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Diario de Sitges 2015, Día 8: Del caviar a la basura

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Encaramos la recta final del festival. Dentro de poco conoceremos qué películas son las elegidas por el jurado como lo mejor del certamen, se reabrirán polémicas sobre en qué piensa esta gente y por qué no escogen a profesionales con buen gusto, y se harán los jurados paralelos entre los grupillos de cinéfilos. Pero hasta entonces, solo podemos decir que aquí ha empezado a hacer un frío absurdo. Estamos a cientos de kilómetros de los Pirineos, pero a ver quién es el guapo que va andando del Auditori al centro de la ciudad a las 12 de la noche (son 15-20 minutos de camino, la mayor parte con escaso refugio de edificios) sin pillar una pulmonía. Yo ya noto que se viene encima. A ver si se espera 24 horitas para pegar el petardazo absoluto.



Para petardazo el de una cinta que en principio no pensaba ver ni me interesaba lo más mínimo, pero que por cuestión de horarios y por quedarme sin tickets para otra acabé viendo. Y vaya si agradezco mi falta de rapidez con los tickets, porque la coreana VETERAN () ha resultado ser la mejor película del festival, una comedia policíaca tan desternillante como inteligente y emocionante.

La trama del film sigue unos esquemas clásicos: el policía renegado; el caso que comienza con un hecho aparentemente trivial que le ocurre a un conocido, pero que comenzará a desvelar una trama mucho mayor; el hombre poderoso e intocable, con su mano derecha grimosa; los matones de tres al cuarto; los traidores dentro del cuerpo de policía... Sin embargo, está narrada con un ritmo endiablado, sin fisuras en su guion, sabiendo manejar los tiempos del relato para que cada paso sea imprevisible pero coherente, y dibujando con trazo preciso la corrupción del sistema como si se tratase de un David Simon asiático. Con la salvedad de que Simon nunca ha conseguido que al mismo tiempo te estés revolcando por el suelo de risa.

La parte cómica de la película, que es la que predomina aunque haya también sitio para el drama, la intriga y la acción (y todas ellas no solo realizadas de forma fantástica, sino además conjugadas sin ninguna irregularidad de tono), es sencillamente tronchante. Su humor físico totalmente desatado recuerda a Harold Lloyd, Buster Keaton o el mejor Jackie Chan, pero además el dibujo de los personajes les otorga un gran potencial cómico que se concreta en diálogos y situaciones que harían llorar de risa a Billy Wilder. Y aunque tiene vocación de cine comercial y final explosivo, su clímax de acción no cede al todo por el todo y se detiene en el punto justo para sacarte una sonrisa de placer absoluto. Son más de dos horas de película y se han pasado tan voladas y con tantísimo placer que uno pasaría dos, tres, diecisiete horas más ahí.



Por contrastar con tantos elogios, en esta jornada tenemos también la mayor basura de esta edición. Y me duele que sea precisamente una de las poquísimas cintas de ciencia ficción (mi género de cabecera) que se han seleccionado este año, la irlandesa BRAND NEW-U (), que para colmo se proyectaba a las 8:30 de la mañana y nos ha costado un madrugón que nunca le voy a perdonar a su direct... perdón, perpetrador, porque estas bazofias son de las que se urden con una risa malévola.

No me voy a detener mucho en ella porque no se merece ni dedicarle dos frases, ni para explicar una trama confusa e incoherente sobre clones y organizaciones malignas en un futuro distópico, donde las motivaciones para el comportamiento de los personajes o de la propia organización brillan por su ausencia y, lo que es peor, ni siquiera puede llenar uno los huecos con su propia deducción porque no hay razón lógica que pueda impulsar esta historia desvaída, con romanticismo de cartón piedra y filosofía de los chinos, donde ni los personajes tienen alma, ni los actores valen un pimiento, ni la trama presenta el más mínimo interés; ni tampoco para hablar de una puesta en escena hortera y pretenciosa, que abusa de la cámara lenta (peor aún, de los ralentizados), y que quiere darse ínfulas de importancia con una banda sonora tremebunda, un montón de planos sostenidos en el tiempo sin ningún criterio narrativo o estético, y una redundancia de motivos simbólicos que solo permite subrayar la absoluta falta de ideas del director. Perdón, perpetrador.



En comparación con ese desastre irredimible, casi se le coge cariño a una obra mediocre como RABID DOGS (). Se trata de un remake francés de la cinta italiana de culto Semáforo Rojo, en la que unos atracadores que acaban de dar un golpe que salió mal cogen en su huida como rehenes a una mujer de la alta sociedad y a un padre que llevaba a su hija al hospital. Admito no haber visto la original, pero esta versión tampoco hace nada para incitarme a rescatarla, porque todo lo que sucede en ella suena a tópico y ya visto.

