Ibuka, Justice

Tal vez fue la mano inocente de un bebé, aferrándose al dedo índice de un soldado, lo que marcó el destino de tres vidas. Vidas que no acabaron en una muerte prematura, sino que continuaron refugiadas en un país extranjero. Los Rutikara, que viven en las afueras de la capital de Ruanda, llamaron a su hijo recién nacido Justicia, porque en su tierra la justicia parecía desvanecerse. En la primavera de 1994, cuando el niño tenía apenas seis meses, la tensión política se intensificaba y la minoría tutsi era perseguida, maltratada y asesinada por las milicias hutu. Ese verano, el mundo descubrió la escala del horror: un genocidio con cientos de miles de víctimas. Los Rutikara también fueron víctimas, pero gracias a la suerte, al azar y a la fortaleza de su pequeño, lograron sobrevivir bajo el amparo de las Naciones Unidas.