormente. Porque, aunque la historia es dramática, desde el mismo momento que vemos aparecer a Charlot, la manera en la que intenta deshacerse del niño o su propia convivencia con él, sabemos que nos vamos a reír. Sabemos que, a pesar de todo, la diversión está asegurada.
La lucha de Charlot para no le quiten a su hijo supondrá el mayor drama de la película. Son estos momentos donde Chaplin apuesta por la mayor carga emocional, convencido a su vez de la fuerza expresiva de Coogan y en una narración fascinante de un hecho cruel.
Las imágenes tiernas se suceden, sin caer nunca en el recurso fácil y en la escena excesivamente melodramática. Todo bien medido y bien realizado para mantener al espectador en vilo.
Cuando Chaplin ya tiene completamente atrapado al espectador, nos sorprende en el tramo final con un maravilloso mundo onírico, con efectos especiales novedosos para la época, donde el surrealismo asoma por la puerta, también de manera brillante y donde una historia de ángeles con celos, pasión, pecados, seducción, sirve como broche perfecto a una película que también resulta perfecta.
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En el año 2011, la película fue considerada “cultural, histórica y estéticamente significativa” por la Biblioteca del Congreso de Estados Unidos y seleccionada para su conservación en el National Film Registry. Aunque sin duda alguna, el mayor premio que recibe, año tras año, es el reconocimiento por cada una de las generaciones que se acercan a ella y la reciben de la misma manera positiva.
Tanto para el espectador que la revisa después de algunos años, como para el que la ve por primera vez, ]El Chico tiene la capacidad de atraparle. Es una película que no puede dejar indiferente. Que indigna, emociona, divierte, y nos muestra el cine con mayúsculas, el cine que, transcurridos cien años, sigue demostrando ser un rincón para soñar, y también para reflexionar.
PD- Si has visto reciéntemente la película, o la recuerdas de cuando la viste, o te ha surgido la curiosidad por verla, puedes como siempre comentarlo en este Artículo Especial, para compartir la experiencia o también en su propia Ficha , donde ya existen diversidad de opiniones al respecto.
@sergio_roma