Los actores trabajan sus papeles con solvencia, pero nada de lo que les rodea está especialmente inspirado: la historia se desenvuelve por lugares comunes del thriller y adolece de cierto estatismo, sin encontrar caminos para aprovechar su limitación espacial o al menos impedir que la trama se estanque; la puesta en escena es convencional e incapaz de ofrecer alicientes estéticos o narrativos, más allá de alguna escena de acción resultona; los flashbacks son totalmente innecesarios; y ciertos huecos y fallos tontos tanto en la historia general como en detalles concretos evidencian que el guion no se ha trabajado con cuidado, poniendo todas las castañas en un estimulante giro final que funciona a la perfección y despierta del letargo, pero para el que no hacía falta un viaje tan desganado.



Mejores cosas se podían esperar de THE INVITATION (), aunque después de haber oído maravillas de ella, no he podido evitar cierta decepción con lo que realmente ofrece la película. El argumento nos lleva a una reunión de amigos organizada por una de ellos, a la que hace tiempo que no ven, y que tiene nueva pareja y nuevas amistades. Su exmarido, con el que comparte un pasado común turbulento y trágico, empieza a olerse que algo no anda bien ahí.

Karyn Kusama intenta crear una atmósfera de inquietud cotidiana y una sensación de que, aunque todo parezca normal, hay algo que falla o que no encaja. Sin embargo, solo consigue tener éxito de forma parcial, ya que no se combinan bien los elementos con los que juega: por un lado desvela cierta información turbadora bastante temprano para sentar las bases de la posibilidad de algo malo, y por otro busca subrayar los conflictos personales del protagonista como herramienta para mantener el suspense sobre si es todo una paranoia suya, ya que la mayoría de las situaciones son perfectamente normales y razonables. Sin embargo, la jugada le sale a medias: nunca ponemos en duda que algo malo pasa y tenemos una buena idea de qué puede ser, por lo que el constante subrayado del pasado del protagonista y la escasa autoconciencia del resto de los personajes provoca que el ritmo se entorpezca y que no se desarrolle una trama con más implicaciones.

Al final lo que queda es un thriller sencillo con un tramo final excepcional, realmente perturbador, que es conveniente no desvelar; pero cuyas limitaciones dramáticas y de puesta en escena provocan una pérdida de interés y un bache de ritmo durante su tramo central.



Resulta curioso que la película más irregular sea la anterior y no una cinta de terror de historias cortas, pero resulta que SOUTHBOUND () es esa rara avis donde no hay bajadas de tensión ni de calidad durante sus 90 minutos, pese a ir cambiando de relato y de director. El film se sitúa en un lugar indeterminado del desierto americano convertido en una especie de infierno sobre la tierra. Al más puro espíritu de Historias de la cripta o El Autoestopista, va contando distintas historias de los personajes que circulan por ahí, pero no lo hace segmentándolas en fragmentos, sino encadenando unas con otras hasta el punto de compartir personajes.

Rodada con un ritmo vertiginoso que no deja un segundo de respiro, el film combina demonios, hombres lobo, fantasmas, criaturas lovecraftianas, intrusos vengativos, ritos satánicos, posesiones y operaciones quirúrgicas en cinco historias que en realidad son cuatro, ya que el inicio y el final se encadenan en un bucle perfecto. Cada historia es imaginativa, perversa y sugestiva por derecho propio, pero destaca sobre todas ellas la del hospital, todo un prodigio de humor negro, atmósfera ominosa y adrenalina que utiliza la típica estructura de personaje anodino envuelto en unos eventos brutales que podrían ocurrirle a cualquiera, pero dándole un giro de broma cruel y desquiciante.



Menos previsible en la forma, pese a tratarse de un género tan manido y poco dado a experimentaciones como es el biopic, es la nueva película de Michael Almereyda, EXPERIMENTER (), que gira en torno a la figura del psicólogo social Stanley Milgram, una de las personas más fascinantes y polémicas de esta profesión. Su estudio sobre la obediencia, que causó un auténtico revuelo en los años 60 y sigue siendo la base de buena parte de las teorías sobre el control de masas, la despersonalización y la conducta humana sometida a una dictadura, es la que centra la mayor parte del metraje.

Un inciso para explicar este experimento, presentado de forma brillante y apasionante en el film: dos hombres entran al laboratorio y se les explica que van a participar en un estudio sobre aprendizaje y castigo. Uno de ellos será el alumno, que recibirá descargas eléctricas cada vez mayores con cada error, y el otro el maestro, que hará las preguntas y emitirá los castigos. El que siempre hace de alumno, porque la prueba está trucada, es colaborador del experimento y no recibe realmente ninguna descarga, pero el sujeto estudiado, el maestro, no lo sabe porque hay una pared entre ellos. Solo oye al alumno gritar de dolor y pedir que detengan la prueba, porque a partir de la pregunta 8 siempre falla. La escala de descargas llega hasta los 450 voltios, y con 130 ya está pidiendo que paren. Casi siempre el maestro se muestra reticente y dice que deberían parar; en ese momento el investigador le pide por favor que continúe, que todo está bien. Pese a sus protestas, tres de cada cuatro maestros llegan hasta el final de la escala, aduciendo simplemente que se lo habían ordenado.

