Marcos y Cristina llevan varios años casados y hasta hace muy poco ella no ha conseguido quedarse embarazada. Cuando apenas le queda ya nada para dar a luz, el susto que le produce el perro de una gasolinera precipita el parto y el niño nace muerto. Para ayudarla a olvidar lo sucedido, Marcos lleva a su mujer a la playa y allí encuentran un perro muy parecido al causante de la desgracia. Al principio está atemorizada pero se acaba acostumbrando y le toma cariño, llevándoselo a casa de vuelta a la ciudad. Cristina encuentra en el perro, que es encantador, un motivo para vivir que le compensa de un matrimonio que va cada vez peor. En él deposita todo el cariño que no pudo darle al niño que ha perdido.
Pese a no incluir ninguna escena de sexo este filme recibió la consideración de película “S” (que podía herir la sensibilidad). Eran los primeros años de la transición y aún sin censura, directores polémicos para el Gobierno como Eloy de la Iglesia no recibían aún la bendición de la libertad de expresión.