Yo no me llamo Rubén Blades

El testamento del gran poeta de la salsa. Un autohomenaje en el que el artista panameño se despide de “Pedro Navaja” y habla de sus inicios en Fania, de política, de su relación con las mujeres y de su vocación de cronista social.
Rubén Blades confiesa que ha llegado el momento de decir adiós a la salsa y dedicarse a otros menesteres. Y, antes de hacerlo, quiere dejarlo todo cerrado y contarlo en un documental para que en el futuro no lo cuenten otros por él. Lo hace en la intimidad de su casa, en su habitación de los cómics y los juguetes, paseando por la calle y en los camerinos de su última gran gira. Con su labia cautivadora, charla un poco de todo: de cómo entró en el sello Fania como el “chico del correo”, de cómo pasó a cantar para su ídolo Ray Barretto, del precio de la fama, de su relación con las mujeres, de su carrera como político en Panamá, de su faceta como actor e incluso del hijo de 37 años que descubrió que tenía.
También se autorretrata como macho alfa, devoto y patriota. Y las poderosas imágenes de archivo, así como los testimonios de amigos y admiradores como Sting, Paul Simon o Residente (Calle 13), corroboran la trascendencia cultural de un repertorio lleno de clásicos de la salsa en el que él fue de los primeros en introducir contenido social y cada verso funciona como la viñeta de un tebeo