Con un estilo marcadamente teatral y artificial, rompiendo continuamente la cuarta pared y jugando con las expectativas perceptivas del espectador (empleo de decorados filmados en blanco y negro y proyectados en una pantalla tras los personajes, ruptura del espacio temporal cuando el protagonista hace referencia a eventos futuros de su vida, introducción de elementos aberrantes en la escena como elefantes o extras que interrumpen la acción, etc), la película se podría considerar en sí misma como uno de los experimentos de Milgram. Almereyda remarca el carácter ilusorio del cine como transmisor de verdades a medias, como forma propagandística cuyas lecturas dependen de las intenciones del creador y no de la capacidad del espectador, quien está sujeto a sesgos que no puede controlar.

De esta forma, el film no solo es una estimulante crónica científica y un manual imprescindible para conocer distintos aspectos de la psicología que normalmente solo son estudiados por quienes se sacan la carrera, sino que consigue dotar de expresividad y textura cinematográfica a una historia que podría haber sido rodada de forma convencional y haberse quedado en el olvido.



Pero para virguerías formales hay que hablar de la cinta alemana VICTORIA (), rodada en un único plano secuencia de dos horas y media de duración. Esto podría parecer una sacada de polla gratuita, pero nada más lejos de la verdad: es un recurso coherente y necesario para que el espectador no se despegue emocionalmente de los personajes, para que siga en todo momento con ellos (y en especial ella, Victoria, interpretada por una inmensa Laia Costa que seguramente se lleve el premio a mejor actriz) en una intensa y emotiva aventura que comienza como una noche normal y acaba cambiando las vidas de todos los implicados para siempre. Esa fragilidad del destino solo se aprecia en toda su extensión gracias a que este recurso, que está utilizado con mesura y sin hacer ningún despliegue de complejidad compositiva que pueda resultar artificioso, te implica directamente en la inmediatez de sus eventos.

El argumento se centra en una joven española que lleva tres meses viviendo en Berlín, sin hablar alemán y malviviendo con un sueldo de camarera. Victoria no conoce a nadie allí hasta que una noche se hace amiga de un grupo de jóvenes a la salida de una discoteca. Sin embargo, esto hará que se vea envuelta en un enorme problema que mejor no desvelar para no centrarse en su parte de thriller, ya que esto es solo la bisagra de un arco argumental mayor y mucho más satisfactorio que si solo nos fijamos en su aspecto criminal.

Y es que el film de Sebastian Schipper, todo un tour de force formal en el que el cámara aparece con toda justicia acreditado por encima del director, es al fin y al cabo una historia de soledad, de búsqueda de conexión emocional en un mundo donde todos estamos perdidos y donde la tragedia puede afectarnos en cualquier momento. Victoria es el drama del inmigrante, alejado de todo lo que conoce y sin futuro, necesitado de algún tipo de esperanza para justificar una vida que se mueve por inercia y que no conduce a ningún destino. Para Victoria es mejor la perdición que la inexistencia, y eso dota a su historia de una amargura realmente descorazonadora.


Mañana tendremos noticias de Sitges por partida doble: por un lado el palmarés oficial y por otro la última crónica del día, aunque quizá lo segundo se quede postergado para el domingo. Uno no se responsabiliza de las condiciones en las que vaya a celebrar el fin de fiesta, vaya.

@DamnedMartian

 

Fuente: CINeol | Visitada: 1564 veces


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Comentarios (3)

20:20 - 16/10/2015

alvatros

Muy bien escrito

21:24 - 16/10/2015

quber

Secundo lo de Brand New-U y añadiría The Writers Retreat como otro truño a evitar.

20:02 - 17/10/2015

caren103

"Southbound" es otra de esas películas que veo puntuadas con 3 estrellas y media pero que me apunto tras leer el comentario, que ha hecho que me atraiga mucho.

"Experimenter" y "Victoria" me las apunto tras ver la puntuación y la recomendación, porque a priori lo que leo sobre de qué van, no me atrae tanto.

Y por último, la primera: "Veteran" habrá que verla sí o sí, y leído los avatares que llevaron a Damned Martian a verla por casualidad/descarte, veo en ella un premio del destino al susodicho en compensación por el frío, comidas insulsas y otros sufrimientos padecidos durante el desarrollo del festival. Podría haber resultado un truño infumable, pero no, ahí se abrió el cielo por una vez.


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